Este verano, instalado en el cómodo refugio de mi casa de Burguete, hacía una llamada a mi amigo italiano Alfonsode Virgilis. Quería conocer, para mi programación de un otoño que amenaza con resultar intenso, si tenía previsto montar para este año la correspondiente organización de sus premios Galileo 2.000 en la espectacular ciudad de Florencia.
- No será para este año –me dice Alfonso desde el barco que surcaba en esos momentos las aguas de Cerdeña-. Pero estaré en Barcelona el 3 de septiembre y espero que me invites a cenar.
Alfonso de Vrigilis es un hombre que nunca me ha dejado de sorprender. Lo conocí hace más de 20 años en Washington, en el curso de una reunión entre agentes de seguros europeos y estadounidenses.
- De eso hará por lo menos 20 años –me dirá en Barcelona.
- Si no más –digo yo.
Después, la vida nos ha reunido en Bilbao, Roma, París, Bruselas, Amsterdam, Madrid… y, por supuesto, Florencia, donde siempre vuelvo encantado, con el simple propósito de sumergirme en sus calles –síndrome de Stendhal incluído- , visitar mis cafés preferidos y saludar a los amigos que allí me quedan. Alfonso, siempre, es uno de ellos.
Alfonso de Virgilis me cuenta que ha sido candidato del Partido Radical italiano para gobernador de la región de Toscana. Y que este partido organiza una reunión Barcelona que puede resultar de mi interés.
Así que doy comienzo a las gestiones informativas correspondientes. Hablo con Rafa Villaró –organizador de la reunión por el Partido Radical en Barcelona- y este me dice que, en España, este partido es más bien una ONG. Y que considera que nuestra presencia en la reunión es perfectamente posible.
Siempre he tenido simpatía por la gente del Partido Radical italiano. Conocí a Emma Bonino en el curso de la visita que una delegación del Partido Popular del País Vasco hacía a las instituciones euopeas en Bruselas. Recuerdo bien lo que nos decía Marcelino Oreja respecto de ella:
-¿Vas a entrevistaros con Emma Bonino? Es una mujer que siempre está dispuesta a echar una mano.
Me pongo en comunicación con Rosa Díez y ella me autoriza a encontrarme con los radicales en Barcelona. De modo que solicito una invitación formal que recibo pocos días después. En el crreo en que envían el orden del día de la reunión aparecen los inscritos. Entre ellos hay otro conocido, el diputado nacional por CiU, Jordi Xuclá.
Barcelona es ese primer fin de semana de sptiembre un hervideo de gente. Jóvenes, mayores e intermedios invaden sus calles y las Ramblas forman una manifestación heterogénea que reivindica todos esos derechos inalienables del ser humano: a vivir, a pasearse libremente… el derecho a la pereza, que reclamaba Georges Moustaki en una de sus conocidas canciones.
Y Barcelona es, en esa sala Mirador del Centro de Cultura Contempránea, un mosaico de colores, razas, países que se unen convocados por los radicales italianos con el objetivo de luchar por los derechos humanos.
Cuando llego al local está tomando la palabra Marco Panella, que es un el estandarte –junto con Bonino- de ese partido. Panella es un hombre que se encuentra en la estela de los ochenta años. Algo encorvado ya, sigue siendo persona robusta y permanece en él la estela de lo que ha sido seguramente un tipo humano impactante. Vestido con su terno azul marino, sorprende su pelo recogido hacia atrás, que culmina en una coleta que sujeta a la base trasera de su cráneo. Tiene la pinta de haber salido de las calles de París en los finales de los ’60, aunque luego la vida le ha dicho que no todo son vaqueros y ropa “casual”.
Y cuando uno escucha sus palabras –las de Panella y las de sus compañeros- recuerda esa pintada en los muros de París que, más o menos decía:
- Sed realistas. Pedid lo imposible.
Y en eso nos parecemos bastante a ellos. Nos hemos propuesto también nosotros la tarea de modificar el estado de las cosas hasta un punto que muchos de nuestros amigos aseguran que caemos en la utopía. Pero la utopía es ese cementerio de las ideas que siempre resucitan cuando todas las viejas prácticas se han vuelto inútiles.
Veo a Xuclá. Me saluda y me dice en lo que no sé si interpretar como una llamada de advertencia:
- Aquí estoy con esta buena gente. Llevamos con ellos muchos años.
No sé qué papel ienen los nacionalistas catalanes en esta organización. Luego me dirán que no están en ese partido en su versión transnacional. Xuclá intervendrá después –en catalán, idioma que no está previsto en la traducción simultánea- reivindicando el reconocimiento de Kosovo.
Pero los radicales son más universales que nacionalistas, aunque en ese cesto de frutos diversos que es su partido caben todo tipo de ideologías, por lo visto.
Siempre atento, Villaró me presenta al presidente de la reunión, Marco Perduca, a quien refiero rápidamente lo que consiste nuestro partido.
- Creo que sería conveniente que se dirigiera usted al Consejo –me dice.
Están algunos de los presos cubanos recientemente liberados. Su voz sonará de forma contundente en esos salones barceloneses. Cuba está en el primer lugar de la agenda de los derechos humanos. No existe entre este radicalismo en marcha la complacencia de otros frente a un régimen simplemente salvaje y violador de las libertades, como ocurre con mucha gente de la izquierda en España.
Alfonso de Virgilis llega a la reunión bien entrada la mañana del sábado. Ha tenido que levantarse a las 5 de la madrugada para tomar un avión desde Atenas –la noche del viernes había asistido al cumpleaños de Irene Papas-. En el momento en el que se acerca a mí estoy conversando con Tony, un ex preso cubano que fuma un pitillo antes de entrar a comer.
De Virgilis viste camisa clara y pantalones de color rosa -¿fucsia, tal vez? Me propone que comamos juntos, pero no en el lugar previsto por la organización. Lo hacemos en un la terraza de un bar cercano, donde le hablo de mi intervención ante el Consejo. Marco Perduca quería que él estuviera presente durante mis palabras. Yo le pido más: en razón de nuestra antigua amistad le pido que sea él quien me presente ante el Consejo. Alfonso se resiste: nunca ha hablado en un acto interno del partido. Pero luego se lo piensa mejor y me pide que le esboce por escrito un pequeño curriculum particular. Luego él verá. Esas son sus palabras, pero la realidad es que lo va a hacer.
Vuelvo a la sala. Las intervenciones de los miembros del Consejo y de algunos invitados se suceden. Hay una pausa para el café y Perduca da la palabra a Emma Bonino.
Emma es una mujer frágil, pero sólo en apariencia. Comienza su intervención aludiendo a una expresión que se acaba de producir por parte de algún orador. “Es un proyecto luminoso”, afirmaba el iterviniente. Y a Bonino le ha parecido una bella idea. Luego desgrana su intervención respecto de los derechos humanos que se conculcan a diario y se referie en especial a Africa. Según dice, de la misma manera que el derecho llama al derecho, las malas políticas llaman a malas políticas. Para ella el próximo congreso del Partido Radical Transnacional y Transpartito no violento –que así se denomina en su integridad esta orgaización- debe realizarse en ese continente. Hay un enorme respeto e interés de los asistentes a lo largo de su intervención.
Luego, el presidente concede la palabra a Alfonso de Virgilis. Este comienza refiriédose al mundo de las cárceles en Italia, que ha tenido la oportunidad de conocer a lo largo de su reciente campaña electoral. Dice que es muy importante que se haga un esfuerzo para que los penados trabajen, mantengan su tiempo ocupado.
Después me presenta. Se hace un pequeño lío con la nota que le he presentado, de modo que se diría que yo empecé en UPyD… ¡hace 25 años! Y que he vuelto a este partido en el año 2.007. En todo caso se trata de unas palabras amables y sentidas que me proporcionan la palabra.
Yo explico la breve historia y los propósitos generales de nuestro partido. A mi conclusión Perduca me –nos- desea suerte.
Después, Alfonso me presenta a Marco Panella. Es un hombre afectuoso que me pregunta por el “otro Fernando”. Se trata de Fernando Suarez –ex ministro de Trabajo- que es amigo de de Virgilis. Me dice Panella que cuando aquel era miembro del Parlamento Europeo votaba todas las resoluciones presentadas por el Partido Radical. Y lo hacía con la cobertura de Manuel Fraga, quizás –me dice- porque el entonces presidente de AP le conocía y sabía de su lealtad y que esta estaba muy por encima de la que le dispensaban sus propios correligionarios. Me pregunta por su situación actual y yo le digo que es senador por representación autonómica.
A la salida de la reunión, uno de los jóvenes que según me dicen tiene una importante influencia en la organización me sugiere la posibilidad de un encuentro entre las dos organizaciones. Me enviará sus coordenadas.
El domingo, el orden del día está previsto para las conclusiones. Estas se adoptan por unanimidad de los miembros del Consejo. Panella interviene para agradecer lo que considera que no ha sido una reunión “a la búlgara” y se despide el encuentro.
Lentamente, los miembros de ese partido que viene a ser una proyección de los radicales italianos y que –como ya me advertían- se parece más a una ONG que a una organización política en el sentido más habitual, los asistentes van abandonando el salón Miramar del Centro de Cultura Contemporánea. Hay ahí italianos y europeos del centro y este, africanos, camboyanos y cubanos, y hasta un chino: una especie de nueva Torre de Babel que tiene su centro neurálgico en Roma y quiere hablar esperanto, aunque se expresa mayoritariamente en italiano. El año siguiente hay una cita en el Congo, para su Congreso.
Esa tarde, antes de tomar el Ave y después de una visita turística a la Sagrada Familia, tomamos un café Alfonso y yo con Marco Paella. Este vuelve a las mismas preguntas que el día anterior: Suarez, Fraga… “Es que a Fraga le parecía que mis corbatas eran las más elegantes de todo el Parlamento Europeo”, asegura. Y mantiene luego un diálogo vivo con su primo. Es una relación que se diría de un hermano mayor respecto del hermano de inferior edad.
- Tú eres muy inteligente, además de hipersensible –le asegura Panella-. Yo soy bastante bruto: no comprendo demasiadas cosas, pero cuando me entero voy directo a por ellas.
Les dejo con sus cuitas. El AVE no espera.
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2 comentarios:
Siempre se encuentran personas bien intencionadas dispuestas a hacer el bien para el mayor número posible de ciudadanos.
Lo más positivo que encuentro en el relato es la mezcolanza de personas de diferente origen y manera de pensar. Lo mejor para ganar empatía y meterse en la piel del prójimo es viajar, por todo tu país, por todo el planeta. Así sí que se aprende.
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