Total, que estaba comentándolo a mi madre. Las dos veníamos del río andando. Cuando llegamos a casa, voy a cambiarme a la habitación (…) a la cocina. Los dormitorios son dos casas distintas. La cocina es aparte, los dormitorios y el comedor son pieza aparte. Pero, lo que es la cárcel (?) de Palaba (?) que es donde se reúnen los hombres para tratar sus temas, pues también es otra cosa. Bueno, total, entro en la habitación, o sea, abro la puerta de la habitación, y lo que yo vi, al querer entrar en la habitación, pues no puedo describirlo con palabras. Simplemente puedo dibujar los colores. Coger un poquito lo que yo había visto, porque tampoco, es que como era un poco oscuro, porque las seis ahí son un poco oscuras, o sea, las seis es ya hora un poquito oscura, ya no se ve tan bien, tan bien. Pues pasó eso, que, lo que yo vi ahí, solamente puedo explicarlo a alguien que sabe dibujar, o alguien que me haga dibujarlo, con palabras, desde luego, no puedo explicarlo.
Grito: “¡Mamá, mamá! ¿Qué es esto, mamá, qué es esto?” Preguntándole yo a mi madre. Y luego, a querer salir corriendo para la cocina. Y mi madre, que quería venir a ver lo que yo tenía, al querer salir corriendo se tropezó con la puerta y cayó, y yo, al querer salir, se me inmovilizó toda la parte de abajo, y una de las piernas se me arrodilló, y esa rodilla se hinchó hasta cinco quilos.
Me dolió muchísimo. Mi madre me dice: “Levántate y ven, deprisa”. Y digo: “Pero mamá, no puedo. Bueno, ahora voy”. Cuando llegó y vio que estaba hinchadísima, en segundos, estaba tan hinchada la rodilla, se rompió a llorar. Y gritando: “¡Que alguien nos ayude, que alguien nos ayude!” Y mi padre que bien, que es el único que estaba: “¿Qué pasa ahí, qué pasa?” Dice mi madre: “¡Que alguien nos ayude!” Dice: “¿Qué pasa?” “¿No ves a la niña? Mírala, mírala”. Y miró así, y él, en vez de lamentarlo, dijo a mi madre: “Llévala a la curandera Pilar que está aquí muy cerca”. Y, claro, qué pasa, que esa curandera era de la familia de la mujer que mi padre acababa de casarse con ella (?) Y le había dicho a esa curandera: “Si viene mi mujer aquí con mi hija, pues no le curas. Y si le curas ya verás que te meteré en la cárcel”. Y dice: “Pues si puedes matarla, mejor que mejor, y si no no la cures”. Fui ahí, y cuando mi hermana, la que estaba ahí curándose, me vio entrar, dijo: “(…) acabo de dejarte ahora mismo buena, y ¿qué te pasa, qué te pasa?” Y, llorando, todo el mundo, llorando.
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