miércoles, 12 de septiembre de 2012

Intercambio de solsticios (443)

El teléfono sonaba y sonaba. La paciencia de Jacobo Martos, otrora infinita, se estaba agotando. A veces, el presidente -ahora efectivo- de la Junta de Chamartín, llamaba a Santiuste para saber si este disponía de otro medio para conectar con su homologo en Chamberí. Era quizás la tercera, si no la cuarta de esas llamadas, cuando el sub-jefe de la policía, su único subordinado, le contestaba: - Como no quieras que vayamos a su casa... No, eso no sería lo más conveniente -pensaba Martos-. Se perdería demasiado tiempo en la operación y, además, nadie sabia muy bien donde vivían los jefes de los otros distritos. Así que preguntaba a Román -no sin cierta prevención: no fuera que se le revirase el único aliado de que disponía: - ¿Y qué puedes saber de Cristino... Creo que se llama así? - ¿Romerales? ¡Coño! ¡Si tenemos un teléfono rojo de comunicación! ¡Se me había olvidado! De modo que Santiuste marcó el numero del consejero de interior de Chamartín, pero ese teléfono repetía su soniquete todas las veces posibles, aunque sin respuesta. Paralelamente, Martos lo seguía intentando con Sánchez. Y, en un momento determinado, cuando ya estaba a punto de arrojar la toalla, una voz grave y en apariencia cansada, respondía: - ¿Quién llama? - ¡Juan Antonio! ¡Qué alegría poder halar contigo! ¡Por fin! - ¿Quién eres? -respondió la misma voz apagada. - Perdona, Juan Antonio. Soy Jacobo Martos, el... - Jacobo... Había pensado llamarte... Esta noche... Hace unas horas... Pero... - Pero... ¿Qué? - Perdona. Aún me estoy despertando. Lo que quiero decirte es que me habían disuadido de hacerlo... Dicen, espero que no te moleste lo que te voy a decir, Jacobo... - Dime lo que creas necesario... - ... Que no contabas nada ya en Chamartín. - Bueno. En realidad he sido En todo momento presidente de esta junta. Aunque debo reconocer que ayer mismo, por la tarde, he pasado por ciertos apuros. - Creo que mi información era buena entonces -contestó Sánchez, n sin pavonearse ligeramente de sus buenas redes de inteligencia. - Pero tengo que informarte de algo, Juan Antonio. - Tú dirás. - Que se ha ensayado un intento de toma de la sede de tu distrito... Sánchez dio un breve respingo. Recuperado del cual, comentó: - Algo sabia de eso. Indirectamente, pero sabia algo. - Quiero decirte que está parado. - ¿Ah, sí? - Tienes mi palabra, Juan Andrés. Podéis estar tranquilos. - Con tu palabra me basta, presidente. Muchas gracias.

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