En la película “Lawrence de Arabia”, una de las que me han dejado un recuerdo más imborrable, hay una escena que me gustaría evocar. En ella, Lawrence y las tribus árabes que le siguen para impulsar su rebelión contra los turcos deben atravesar el llamado “yunque del sol”, una zona despiadadamente calurosa y que sólo debe ser transitada por la noche. Sin embargo, el legendario y ambiguo personaje de nacionalidad británica y origen irlandés resuelve hacerlo de día. En el transcurso de ese paso, uno de sus sirvientes cae de su montura en un hecho que resulta inadvertido para el resto de la comitiva. Cuando han superado el “yunque del sol”, Lawrence se da cuenta de su ausencia. Entonces se decide a volver por él. El jefe de la tribu “hari” –interpretado por el actor egipcio Omar Shariff- le espeta: “No lo hagas, inglés. Está escrito que eso iba a ocurrir”. Pero el que sería luego nombrado coronel del ejército de Su Majestad, hombre de rara determinación, lo hace y consigue recuperar a su doméstico. Cuando regresa le dice al jefe “hari”: “¿Lo ves? Nada está escrito”.
Creo que la escena ilustra a la perfección el contraste de mentalidades existente entre occidentales y árabes. Un concepto, el nuestro, asegura la capacidad que tiene la libertad y la voluntad del hombre en hacer frente a los diferentes problemas ante los que se enfrenta; el otro, el árabe, a veces se dejaría llevar por una cierta inevitabilidad de los acontecimientos, sobre los que no cabría posibilidad alguna de actuar para modificarlos en provecho propio. Destino contra libertad.
¿Ocurre algo de esto en el conflicto del Sahara Occidental? Veinte años después de concluida la desigual guerra entre la República Árabe Saharaui Democrática y el Reino de Marruecos, ¿los saharauis parecen confiar más en el éxito de las gestiones diplomáticas que en el regreso al recurso de la fuerza o en la práctica de otro tipo de medidas?
La huelga de hambre de Aminatu Haidar logró poner en el primer lugar de la atención mediática el caso de una mujer que reclamaba simplemente su derecho a volver a su casa con sus hijos y consiguió que el conflicto del Sahara volviera al centro de la actualidad. Pero existe la amenaza de que el valeroso gesto de Aminatu se desvanezca como una gota de coherencia personal en el océano de los intereses creados por las potencias políticas.
- ¿Existe un antes y un después para nuestra causa con la solución del caso de Aminatu? –preguntaba a Rosa Díez el despachado presidente del Parlamento saharaui, Mahfoud Alí Beiba.
- - Eso dependerá mucho de ustedes –vino a decirle Rosa.
En todo caso, la historia que sigue pretende contarles la crónica de un viaje, y de las impresiones que me ha producido esa forma de vida que en muchas ocasiones me ha parecido el regreso al pasado de lo que fueran buena parte de nuestros orígenes. El de un pueblo nómada que nuestro guía Mohammed me describía como el “pueblo de las nubes”, porque siempre caminan hacia donde perciben la sola posibilidad de encontrar el agua.
Les invito a que ustedes me acompañen en esta para mí fascinante historia. Y a que respondamos juntos a la pregunta que se recoge en el título de esta crónica.
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1 comentario:
¡Eso me lo dice por escrito! es ésta una frase común, ahora no es como en tiempos que la palabra de alguién tenia algún valor, ahora si no lo pones por escrino nadie te creera y es más aún aunque esté escrito y grabado por las cámaras tu palabra no tiene valor ( la cambian hasta los presidentes de gobierno).El relato que nos promete D.Fernando es muy interesante lo mires por donde lo mires quedo pendiente de su aparición.
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