- Gracias, Embajador –dije a ese hombre de tez morena, buena altura y traje de chaqueta gris sin corbata..
- ¿Cómo ha dicvho usted? –me contesta al cabo de un rato.
- Que muchas gracias, Embajador.
El aludido sonríe y dice a continuación:
- Yo soy un simple funcionario de la embajada de la República Árabe Saharaui Democrática en Argelia, pero estoy encantado de atenderles.
Observo de reojo a Carlos Rey que camina a poca distancia de mí. “Este es el Embajador”, me había comunicado con seguridad inexorable.
- Entramos en un 4x4 en el que ya están instaladas tres personas. Yo me siento en la parte trasera del vehículo, donde se encuentra una persona de color. Le pregunto que de dónde es y me contesta que de Nigeria, para a continuación narrarnos las dificultades de su travesía desde Lagos –pronuncia “Legos”- Estambul y Argel. Las carreteras del aire te hacen recorrer a veces trayectos insospechados hasta que te dejan en tu destino.
A la izquierda de Carlos, dos hombres departen animadamente. Uno de ellos es chileno, el otro nicaragüense. Tendremos oportunidad de conocernos más tarde.
¿Qué hacemos en el ese sólido coche, lanzados por entre el tráfico imposible de la ciudad de Argel –a pesar de que es viernes, día de fiesta en los países árabes? La respuesta se encuentra en este mes de agosto, Carlos Rey, llegado de sus vacaciones y quizás relajado a causa del escaso trabajo que conlleva el estío madrileño, me llamaba para advertirme de que me haría llegar un correo.
- Nos invitan a participar en una conferencia que el Polisario va a organizar en Argel el próximo mes de septiembre –me dijo-. Vamos… que se la pagarán los argelinos, porque ya se sabe que lo suyo no es manejar demasiados recursos –añadía.
Habíamos visitado el territorio del Sahara en el mes de febrero pasado. De allí volvíamos con un doble regusto: por una parte dulce, el de haber integrado en nuestros rendidos organismos todas las sensaciones vividas en compañía de un pueblo encantador, sencillo, que vive apenas con lo justo y que ofrece la sonrisa de su felicidad frente a todas las contrariedades; por la otra el amargo, nos preguntábamos qué más se podía hacer -qué más podíamos nosotros hacer- para resolver, sin sustituir a nuestros hermanos saharauis, sus problemas.
El Polisario se encuentra sometido también a un difícil debate. Treinta y cinco años después de producidos los vergonzantes “Acuerdos de Madrid”, en que la decrépita dictadura del general Franco entregaba a Marruecos y Mauritania un territorio que nuestro país debía haber sometido a un referendum de autodeterminación, hay ya una generación larga que ha nacido y crecido en los campamentos de Tinduf, en el territorio cedido por Argelia a los saharauis. Miles de personas que se preguntan aún por su futuro y que cuestionan a sus dirigentes por la política diplomática que están desarrollando. Es un debate que no se ha resuelto aún. Su Congreso, previsto para este mismo año, se ha retrasado hasta el próximo. Las cosas no están para acuerdos, por lo visto, y la brecha se ahonda por momentos en el heterogéneo movimiento para la liberación de ese vasto territorio.
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2 comentarios:
Llevar cuidado salir en grupo y no os alejeis demasiado. Nos tiraron piedras ¿porqué?, ¿aún no sabes que nuestro gobierno cede éste territorio a Marruecos?, deberia saberlo pero quizás mañana lo sepa, hoy tengo otros problemas.
Interesante aspecto sobre la esperanza saharaui versada en que algún día (esperemos que próximo) sus ansias de libertad serán garantizadas, donde la amenaza de ser deglutidos por la entelequia del Gran Marruecos sea cosa del recuerdo.
Resalto la mezcolanza de nacionalidades del relato, poniendo de manifiesto que gente de todo el planeta apuesta por un Sáhara libre.
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