Lanzarote, 4 de enero de 2003.
Querida Lorsen:
Una vez concluida mi carta de ayer me puse a colgar los dos retratos que nos hicieron en Montmartre, en Paris. He visto que ponen “enero de 2000”. Me acuerdo de tu pugna con el artista, porque te veías mal reflejada, y que conseguías -¡cómo no!- que repitieran la obra -sin coste adicional alguno, por supuesto-. Te confieso que me costó medir los espacios, clavar los clavos, colgar los cuadros. Tu rostro –esa mirada desconfiada que le ponías al artista- me observa ahora a mí. Parece como si me dijeras, desde tu cariño infinito:
- Acierta “Fedros”. Yo te ayudaré. Pero acierta en lo que hagas.
Tu presencia, tu fuerza, siguen en mí, en mucha otra gente, seguro.
Entre tú y yo he puesto la felicitación de Pilar. Pilar entre los dos, uniéndonos, haciendo de nosotros una familia, cada vez más distante, pero paradójicamente, cada vez más próxima.
Con ese sabor de boca, después de las noticias de “Tele 5”, me di un paseo antes de cenar con nuestros amigos lanzaroteños. El restaurant está muy cerca de casa, se llama “Las Vegas” y me han dicho que tiene una buena relación calidad-precio. De momento, sigo con “Lani’s”, pero a lo mejor cambio en la siguiente temporada a una cierta alternancia.
La primera parte de la cena fue una especie de parte de incidencias médicas: Antonio Lorenzo no asistió, su suegra se había caído en casa –la hija de Antonio me ha confirmado hoy que se ha roto la cadera y la pelvis, el peor de los pronósticos posibles-. Otro de los asistentes –uno de los fernandos- había sufrido un infarto este invierno, tratado y curado en Las Palmas. El otro Fernando se refirió profusamente a su enfermedad. Luego se pudo derivar la conversación a la política.
Fernando –el reciente infartado- había sido partidario de deshacer la cena:
- Antonio Lorenzo es nuestro líder –decía-. Sin él tiene poco sentido que nos reunamos.
Las mujeres hablaron unos minutos después conmigo: Lo comprendían todo. La encantadora distribuidora de “Firgas” me decía:
- ETA no siempre mata con coches-bomba.
Todas reconocían que estabas tensa, que no conseguías soportar la carga que te había caído. Me preguntaron por Pilar.
Todos me reiteraron su amistad. La agradecí y les amenacé con que no se habían librado de la pareja Brassens-Lorensen, al menos en una de sus partes.
He dormido mal. Me he tomado un somnífero y sólo he mirado el reloj cuando finalmente ha concluido mi sueño. Eran las once la mañana –las diez en Canarias-. Para la una menos cuarto me estaba dando mi paseo. Pequeña compra en el “super”. Comida en “Lani’s” –donde me habían recogido la tintorería de Arrecife-. Lectura del ABC y El País del sábado –con sus correspondientes suplementos culturales- y vuelta a casa.
Hoy he mandado una postal a Pilar con los “Jameos del Agua”. Como no me han vendido sellos a lo mejor tengo que enviarle dos o tres postales a la vez: hasta después de Reyes no tendrán.
Hace un momento sonaba el CD de Paco Ibáñez que cantaba las “coplas a la muerte de su padre”, de Jorge Manrique:
“Así que cuando morimos, descansamos”.
Decía. Y he recordado que esa es mi impresión respecto de tu largo viaje. Una vez más he dejado caer alguna lágrima.
Por el momento eso es todo, guapa.
Te sigo llevando muy dentro de mi corazón. Aún la herida de tu muerte no se ha cerrado para mí: no hay día en que no brote sangre en forma de agua que surge de mis ojos.
Te quiero.
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2 comentarios:
Sabes una cosa ¿porque te has ido? no te habias dado cuenta de que yo sin ti no vivo.
...Como sé ven los sentimientos, de un escritor, su pluma y sus adentros. Simples son las letras como un manojo de flores frescas que vuelven por primavera.
Debes de explicarme con que tipo de alcayata colgaste los cuadros de tus recuerdos, ahora son lapas que se adhieren a las pareces, ya los martillos y los calvos son técnica obsoletas, las hoces dejaron de ser en el campo, los martillos y los yunques son de la forja. Las paredes sin grafitis, sin martillos que las lesiones; son ahora legiones los agresores del hierros y sus óxidos, quedó la margen izquierda del gran Bilbao sin industria, toda desmantelada como una mesa sin mantel, llena de parados de una misma familia. Siempre nos quedarán los muertos. Cuando se pierden las ideologías abrazamos nuestras propias filosofías, son los que acuden las fotos insertadas en las cruces de los camposantos.
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