domingo, 7 de abril de 2024

Madrid, el nuevo rompeolas de las Españas

Queda pendiente la situación de Isabel Díaz Ayuso en el turbulento escenario político español de la forma en la que el Partido Popular articule su oposición al gobierno socialista en la legislatura que apenas acaba de empezar y ya emite señales de desfallecimiento. Está cerrado -en el caso de que en alguna ocasión lo estuviera- un cierto paréntesis en el la rotunda confrontación entre el gobierno de la Comunidad de Madrid y el del Estado -a estas alturas me resisto a calificarlo de 'nacional'-, una reyerta que recibía el testigo del vacío político que dejaba la tantas veces errática política de Pablo Casado, su incomprensible intento de reducción del papel de Ayuso  a mero títere en sus manos -con el fin de que no le hiciera la competencia-, y el largo interregno que vivió este partido hasta la elección de Feijóo y, aún hasta que éste pudo asumir su victoria-derrota electoral el pasado mes de julio.


En el rifirrafe impuesto por la polarización política que, es preciso recordarlo, conviene su impulso a los don ejes del bipartidismo español, por el efecto de expulsión de terceros actores que no sean los nacionalistas, Isabel Díaz Ayuso se ha convertido una vez más en el objetivo de los ataques socialistas como más eficaz pim-pam-pum ante la presunta actividad conseguidora de dádivas gubernamentales de la mujer del presidente del gobierno.


Pendiente aún de las consecuencias políticas del caso de su pareja, y auxiliada por el pararrayos que la protege de la tormenta que proyecta en torno de Isabel Díaz Ayuso su asesor áulico, la presidenta de la Comunidad de Madrid se ha erigido en la única alternativa al gobierno de Sánchez. A lo largo de la pandemia, en especial, Ayuso ha convertido Madrid en un referente de libertad coherente con esa burbuja que diferencia la capital de España de los localismos regionales -y aún nacionalistas o independentistas- de otras zonas del país.


Escribía Antonio Machado en noviembre del año fatídico que fue el de 1936: "Madrid, Madrid, ¡qué bien tu nombre suena / rompeolas de todas las Españas! / La tierra se desgarra, el cielo truena, / tú sonríes con plomo en las entrañas". 


Eran versos que expresaban la realidad de nuestra in-civil guerra, pero que nos sirven hoy para que, sobre el dique de contención de la Comunidad y de su Villa, se agote el perverso efecto del oleaje y las mareas que amenazan descuartizar el magnífico proyecto de convivencia que nos dimos los españoles a lo largo de la transición.


Hubo, en efecto, un modelo de libertad de Madrid que se enfrenta -y aún lo hace- con la acción intervencionista de un gobierno que coloniza las instituciones con los adictos, que se sirve de sus socios para amenazar a los jueces, estableciendo la separación entre los "malos", que practicarían el 'lawfare', y los buenos y obedientes, que son por definición silentes; que seguramente atacará a los medios de comunicación hostiles privándoles de la  munífica asignación de fondos publicitarios, cuando no sugiriéndoles la contratación de columnistas, el cambio de su dirección o de línea editorial... otros regímenes que han optado por el mantenimiento a ultranza del poder y el obstáculo del "no pasarán" a la alternativa, se han valido de estos y de otros instrumentos aún más agresivos para el control de la disidencia. En este guión de la invasión por el gobierno de las esferas de libertad que las democracias garantizan a los ciudadanos quedan aún otras parcelas a conquistar por los nuevos liberticidas. 


Constituirse en paradigma de la libertad en un país como es la España de hoy en día no es difícil, aunque requiere de un cierto arrojo ponerse a eso entre los corifeos que han convertido en el eje de su discurso político la demonización del opositor más que la explicación de sus presuntos aciertos.


Se parece bastante la estrategia de Ayuso a la de Sánchez en eso de achacar a la oposición sus errores, ocultando los propios. Sin necesidad de investigar otros hechos, la gestión de la presidenta de la crisis del Covid ilustra abundantes ejemplos de praxis que no podrían ser considerados como casos de éxito: el ático de lujo ocupado por ella durante dos meses; las comidas a más de 10000 alumnos servidas por la cadena Telepizza; la operación de propaganda de la apertura de un hospital en IFEMA, sin UCI ni laboratorios, gestionado por personal procedente de la atención primaria -algo así como hacer verdadero el dicho "desvestir a un santo para vestir a otro"-, y que zanjaría exultante la principal responsable de la región con esta sorprendente afirmación: "IFEMA ha demostrado que en los hospitales que tienen techos altos los pacientes sanan muy bien”; la rescisión de los contratos a los sanitarios de refuerzo en tiempo de Covid... la más grave de todas, sin duda, ha sido la negativa de la Comunidad a derivar pacientes ancianos con deficiencias a los hospitales públicos, en una práctica eugenésica que pensábamos historia a olvidar en los tiempos presentes. 


No deja de ser cierto que el capítulo que relata los errores en la gestión del Covid no sólo se debe achacar a la administración de la Comunidad madrileña. Ha incurrido en ellos el gobierno de nuestro menguante Estado y, ni para ellos ni para otras instancias de poder, se ha propuesto una comisión de investigación parlamentaria, como sí se acaba de montar para el examen del 'lawfare' además de las recientemente aprobadas en el ejercicio del espectáculo del “y tú más” que nos vienen proporcionando gobierno y oposición en el Congreso y en el Senado. Resulta evidente que, más que poner luz y taquígrafos a los casos dudosos, nuestra clase política no pretende otra cosa sino embarrar el terreno de juego y tapar sus vergüenzas a base de tierra húmeda en la que atrapar y neutralizar a los discrepantes en una larga lista que daría comienzo con los jueces, le seguirían los medios de comunicación más tarde y tendría continuidad con cualquier ámbito de la vida pública y aun privada, en el supuesto de que la actualidad y las ventajas políticas lo requieran.


Pero es que la presidenta de la Comunidad madrileña -preciso es reconocerlo- cuenta también con aciertos en su gestión. Díaz Ayuso expresa ideas simples sobre la base de valores diáfanos, resaltando las virtudes de su modelo de gobierno, liberal y cosmopolita, y confrontando siempre a Sánchez, más que a sus rivales directos, según ha escrito Miguel Ángel Martínez Meucci.


Este último inciso resulta clave. La política nacional tiene tal importancia en Madrid que lo que ocurra en el Ayuntamiento o la Comunidad pasa desapercibido por lo general. La elección como rival del inquilino de la Moncloa, al mismo tiempo que desprecia con un manotazo a su oposición natural en la asamblea, se ha convertido en una clave de éxito, en la que ha 

caído en no pocas ocasiones el presidente del Gobierno. 


La combinación de su habitual desparpajo con su oposición a Sánchez ha permitido a Ayuso reducir a Vox a una situación marginal, dada su mayoría absoluta. 


No sirve desde luego esta estrategia para las demás Comunidades Autónomas en las que el PP ha obtenido mayorías simples, o que se convierten en absolutas con el apoyo del partido de Abascal. Y la razón es que el resto de España no rompe olas como en la cosmopolita Madrid. A lo que se une la apuesta del partido conservador por un acusado regionalismo, cuando no un nacionalismo "light", producto del desarrollo de un Estado de las autonomías ávido de transferencias como las concedidas a las regiones más favorecidas por los dos partidos en los sucesivos pactos de investidura. En este contexto, el implacable discurso de Vox proporciona a este partido una fidelidad de voto que, hoy por hoy, resulta irrebatible. En eso consiste -a mi modo de ver- el síndrome del "elefante en la habitación" que no sabe resolver el partido presidido por Feijóo y que condiciona sus mayorías en el momento presente y en el futuro.


Pero Sánchez parece no estar dispuesto a seguir entrando al trapo que le tiende Ayuso, aunque no hacerlo así no supone en absoluto que el presidente del gobierno no vaya a intentar debilitar a ésta, que se ha convertido en una peligrosa rival para él. El procedimiento -sibilino, como acostumbra- tiene que ver de modo inevitable con el reparto de los fondos. Como han escrito Pedro Herrero y Jorge San Miguel (Extremo centro): "tarde o temprano se planteará una modificación de la financiación autonómica cuyo objetivo será limitar la capacidad competitiva de Madrid". 


La respuesta a esta más que probable eventualidad la sugieren los mismos autores: "o Madrid genera una coalición a su alrededor, o acabará pagando el pato de las alianzas de la izquierda española. Madrid debería tejer una red de alianzas regionales, alianzas que tengan un nombre y una identidad, que incorporen aspectos normativos como el mutuo reconocimiento de licencias o de currículos educativos, que unifiquen el examen de la EBAU... Hay que sentarse a pensar y poner cosas en marcha".


La potencia del gobierno regional del PP, unida a una estrategia de oposición nacional que no se confunda con las maniobras de distracción en las que resultan tan hábiles los socialistas, y un entendimiento con Vox que defina los campos de juego y articule una alternativa inteligente con este partido -como ha hecho el PSOE con Sumar-, nos podrían garantizar una alternativa política que -a falta de una potente formación de centro liberal- ayudaría al menos a revertir la peligrosísima deriva por la que España está transitando.

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