lunes, 13 de septiembre de 2010

Intercambio de solsticios (86)

Bueno, mi marido entendió que había llegado a su fin. Pero no podía utilizar la violencia porque ya no tenía más fuerza. Mis espíritus de alguna manera le habían inutilizado, ya no tenía fuerza. Entonces es cuando a mi me permite hacer espiritualmente lo que me da la gana. Me construyó dónde curar a la gente, dónde iba a estar la gente que curaba, como un hospital, y empecé a curar a la gente. Pero en Libreville tenía yo mis enemigos, también, que era su propio padre, que no me podía ver, por problemas espirituales, y porque él había matado al único hermano que tenía mi marido, que solamente tenía hermanastros. Pero su hermano de padre y madre ya no lo aguantó su padre, para luego cobrar su indemnización.
Y, en mi mundo espiritual, ¿qué me gusta más? De todo un poco, porque ellos, primero me gustan porque sé el final de muchas historias; me gustan porque sin ellos no puedo vivir. Ellos son fuerza superior a mi. O sea, si yo pudiera rechazarlos… ¿cómo me quedaría? No lo sé. Pero ellos no me dan… Ellos no me dan ni opción de rechazarlos. Y están ahí, interpuestos. Quiera o no tengo que vivir con ellos. Porque, según ellos, yo ya había vivido en otra vida y todas esas historias.
Como dijiste que ibas a recoger los temas, que más te interesan, pues los desarrollamos más ampliamente. Si me dices qué es el que más te interesa.
En esta parte quisiera hablar de la matanza que yo vi cuando yo era la mujer de (…) ¿Qué vi en el primer paso? Pues, cuando me mandó él en la academia de los militares, la academia militar. Era para que yo practicase a tirar bien, todo tipo de armas. Estuve ahí dos años (…) meses. No me acuerdo muy bien. Tengo una memoria un poco fastidiosa.
No te lo vas a creer, pero este trabajo que estamos haciendo, a mis espíritus no les ha gustado mucho. Por eso me voy a limitar a decir cosas que no me perjudiquen a mi.
Entonces, cuando yo volví de ahí, era una mujer preparadísima. Él empezó pues, para decirlo de alguna forma, a despedirse de la vida. Porque, una vez que yo terminé de estar enferma y eso, se quedó él como inmóvil. Entonces, se sintió, empezó a sentirse, como diciendo, “te tengo que enseñar muchas cosas, que tú no sabes hasta hoy; porque eres tú quien va a quedar con mi fortuna; y de mis hijos, pues tú tienes que saber lo que he hecho, lo que sigo haciendo, lo que ha habido…”
¿Y qué pasa? Me enseñó dónde se compraba gente muerta, cómo los destrozaban, qué hacían con la piel de ellos. Algo que me había enseñado antes ¿no?, pero no tan directamente. Yo vi el sitio. Pieles de gente, torsos de gente. Yo vi dónde, al dar desaparecido a alguien lo matan y lo echan, a coger sus órganos. Yo vi cómo reparten el dinero. Yo vi cómo vienen a venderle el corazón de alguien que todavía está en la tierra. Me enseñó cómo… a ser corrupta. Me enseñó cómo él aprovechaba, de una forma u otra, el dinero del país.
A todo eso, yo ya tenía cambiada mi identidad, en esta otra. O sea, cuando me dieron la nacionalidad gabonesa, pues yo me llamo “Sandry”, pero yo me llamo “Enrila” y en la mili me llamaba Isabel. Él cambió en cada sitio mi nombre para que no descubrieran realmente quién soy yo.

1 comentario:

Sake dijo...

Porque tengas mi corazón y mis piernas no creas que correrás tan alto como yo, porque tu estás atado a la tierra.