Los reencuentros constituyen una parte significativa de la vida y muchas veces se producen -por desgracia- cuando uno va cumpliendo años y los recuerdos han adquirido un cierto derecho de ciudadanía sobre tu existencia.
Conocí a Juan Carlos Aldecoa en la casa de mis padres. Él era amigo del menor de mis hermanos y recuerdo que vivimos su presencia entre nosotros como una de las escasas personas que eran invitadas a casa tan amplia en hermanos como severa en sus querencias sociales. Juan Carlos me resultaba simpático, pero no lo frecuentaba: una muralla de cinco años nos separaba.
Tiempo después me volví a topar con Juan Carlos. Él se encontraba entonces en la jefatura de gabinete de un ministro del PP y su situación política era, por lo tanto, importante. Recuerdo que me atendió bien en los casos en que tuve que solicitar alguna gestión de su departamento.
Pero casi seis años después de que este partido dejara el gobierno de España me lo encontré en una cafetería del barrio de Salamanca en Madrid. Cambiadas las tarjetas nos determinamos a encontrarnos.
El almuerzo tuvo lugar en la misma cafetería y la conversación duraría más de dos horas. Y es seguro que aún han quedado muchas cosas por decir.
Me interesa narrar aquí una pequeña historia que Aldecoa me contaba para advertirme de la forma en que alguno de los ministros de Aznar atendían las deliberaciones de los semanales Consejos de los viernes.
Juan Carlos Aldecoa recibía después del correspondiente Consejo recado de su ministro de recogerle una cartera que este había dejado olvidada en el salón donde se había celebrado la reunión. Solo en la estancia, Aldecoa que es persona curiosa como se verá, se interesaba en lo que había entretenido la atención de uno de los ministros durante los debates. Me dice Juan Carlos que los titulares de los Departamentos tienen un bloc en el que toman las notas y que luego despegan la hoja u hojas de papel del mismo y se la llevan. Pero si uno tiene interés en conocer lo que se ha escrito sobre el papel, basta con que haga un rayado con un lápiz sobre la hoja de papel siguiente para que aparezcan visibles las consabidas notas.
El papel del Ministro decía:
- Mandar unas flores a Paquita Tal,
- Felicitar a Manolo Cual por su cumpleaños,
- Quedar a cenar con Pepito Nosecuantos…
Es sólo una anécdota, desde luego; y de ella no debe hacerse categoría. Pero creo que tiene su interés para mis amables lectores.
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