lunes, 21 de diciembre de 2009

Después de la victoria

Por más que la experiencia de los años vividos nos cura del espanto ante los hechos que simplemente resultan previsibles, no podía dejar de pensar en la forma en que los hombres actúan sobre la realidad, justificando actitudes y gestiones que sólo pueden definirse como inexplicables.
A esa misma idea le daba yo vueltas cuando, aún aterido por el frío de esa gélida mañana de sábado en Madrid, en el autobús que me conducía a casa, recordaba los acontecimientos vividos a lo largo de esta semana y que tenían todos por elemento recurrente a una mujer, Aminatou Haidar, que ha doblegado con la sola ayuda de su irreductible voluntad y de un puñado de entusiastas colaboradores los designios de un Estado.
Cuando asistía a la reunión a que nos citaba la plataforma CEAS cuatro días antes y me encerraba -junto con una veintena larga de representantes de partidos, sindicatos y asociaciones varias- en una sesión de dos horas y media y el representante de la UGT ponía encima de la mesa una propuesta de manifiesto, hice su lectura y, después de comprobar que en términos generales resultaba correcta, me impuse la tarea de no participar en el generalmente inútil embrollo de la redacción de un comunicado en el que apenas nadie se fijará después. Comprendo que en esta cuestión, espinosa donde las haya para algunos, existan quienes deban hilar fino y rizar el rizo de sus historias propias, salpicadas como se encuentran de idas, vueltas y revueltas. Pero no era ese el caso de UPyD, nosotros podíamos firmar el comunicado que fuera, siempre y cuando no supusiera dar un paso atrás en las reivindicaciones saharauis, por supuesto.
No participaría tampoco en el asunto el representante del PSOE. Pero su silencio no otorgaba nada, se trataba más bien de una argucia. Una vez que todos aceptábamos el contenido del texto, el comisionado socialista para la ocasión alegaría que no podía suscribir el término de “suspender” el Estatuto Avanzado de que goza el Reino de Marruecos en sus relaciones con la Unión Europea. Eso estuvo a punto de empantanar la reunión. No lo hizo, sin embargo, el desabrido comentario de una organización auto-denominada “Paz Ahora”, para quien la presencia de UPyD –“Unión, Progreso y… no sé qué más”, diría con expresión despectiva- no les resultaba cómoda: hay quienes tienen una curiosa manera de entender la palabra unidad.
Después vendría la repatriación de la activista saharaui y, el viernes, la rueda de prensa en que los convocantes haríamos pública la convocatoria. Sindicatos y PSOE harían el elogio de la gestión del Gobierno español –ocultando, eso sí, la connivencia con las autoridades marroquíes en el proceso de expulsión de Aminatou- y llamando a la desmovilización. Con Haidar en su casa para muchos la historia había terminado.
Quizás por eso, esta mañana de sàbado hemos sido menos de los previsibles sólo 72 horas antes. ¿Ignorantes? Antes al contario. Saben lo que hacen, dominan las calles y las oficinas públicas, controlan los presupuestos y pagan voluntades y autobuses, y las dejan de pagar cuando les conviene.
La televisión de todos dice que estuvimos unos centenares de personas. Es decir, pocos. Pero nadie duda que estos 32 días de lucha individual de una mujer, que se hubieran convertido hoy en 34, como una alegoría dramática de los mismos años de vergüenza que hemos vivido los ciudadanos españoles y que han sufrido los saharauis ante las claudicaciones sucesivas de nuestros gobiernos, han supuesto una victoria ejemplar que ya ha entrado por derecho propio en la historia de su pueblo, pero también en la de la humanidad.
Se lo decía a Aminatou en la carta abierta que le escribí y que mis compañeros de Sevilla no tuvieron la oportunidad de entregarle. Es el valor de la imagen en esta sociedad que ya no entiende de textos escritos ni de reflexiones conceptuales, esta sociedad que se pega a las pantallas de las televisiones y que ha asistido a la pequeña-gran historia de una mujer débil-fuerte conducida a un cuarto de baño aeroportuario en un carrito de ruedas. Detrás de esa imagen han surgido las preguntas.
Ahora, los enterradores de los problemas querrán también echar paladas de arena sobre las respuestas. 34 años de olvido, de incumplimiento, de deshonestidad, de mala gestión, de sumisión a los intereses espurios aunque lo puedan ser de los mismos que tomaron esas decisiones…
No será así para todos. El antes de estos 32 días era el Sahara olvidado, el después es el Sahara recuperado.
Sólo la muerte es antecesora del olvido, decía Borges. Y Aminatou está viva y victoriosa. ¿Una premonición? Seguiremos trabajando para que se cumpla.

1 comentario:

Sake dijo...

Una sóla persona resuelta y valiente puede hacer mucho más que organizaciones y estados. Aminatu Haidar, poniendo en peligro su vida lo ha demostrado ¡Vivan los defensores de la Libertad!.