Lanzarote, 2 de enero de 2003.
Querida Lorsen:
Ayer me sentía tan solo y tan triste que después de seguir las noticias de “Tele Cinco”me di un paseo hasta las diez de la noche: El mismo paseo que dábamos con Bècaud este verano pasado. Hasta llegar a la escultura de formas redondas, que toqué con la mano, de la misma manera que hacíamos, como señal de que había llegado el momento de retornar a casa.
Luego se presentaron Fran y Carol: Les habían robado en la peluqiería, la noche de Nochevieja. Me pidieron el aparato telefónico para conectarlo –el de la tienda se lo habían llevado los ladrones- y que diera la alarma si algún otro ladrón se intentaba colar.
Esta mañana me he levantado a las nueve menos cuarto –hora peninsular-. Me ha dado tiempo para casi todo. He hablado, por ejemplo, con Antonio Lorenzo. Seguro que para este momento ya ha organizado una cena en la que tú tendrás un puesto en la mesa. Vuelvo a llorar, guapa. Pero, te lo digo de verdad, ya no es la hora de la trampa ni del cartón: Tú estás bien,. Ahora simplemente estoy siendo un egoísta, y mis lágrimas, aún poseídas por tu recuerdo, se dirigen a mi.
Al regreso de mi paseo matutino por la playa he recibido la llamada de tu tío Julio Prado. Me propone organizar la presentación del libro “Sin perder la dignidad” en Toledo. Por supuesto que le he dicho que sí. Es otro homenaje que te hacen los que te quisieron, aunque lo dirijan a mi persona. Es posible que simplemente queden de ti las cenizas que conservo en nuestro apartamento de alquiler en Bilbao, pero pervive aún tu fuerza, el cariño que le ponías a las cosas –especialmente las que hacías por mí-. Es verdad que existe algún tipo de inmortalidad. Es la que termina con el olvido, y la gente se acordará por mucho tiempo de ti. De eso estoy totalmente convencido. Y vuelvo a llorar, y por eso apenas si percibo las teclas del ordenador.
Te decía ayer que para hoy te contaría lo que he pensado hacer con tus cenizas. Sabes que quiero conservarlas conmigo. Pero llegará un día en que vea que me van faltando las fuerzas y que me tocará también a mí la hora de desfilar de este barrio. Entonces, un amanecer, preferiblemente de un 28 de noviembre, me encaminaré hacia la playa de Matagorda. Justo al lado de un conjunto de rocas, en la zona en la que nos bañábamos juntos.
Ahí se irán todos tus restos. Bilbao fue finalmente una prisión para ti. Pero Lanzarote -y nuestros paseos por las playas del Puerto del Carmen- eran tu liberación.
Espero que la idea te guste.
Pero regreso ahora a la narración habitual. El 24 de diciembre, por la noche, puse el CD de villancicos tomados del programa que grabé en la casa de tu padre en 1984, la primera Navidad que pasamos juntos, casados. Cuando alguien cantó el “Ave María” me puse a llorar, y puse el volumen más alto, para así descargar plenamente mi emoción.
El 25 felicité a Kelly, que a su vez, me había llamado la tarde del 24. Me dijo que Dolores Aguirre estaba mal. Ingresada por una cosa bastante grave del corazón. Tiempo después hablé con IsabelLorsen, que ya estaba más tranquila. El día uno de enero, volví a llamar, como hacías tú por sus cumpleaños, pero no dí con ella. Estaba con su madre, que al parecer va recuperándose lentamente.
El 25 comí en casa de mi madre. Yo me había puesto un traje, pero el resto de la gente vestía simplemente de “sport”. Almorzamos en la cocina. Resultó triste. No habían querido hacer un esfuerzo especial. Además, mi hermano Jose se ha quedado imbuido del carácter inglés: Todas sus temas de conversación resultan triviales. Nos dieron las cinco y media viendo una parte de la película “Mars attacks” –que vi por primera vez contigo- y me fui al hospital, a ver a Pilar: Estaba dispuesto a pasar con ella el resto de la tarde, pero la niña se negó: estaba claro que asociaba mi presencia a la tuya en todos estos días, y que no aceptaba que tú no hubieras ido.
La Navidad de este año ha sido un horror.
El 27 tuvo lugar el último pleno del año: el de Presupuestos. Una vergüenza. No sólo porque Jaime no había llegado a la votación, sino porque caímos como unos pipiolos en la trampa que nos habían tendido los nacionalistas. Nos sobraron –al PSOE y al PP- unos cincuenta minutos de intervención. Con diez –quince, quizás- hubiera bastado para que llegara Jaime.
Este estaba destrozado. El abrigo puesto, a pesar del calor que hacía en las oficinas del grupo –en su interior hacía mucho frío, según nos aseguraba-. Sólo decía que iba a dimitir, al menos como presidente del grupo parlamentario. Le pedíamos que no lo hiciera. Yo, en concreto:
- Es algo totalmente desproporcionado, Jaime. Te basta con decir que has puesto tu cargo a disposición del grupo, pero que no hemos aceptado tu dimisión. Y pedir disculpas.
Pero ya sabes que Jaime es una persona muy tozuda, y sólo Aznar le convenció de lo contrario.
Fui testigo de la conversación. No le dejó completar una sola frase. Después de colgar nos dijo:
- Piensa lo mismo que vosotros.
En la rueda de prensa vino a decir –casualmente- lo mismo que yo le había propuesto.
María José Usandizaga me dijo que, si me parecía bien, iría de número tres en la lista de Eibar. Es un puesto de salida, me dijo. No es Tolosa, pero sí resulta un ayuntamiento más fácil. Cercano al límite con Vizcaya y gobernado por un socialista. Además me llevo bastante bien con Regina Otaola, que es la portavoz y que, según Carlos Urquijo, va para candidata número uno a Juntas.
El 29 tuvo lugar la comida que le ofrecen todas las navidades a José Ramón Recalde y a Patxo Unzueta. La organizadora es –como siempre- Chelo Aparicio y estaban, aparte de los mencionados, María Teresa Castells –que es de Busturia, y les conocía mucho a Fernando Gondra y a mi tía Mariví-, también a Jorge Semprún-, Javi Corcuera, Ander Landaburu –director de “El País” en la Comunidad Autónoma-, Rafael Aguirre –un cura que publica en “El Correo”, y que se quedó muy impresionado con la noticia de tu fallecimiento y de nuestras circunstancias-, Santiago González, Florencio Domínguez –que es el periodista que más sabe sobre ETA- y alguno más. Lo pasamos muy bien. Seguramente resultó el acto más agradable de esta Navidad.
También estaban Ana Iríbar –la viuda de Gregorio Ordóñez- y su novio –Iríbar, también- que es corresponsal de TVE en Méjico. Resulta paradójico hablar con ella sin referirse a su marido. Sólo me permití preguntarle por su hijo.
- Ya tiene nueve años –me dijo.
El día 30 tuvo lugar una reunión con la gente de ¡Basta Ya! Rosa Díez estaba preocupada. Decía que si Zapatero no la apoyaba públicamente –se había ausentado de una votación para la creación de una comisión de investigación sobre el petrolero “Prestige” en el Parlamento Europeo- dimitiría como portavoz. Yo le dije que no hiciera semejante cosa. Que en estas ocasiones es mejor que te dimitan. Luego comimos en un “restaurant” que han abierto en la calle de la Torre, a dos pasos de donde vivíamos. Resultó agradable. La mayoría se fue a tomar una copa, yo volví a casa: Me faltaba por preparar alguna cosa del viaje a esta isla y arreglar las cuentas del mes con Mari Paz.
Así hemos llegado al final de este período de narraciones. Se cierra el círculo entre el pasado y el presente. Pero irán ocurriendo otras cosas que te seguiré contando. ¿No fuiste tú mi confidente durante dieciocho o diecinueve años? Pues creo que lo seguirás siendo –o sufriendo.
Me despido, por ahora, con el mayor de mis besos y mi recuerdo que permanece en tu persona, mientras observo la foto que tengo en esta mesa. Ahora mismo me voy a Arrecife a hacer algunas gestiones. Mañana te contaré qué tal ha ido todo.
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1 comentario:
Escuchar ¿es permanecer en silencio?, no porque ahora te hablo y tendre que esperar mucho tiempo hasta saber si me oiste. Si ahora supiera que no me oyes moriria.
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