martes, 22 de diciembre de 2009

De las cosas de la vida

Pues señor que estos fines de semana que pintan a blanca Navidad, cuando el único lugar que no resulta desagradable es el hogar de cada uno, y te instalas en el sofá de casa pensando en el frío que estarán pasando todas esas personas que no tienen más remedio que hacerse a la carretera o recorrer las calles y las plazas de nuestro país; esas noches que pones la televisión con el sano propósito de adormecerte con sus generalmente vacuos sonidos, te encuentras con una España insólita que algunos de tus intelectuales devaneos habían pretendido marginar hasta una de las más altas estanterías –cuanto lo son más, son más inútiles las estanterías, decía una pintada anarquista, según me contó una vez Enrique Múgica--. Y es que es este un país singular, que detiene su atención, respecto de los por lo visto pequeños problemas que padece, a la vista de una operación de cirugía estética que ha tenido una señora que da en llamarse Belén Esteban y que le ha costado 18.000 euros, según ella misma afirma sin ningún recato en presencia de quien le ha practicado dicha intervención. El mismo programa asegura que la mencionada ciudadana es nada menos que la “princesa del pueblo”, lo que para una Monarquía no exenta de Princesa y de Infantas, que todas ellas parecen esforzarse por subrayar sus mejores proyecciones populares no deja de constituir un exceso, no sé muy bien si de coronas o de pueblos.
Una vez ilustrado el grave asunto de la señora Esteban, la pantalla nos acerca a la formulación de un curioso acertijo: ¿crispa más la derecha o la izquierda?, nos preguntan. Lo cual, formulado en esos términos, viene a convertirse en un elemento más del viejo debate en el ruedo ibérico. Resulta por lo visto conveniente dividir la tarta en esas dos mitades irreconciliables y convertir la noche del sábado en un combate adolescente por el que siempre uno puede dar más -si es que puede, claro.
Lo malo es que resulta demasiado fácil eso de adjudicar la crispación a la derecha o a la izquierda.
Yo no sé quién crispa más. ¿El gobierno que no tiene soluciones para nada y sólo sabe encontrar problemas con los que desviar la atención o una oposición que ha reducido su estrategia a esperar que el tiempo acabe por desmoronar a su rival? ¿Crispan los sindicatos que arriman con fidelidad digna de mejor causa el ascua de su agradecimiento a la sardina de su manutención por los poderes públicos, o no? ¿Crispan los banqueros que no conceden créditos a particulares y empresas después de haber recibido buenas inyecciones financieras por parte del Estado, es decir, de todos nosotros? ¿Crisparán más aún estos últimos cuando nos den otra buena vuelta de tuerca en el segundo semestre del año que viene y tengan que pagar los créditos que vencerán entonces? ¿Crispan más los concejales corruptos de CiU que los del PSC, los políticos del PP-Gürtel o los del PSOE-cualquiera-que-sea-el-nombre-del-escándalo?
Sería muy fácil si pudiéramos cargar con el mochuelo a los presuntos crispadores, porque de esa manera hubiéramos resuelto una parte del problema. Pero no habrá tal. Por muchos programas que emitan sobre nuestros cansados ojos nadie nos aclarará la cuestión. Seguramente porque, reducido el asunto al absurdo, crispadores lo somos todos los que no estamos dispuestos a observar tanta indecencia como la que padecemos sin murmurar al menos una pequeña protesta a quien comparta con nosotros el otro lado del sofá.
Crispación de crispaciones, todo es crispación, contestaría esta, remedando el refrán latino.

1 comentario:

Sake dijo...

Es muy normal la tendencia a aislarnos apartándonos de lo que nos rodea, creando nuesta bola de cristal y metiéndonos en ella para vivir con nuestras cosas, sólo con nuestras cosas. Todo para huir de la depresión y la tristeza. Pero antes de llegar a ése último estado aún tratamos de resistir luchando con todas nuestras fuerzas contra el desánimo.
FELIZ NAVIDAD D. Fernando y amigos.