lunes, 1 de febrero de 2010

Jornada de peurtas abiertas e inauguración de la sede de Zamora de UPyD

Vengo con satisfacción a cumplir con un deber voluntariamente asumido además. Lo sabe José Luis Díez. Y no sólo lo sabe, sino que me lo ha reclamado. Y yo cumplo con mucho gusto con ese compromiso.
Todavía recuerdo aquella simpática jornada de pre-campaña electoral para las europeas, aquí en Zamora. Recuerdo una floristería que tenía un reclamo de flores de todos os colores y de un cartel magenta de UPyD, recuerdo los repartos en la calle y en una feria en que –por cierto- alguno de los políticos locales empezaba a inquietarse ante nuestra presencia y, si no estuvo a punto de avisar a la policía para que nos desalojara, le faltó poco. Y recuerdo –muy especialmente- una maleta magenta con la que me teóricamente me iría a Bruselas.
Y no. No me he ido a Bruselas, y estoy aquí, de regreso a Zamora, porque José Luis lo quiso desde aquellas fechas de la primavera del pasado año.

Pensaba José Luis que hoy podía hablaros de política internacional. Y no faltarían asuntos que contar en este aspecto: este mismo lunes recibíamos, por ejemplo, en la sede de Cedaceros a la activista saharaui Aminatou Haidar, que ha conseguido nada más y nada menos que hacer bajar la testuz de ese sátrapa de los tiempos modernos que no lo son en su país como es el rey de Marruecos, ese personaje que es a la vez, Rey, presidente efectivo del gobierno, presidente del Tribunal Constitucional y del Tribunal Supremo y máxima cabeza religiosa de su Estado. Podríamos hablar de la pésima actuación española, al servicio de Marruecos en ese caso, hasta que se convencieron Zapatero y Moratinos de que Aminatou Haidar iba en serio, porque es una mujer que tiene convicciones y defiende su dignidad como persona –dos cosas, por cierto, de las que nuestro Gobierno ni siquiera conoce su significado.
Podríamos también hablar de Cuba. De los Castro, que tienen subyugados a Moratinos y a Zapatero, unos gobernantes que están dispuestos a ceder en materia de ayudas económicas europeas a Cuba sin que el régimen haga el menor esfuerzo por abrirse y democratizarse, que aceptan –Zapatero y Moratinos- un desaire, como el que ha sido el del reenvío a España de un eurodiputado socialista pata negra, Luis Yáñez, que formaba parte de eso que se llamaba el “clan de la tortilla”, como si no fuera con ellos ni con la democracia española, como una humillación más que sufre nuestra política exterior.

Como veis no faltan casos. Pero, utilizando los versos del poeta bilbaino Blas de Otero, “nuestros cantares no podrísn ser sin pecado un adorno”, si no me refiriera a otros asuntos.
Porque España no está bien. Lo sabíamos cuando fundamos Unión, Progreso y Democracia, pero os aseguro que no pensábamos que llegaríamos hasta este punto.
La secretaria de organización del PSOE, Leire Pajín, hablaba hace algunos meses, que en estos días de 2010 se produciría la convergencia de dos hechos de importancia plus quam trascendentales -ella decía que planetarios-: la presidencia en Estados Unidos de Obama y la presidencia en la Unión Europea de Zapatero.
No será muy importante esta convergencia, como ya se va viendo con los primeros deslices del presidente español. Pero lo que sí importa a mi juicio es la convergencia de una serie de crisis de largo recorrido y que se ciernen ahora juntas sobre la escena de España: una crisis económica, una crisis social y una crisis política e institucional. Todas ellas de proporciones inusitadas.

Lo decía el gobernador del Banco de España hace escasas fechas en un foro en la ciudad de Vigo: nos falta confianza en el futuro. Y cuando no existe confianza, las empresas no invierten y no crean empleo, los bancos no prestan y las familias no consumen.
En esa comparecencia, Miguel Angel Ordoñez se refería al riesgo que tienen nuestras cuentas públicas en su deterioro si no se adoptan medidas de reforma valientes en la distribución de los gastos de las Administraciones Públicas y en el recorte de su impacto conjunto, que es lo mismo que decir a escala económica lo que en el nivel políticao consiste en embridar un Estado de las Autonomías que se ha desbocado.
Hay que acometer además reformas como las que se refieren al sistema laboral, la negoiciación colectiva y las pensiones. Hay que vincular la educación a la competitividad del país –un país que cuenta con un 30% de fracaso escolar no podrá competir nunca como una economía desarrollada y de base tecnológica.
Y hay que crear empleo, especialmente eso. Estamos en una tasa que duplica el paro de los países de nuestro entorno. Y no somos capaces de afrontar este problema con audacia. Lo han dicho 100 economistas españoles de prestigio: hay que sustituir los contratos temporales –que no traen su causa de necesidades pasajeras de empleo- por contratos indefinidos con indemnización progresiva en número de días de retribución en función del número de años trabajados.
Pero nadie piensa en las reformas estructurales. Unos –los que gobiernan- porque esperan que otros nos saquen de la crisis antes de que las reformas sean absolutamente inaplazables. Aunque en rigor ya no puedan esperar por más tiempo, y otros –los que se oponen- porque esperan a sentarse en el sillón y entonces verán qué se puede hacer con la cosa.

La crisis económica está trayendo de la mano una crisis social que apenas se apunta ahora y cuya importancia no debe quedar demeritada. Los casos de Vic y de Torrrejón, que afectan a los partidos más importantes del arco político español. En este sentido es paradigmática la respuesta del Partido Popular, que ha pretendido buscar rédito político en un terreno que yo diría que es pre-democrático, porque hace referencia a nuestra condición humana, a la dignidad que tenemos como personas. Un ámbito que debería desterrar las actitudes xenófobas, racistas, como impropias de los seres humanos, de la civilización en que se presume que nos encontramos.
Pero si el paro se está cebando en el sector de la construcción y en este resulta mayoritaria la mano de obra inmigrante, su permanencia en este país puede ser observada como una amenaza para otros trabajadores y como una incomodidad para quienes solicitan prestaciones de servicios públicos como la sanidad o las ayudas sociales.
Alguien puede pensar que se trata de hechos aislados, pero no es así. En toda Europa han proliferado las conductas xenófobas y en algunos de ellos los partidos de extrema derecha han obtenido representación parlamentaria que en determinados casos han resultado determinantes para la formación de mayorías de gobierno. Y el PP, que renunció a ser un partido definido de centro para abarcar una extensísima parte del arco político, desde la derecha más radical hasta un centro moderado, siente muchas veces –como se ha visto- la tentación de atizar electoralmente ese fuego, que si es desde luego peligroso, porque tiene ese fuego todas las posibilidades de transformarse en una hoguera, pero cuenta también con sus réditos evidentes en una sociedad que no tiene –repito la cita del gobernador del Banco de España- confianza en el futuro.

Hay una crisis política. Quizás nunca como hasta ahora la política era percibida como un problema en España. Es –según los datos del CIS el tercer problema en la percepción de los españoles.
Podríamos referirnos a la corrupción. Podríamos pensar que ese mal tiene solución en el estallido de la burbuja inmobiliaria, porque “muerto el perro, se acabó la rabia”, como dice el refrán.
Pero no es eso. El problema está en otra parte. El problema a mi modo de ver está en la deslegitimación de los políticos. Porque el sistema democrático español convierte a los procesos electorales, no es procesos electivos o de selección de los representantes –como deberían- sino en situaciones de refrendo por los ciudadanos de las personas seleccionadas por los partidos. Así, desde el concejal hasta el diputado en el Congreso lo son todos de sus partidos y no de sus ciudadanos.
Y como prueba del nueve de lo que digo os propongo un ejemplo: ¿qué votante del PP en Zamora conoce el nombre de su diputado? Dirá a lo mejor que Rajoy, ¡pero es que Rajoy no se ha presentado por Zamora!
Urge cambiar la ley electoral y con ella las bases de una democracia que lo es en España sólo de partidos por una democracia de ciudadanos. Porque no basta para que ese cambio fundamental sea posible con apostar por el paso del tiempo, porque no se aprende a ser ciudadano sólo con leer un texto en un colegio. Y si a un niño un día hay que tirarlo al agua para que aprenda a nadar, es preciso despojar al sistema de las cautelas que ha tenido durante más de 30 años respecto de la mayoría de edad del pueblo español para apostar precisamente por su capacidad de discernimiento. Dejemos de tutelar al pueblo, dejémosle que hable sin cortapisas.

Y hay una crisis institucional que no tiene precedentes. Todos los días las noticias nos presentan una versión diferente de esa crisis, que en todo caso es la misma crisis. El espectáculo que nos ofrecen Montilla y Barrera –el caso del President de la Generalitat es paradigmático, cuando era ministro apoyaba la construcción de una planta para el almacenamiento de residuos nucleares, ahora le niega la posibilidad de acogerlos a un Ayuntamiento de su región-. El PP acepta también que se construyan, pero no está dispuesto a que se aloje en un municipio presidido por su partido.
Claro que estas son minucias si las comparamos con desastres palmarios como la nunca nata sentencia del Tribunal Constitucional respecto del Estatuto de Cataluña, que diga lo que diga ya no va a resultar ni útil ni creíble.
Un escándalo de largo recorrido hace referencia al chivatazo oficial en el caso del bar “Faisán”. Un escándalo en el que la torpe manaza de la política española afortunadamente no va a poder echar tierra, porque la instrucción del caso está también en un lugar hasta donde nuestros próceres no llegan: porque se está tramitando por la justicia francesa, por la jueza Laurence Levert.
Esos casos son como puntas del iceberg de una realidad bastante más profunda: definida por un Estado de las Autonomías que –como decía antes- se ha desbocado, por una democracia de partidos que controla al poder judicial, por un sistema que se va deteriorando día a día y que en su desgaste va tropezando con el fantasma de su futuro más probable: el de su ausncia de legitimación.
Cada vez nos encontramos más cerca del agotamiento. El mismo que sentían los españoles cuando, después de ver caer los gobiernos que nombraba el abuelo del actual rey –y que a veces casi no tenían tiempo ni de ocupar los despachos de sus ministerios, por lo poco que duraban- acudió a votar en bloque las candidaturas republicano-socialistas en las elecciones municipales de 1931. Yo no sé si España se había acostado monárquica y levantado republicana aquel 14 de abril –como dijera tan desaforunadamente el almirante Aznar-. Lo que sí era cierto es que el régimen que presidía la Constitución de 1876 estaba ya muerto y los electores lo habían enterrado definitivamente.
Pasa lo mismo –salvadas las distancias- con la Constitución de 1978. Concebida como un pacto para que España tuviera éxito en la última cita de su historia con la democracia, hoy se demuestra ya como un papel que no sirve para el futuro de España. La Constitución y su desarrollo nos han dejado una democracia de partidos y un Estado de islotes cuasi independientes. La española no es una democracia de ciudadanos libres e iguales ante la ley y es a eso precisamente a lo que debemos aspirar.
Sin duda que se trata de una tarea excesiva para que la acometa un sólo partido. Pero a los pocos diputados socialistas y republicanos desalojados del Congreso por el golpe de Estado del general Primo de Rivera en 1925 les parecería improbable que les dijeran que poco más de 5 años después ocuparían los ministerios, organizarían unas elecciones y votarían una nueva Constitución.
En todo caso, nosotros estamos a lo que estamos. A actuar como creemos, de acuerdo con nuestras convicciones. Eso, y no otra cosa, es lo que se nos demanda.

3 comentarios:

Sake dijo...

Hemos tenido problemas Pequeños, medianos y Grandes problemas al final con Gran combulsión o sin ella ha llegado el futuro. No se arregla nada que antes no se ha visto, porque pasará desapercibido, por éso es bueno denunciar y avisar. UPyD abre sedes y aumenta en seguidores por algo debe ser. Por éso seria bueno que su mensaje calara en los otros partidos y aunque copiaran las ideas (como hacen) que las tuvieran en cuenta y las aplicaran quizás de ése modo nos acercáramos más a un Futuro Mejor.

Sake dijo...

Hay una falta de ortografia:
combulsión es incorrecto lo correcto es convulsión.
Perdón soy un zoquete.

Antonio Valcárcel dijo...

¿Que importancia tiene la militancia en un partido como UPyD?
Aparte de bombardear en sus buzónes electrónico de noticias y actuaciones de los políticos de avanzadilla. Sus ecos, sombra de sus voces, no son recogidas por el "aparato". Si, nos asusta un 30%de fracasos en los estudios, ¿porque no se cuenta con la militancia para soportar los pilares del liderazgo? La unión de las fuerzas produce un mayor empuje que se desplaza hacia arriba o abajo, como se pretenda en su empuje o tracción. No queremos solo partidos políticos que produzcan ilusiones; detrás de las ilusiones se esconde el truco y de esto saben mucho los "ilusionistas de espectáculos y del marketing".
es un error y engaño activar a la militancia y a los simpatizante en épocas de escrutinio electoral.
Los líderes se nutren de los líderes, las asambleas sólo hacen que recargar las baterías incorporadas al aparato para su funcionamiento de otros cuatro años.
El gobierno pretende aumentar la edad de jubilación como sabemos a los 67 años mientras un parque de motores jóvenes y vigorosos están con las manos cruzadas, sin herramientas, pretenden que un viejo de 67 años rinda lo mismo que un joven. Sin embargo, hay profesiones que a esta a edad su rendimiento es óptimo, pero nunca para un minero, albañil, estibador, marino, etc.