miércoles, 16 de junio de 2010

Intercambio de solsticios (61)

OU ILS SONT LES NEIGES D'ANTAN?

Lo preguntaba, creo, François Villon,
Pero confieso más bien que conocí/
Ese bello poema/ En la voz monótona,
Inmisericorde, iconoclasta, de Georges,
De Georges Brassens, por supuesto.
Las nieves de antaño evocan los paisajes
De la Arcadia feliz, en la que sin embargo,
Nunca fuimos felices/ ¡ni falta que hacía!
Éramos jóvenes, simplemente,
No “críos”, perdona, como dijiste,
Quizás empeñada en ocultar esos años,
En que algunos de mis amigos
Y algunas de tus amigas,
Ensayaban los picos en los labios,
Y los chicos- se permitían apoyar sus brazos,
“Sobre los hombros de sus chicas;
¡Estaban ligados!
Y hoy evoco, en tu entrada en este bar,
Tu misma cara, tu mismo pelo rubio,
Nieves de finales de agosto,
Pero alguna arruga mía, ¡ay!
Lo mismo que yo tengo bastantes pelos menos.
Pero recuerdo, especialmente, aquel antro
-Entonces se les llamaba “pubs”
Que tenía un reservado, escaleras arriba,
Y que, con un modesto “destornillador”
O un -aún más modesto- Kas de naranja,
Nos permitían pasar toda la tarde,
Fumando, haciendo que nos besábamos,
O simplemente languideciendo -como era mi caso.
Yo había escrito unos poemas “Para Nieves”,
Y me los habían pedido todas tus amigas,
Todas, excepto tú/ Así que borré cuidadosamente tu nombre,
Y lo entregué al benévolo veredicto de ese grupo,
Y todas se lo leían en una semana,
Hasta que llegú el turno de la última,
Que tardó al menos tres semanas en entregarme las cuartillas,
Escritas con mi desigual letra de adolescente.

Estoy convencido de que esas tres semanas,
Fuiste tú, la que leías y releías mis torpes poemas,
Porque luego te sentabas a mi lado,
En esas interminables tardes de los sábados
O de los domingos/Pero yo fui siempre un tanto tímido,
¡Vamos! Exageradamente vergonzoso.
Y tú te levantabas del asiento,
Una gomaespuma forrada de “skay”,
Y decías en voz lo suficiente”emente audible:
“Ni siquiera me ha hablado”.
Pero quiero pensar, hoy/Después de tanto tiempo,
Que yo Nieves te hablaba con mis desmañados versos,
Y ya no era capaz de articular palabra alguna más.
Hoy que surges, a la manera de Villon-Brassens,
Nieve de antaño, brisa fresca.
Me dices que me sigues en el Parlamento,
Y no rehuyes el contacto
De mi pierna en tu pierna,
De tu brazo en mi brazo.
Y mientras que Juan lanza su interminable perorata,
Tú me dedicas el eterno instante de esa copa de vino,
Y te muestras encantadora,
Como reviviendo aquellos tiempos,
Que, ¡ay!, por no ser, fueron,
Por no ocurrir, ocurrieron,
Por no besar, besaron,
Por no amar, dejaron indemne el secreto del amor:
Las nieves como tú, Nieves,
Como ese amor que apenas imaginaba,
Viven mejor en el bello recuerdo de la conjetura
Que en la sórdida memoria , tantas veces concupiscente.
Y la nieve de antaño vuelve a mí,
Tan blanca, tan pura, tan virgen,
Que tu brazo y mi brazo,
Y mi pierna y tu pierna
Y tu suave caricia en mi espalda,
Me dicen que esos versos sirvieron de algo,
Y que tú y yo seguimos ligados a esos días,
Y que el olvido nunca existirá entre nosotros.

Bilbao, 3 de septiembre de 2002.

1 comentario:

Sake dijo...

D. Fernando es un bonito poema capaz de conmover y hacernos pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor.