Jorge Brassens ordenó los papeles que le había entregado su amigo y se los devolvió. “Il Tempietto” era ya el escenario de un devenir icesante de camareros recogiendo los últimos platos, limpiando las mesas y preparándolas para la cena. Y de sus miradas que rogaban el pago de la cuenta y la salida del establecimiento de aquellos recalcitrantes clientes.
- Es interesante –declaró Brassens-. Pero parece que la chica estaba dispuesta a contar más cosas…
El señor equis dio otra bocanada a su segundo cigarro puro de la tarde antes de contestar:
- Sí. En realidad ya lo dice en la cinta. Ella quería hablar de otros asuntos. A mí lo que en realidad me interesaba era que me contara su relación con el mundo de la brujería, sus espíritus… pero a estos por lo visto no les gustaba demasiado que ella se explayara al respecto…
- ¿Me quieres decir que no intestaste que continuara Adelfa con su narración?
- - No hubo caso –repuso el señor equis-. Después de un tiempo dejamos de vernos –contestó el señor equis vagamente.
- - ¿Y se acabó con ella? –preguntó Brassens.
- No del todo…
Brassens sonrió ampliamente.
- Intuyo que estás equivocado… -dijo el señor equis.
- ¡Pero si no he dicho nada!
- Tu gesto te delata. En realidad me llamó ella. Quería verme. Estaba en una peluquería de mala muerte, cerca de la Plaza de España, en esas callejuelas que hay a la derecha según se va desde Alcalá…
Brassens no conocía esos lugares.
- Fui a verla. Estaba con otra negra. Bastante fea de cara, pero que tenía un cuerpo escultural. Una clienntela de tres al cuarto, a tono con el local.
- - ¿Y qué te dijo? –preguntó Brassens.
- La chica era lo que era, y yo lo que soy. Ya comprendes. Quería viajar a Gabón para comprar ahí cosas para su peluquería. Y que yo financiara su viaje… y las compras.
- ¿Puedo saber lo que hiciste?
- Desde luego. No le prometí nada. Y al cabo de unos días me ofrecieron unas condiciones diferentes en mi línea de móvil y las acepté. Por supuesto cambié de número.
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2 comentarios:
Sabes a mi no me importa que seas blanca negra o amarilla lo que realmente me importa es que me acompañes alla donde esté.
que bien escribes, hubiera seguido leyendo...
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