viernes, 12 de abril de 2024

Y el Fénix se puso la camiseta del Athletic

 Corría el año 1983. Los ayuntamientos de España se habían visto renovados después de las elecciones municipales. En el de Bilbao, fui elegido concejal en las listas de Coalición Popular, por Unión Liberal. Apenas había cumplido los 28.


Además de concejal, era director de la agencia de seguros Maura y Aresti, representantes provinciales de La Unión y el Fénix Español. Mi decisión de abandonar las oposiciones al ingreso en el cuerpo diplomático se producía toda vez que un pistolero de ETA acribillara a balazos al socio de mi padre, Enrique Aresti, en un descansillo de la misma oficina de la Compañía en el Arenal de Bilbao.


Una tarde de ese año 1983 tomaba una copa en la cafetería Iruña (de la Villa bilbaina) con un agente de la compañía que nuestro director comercial, Carmelo López de la Hoz, había reclutado poco antes. El nombre del agente era Ricardo Eguibar. 


Reconozco que nunca he sido aficionado al fútbol, más allá de una fallida, solitaria y breve temporada como socio de un club que creo que en aquellos tiempos disputaba lo que entonces era la tercera división (el club era el Indauchu). Sin embargo, enardecido por la labia del ocurrente colaborador de la compañía y al calor de las cervezas que trasegamos, surgió una apuesta que ni siquiera lo era: carecía ésta de contenido económico.


Recuerdo que el Athletic iba primero en la clasificación de la Liga, además de que siempre se había distinguido por su capacidad de ganar la Copa. Así que Eguibar me dijo con toda la gravedad de la que se veía capaz:


- El Athletic va a ganar la Liga, ¿qué te apuestas?


No tenía que apostarme nada -creo que le dije-. En realidad, no me molestaba en absoluto que así fuera. Lo prefería, incluso. Y así se lo hice saber.


- Y si gana la Liga también podría ganar la Copa... -continuaría Eguibar, haciendo una singular premonición.


Me pareció altamente improbable ese doblete, pero asentí. Cosas más raras se habían visto...


- Y si eso sucede... ¿a que no te atreverías a poner al hombre del pájaro con la camiseta del Athletic? 


(Dos apuntes necesarios: el agente no pronunciaría la palabra "atreverías", utilizó en su lugar otra expresión que el avisado lector ya habrá adivinado; el segundo, "el pájaro" era, en realidad, el Ave Fénix).


Recogí inmediatamente el guante. Así lo haría, le aseguré.


Parecía imposible, pero el doblete se produjo al fin.


El lunes siguiente a la consecución del espectacular evento deportivo, acudí a la oficina tratando de poner orden a mis confusas ideas al respecto. Quería cumplir con mi compromiso, pero desconocía cómo hacerlo.


En esas dudas me encontraba cuando no tardaría en recibir una llamada de la telefonista:


- Es Ricardo Eguibar...


Atendí su llamada. Como era lógico, el agente me recordaba el acuerdo que habíamos suscrito verbalmente en la cafetería Iruña. Le dije que estaba en el asunto.


Había en ese Bilbao de los años 80 del pasado siglo una especie de experto en todo tipo de lides. Disponible, afable y colaborador en todo momento, Kiko Mochales era director comercial de El Corte Inglés. Lo que no pudiera Kiko ningún otro sería capaz de hacerlo.


Pedí que me comunicaran con él. Se puso al teléfono. Le expliqué el problema. Le hizo gracia y le pareció bien, pero él carecía de operarios que pudieran vestir a la estatua. Eso sí, se ofrecía a confeccionar la parte delantera de la camiseta del Athletic. 


- La parte trasera no importa -convinimos ambos-. No se va a ver.


Una de las tareas ya estaba hecha. En 24 horas tendríamos lista la tela. El Corte Inglés se haría cargo de su confección sin coste alguno.


Resuelto el asunto del vestido quedaba pendiente el de los vestidores.


No sé muy bien si la idea fue mía, de Mochales o de algún tercero, pero finalmente me puse en contacto con el servicio municipal de bomberos. El cuerpo se avino con carácter inmediato a concretar la operación.


Y así ocurriría. Veinticuatro horas después, una alta grúa depositaba a un par de bomberos a la altura de la estatua del Ave Fénix, cubriendo la parte anterior de su cuerpo y sus brazos con la camiseta que previamente les habían entregado desde los grandes almacenes. De ese modo, antes de que la acostumbrada gabarra subiera por la Ría y llegara al ayuntamiento de Bilbao para recibir desde su balconada el aplauso de los bilbainos, el emblema de la Compañía de seguros, que coronaba todos sus edificios de representación en España, se vistió la camiseta del Athletic. 


Como final de esta bilbainada les contaré que ni siquiera pedí permiso a los directores centrales de la entidad. Evitaba así una posible negativa de tan circunspectos señores, aunque supongo que cuando vieron las imágenes en televisión y en la prensa de Madrid (ABC, por ejemplo, publicaría una fotografía) se sonreirían ante la publicidad gratuita y simpática de esta historia local.


Quede registrada la anécdota para el recuerdo.

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