jueves, 23 de septiembre de 2010

Intercambio de solsticios (91)

Lanzarote, 5 de enero de 2003

Querida Lorsen:

He puesto el CD de Fabrizio de André, el cantante italiano –parecido a Brassens- cuya música escuchamos –y bailamos- puesta en los equipos de música en los coches de los hijos de Bona Baraldi, la última noche que pasamos en Florencia. Por cierto, aún ella no sabe nada. Quizás la llame esta tarde.
Ahora me encuentro mejor, pero una vez que acabé tu carta de ayer y empecé con un artículo para el periódico “Bilbao”, me entró un bajón –quizás producto del whisky que me habían ofrecido en “Lanni’s” y que había aceptado para disponer de un entretenimiento mientras leía el ABC y El País-. Me puse a tomar galletas untadas en leche descremada untadas en margarina Flora.
Estaba tan flojo que no me dí siquiera una vuelta después de las noticias.
He pasado una noche bastante mala. Me habré levantado unas cuatro veces para hacer descomposición. Me he despertado finalmente sobre las diez de la mañana –hora peninsular- He llegado a la conclusión –por otra parte ya estaba bastante convencido de eso- que a mí –también a Pilar- los sufrimientos se nos expresan a través del organismo –en mi caso, especialmente el estómago-.
El dia estaba un poco nublado, pero agradable para pasear. Un paseo que he dedicado a pensar en ti, en mi futuro, como siempre. Todo eso sin llegar aún a conclusiones definitivas. Tal vez se trate de una mezcla de situaciones: la tercera noche consecutiva que duermo mal, el estómago que no me responde como habitualmente... Lo cierto es que está llegando para mí la plena asunción de tu muerte. Cuando empiezo a darme cuenta, después del barullo de tanatorios, misas y pésames, que ya no volverás, que estoy solo y que descubro un agujero profundo en todo mi organismo, un agujero que puede localizarse médicamente en el estómago, pero que está más bien situado en el alma.
Me voy a cuidar. Te lo prometo. He tomado un plato de pescado a la plancha, con vino tinto. Daré mi paseo de media tarde. Compraré un brazalete para Pilar, en Chévere, para Reyes. Veré las noticias. Tomaré un yogur. Leeré un poco –a lo mejor veo una película en el DVD del ordenador- y me iré a la cama. Espero que esto se solucione pronto. No lo digo para mortificarte, pero ya sabes que no tengo tanta grasa sobrante como para andar todas las noches en una visita permanente al cuarto de baño.
Pienso que tu muerte ha sido una liberación –un descanso- para ti. Pero que aún sigue pesando como una losa para mí. Sigo estando muy triste, y empiezo a darme cuenta de que estoy también muy solo, aquí, en Lanzarote. Pero quizás me encontraría peor en Bilbao, con escoltas, mal tiempo...
Sólo te pediría una cosa, ya que no vas a volver: que si puedes me confortes de alguna manera, y que consigas que esta profunda tristeza pase cuanto antes. De lo contrario ya no será solamente una pena muy grande, sino un problema fuerte de salud, y yo no quiero marcharme por ahora de este mundo, por mucha mierda que siempre existe en él.

Como siempre, un beso muy grande de tu marido, tan distante, pero cada vez más unido a ti.

1 comentario:

Sake dijo...

Sabes es curioso cómo hablaba y hablo contigo de lo que realmente siempre he soñado hablar con alguien.