lunes, 28 de diciembre de 2009

Intercambio de solsticios (48)

Historia de Adelfa (4)

Llegué ahí. Las monjas pues (…) me metieron en una clase, que no conocía a ninguna niña (…) Me dijo una monja (…) eso, para sufrir” (…) sufriendo todos. ¿Por qué no vas a aceptar estar con nosotros aquí? No hacemos daño a nadie” (…) Y llegué a mi habitación. Me dijo, otra monja: Bienvenida seas, hija de Dios. Te estábamos esperando (…) enseñar (…) las nuevas clases, (…) aulas. Estarás acompañada de 2 chicas y el guardia”.
Llegó el momento de salir. El chófer, sin preguntarme nada, se dirigió a mi casa y dijo: “Voy a esperar a tu hermana para avisarla”. Pero de qué me dijo, yo qué sé (…) “Este va a ser vuestro nuevo hogar”. Y digo: “¿Qué nuevo hogar?” “Aquí no vais a seguir viviendo. Porque tenéis que cambiar de domicilio” (…) Y yo era una chica que escuchaba mucho. Pero, cuando llegaba mi hermana, se lo contaba todo, todo, todo. Y yo era como una especie de grabadora.
Más tarde, pues llegó mi hermana. Y se lo conté “(…) que me digan que yo no salga de casa, porque es mi casa y lo siento mucho (…)” “Esa casa la van a tirar dentro de muy poco, mañana o pasado mañana la van a tirar al suelo. Tendremos que ir a vivir a nuestro nuevo hogar que está (…)” Y yo, cansada y agotada, en un día con tantas historias raras que ocurrieron (…) me hice una herida, y me dijo: “Lo siento, Adelfita, pero tienes que responder”. “¿Quién es este señor?” Y digo, me dice mi hermana: “(…) vuestros padres, porque tú no puedes ser madre de esta niña”. Y ella me dijo: “(…) de casa (…) le echó, bueno, a patadas”.
Estaba deprimida, pero bueno, muy deprimida (…) Una idea de ir a (…) en casa de una vecina (…) Pero, al día siguiente, cuando me fui otra vez a mi colegio normal, y vinieron a recogerme otra vez, me dejaron internada. Buscando. Vi un anuncio de que yo había desaparecido (…) Ahí, si una niña desaparece (…) buscar las autoridades. Entonces, nada. Así empezó a buscarme (…) con todo lo que había pasado. Y cuando ya se dieron cuenta que (…) en aquella época (…) de justicia (…) La cosa ahí empezó a (…) Al principio, a este hombre, ni siquiera le había visto yo (…) O sea que me acosaba tanto (…) Simplemente, que su madre (…) Pues él hizo lo que pudo (…) Entonces me quedé allí (…) como una semana (…) Pasaron casi como dos meses (…) hasta que (…) el colegio (…) Volver al colegio o nos matan a todos (…) señora en paz, pues tendrá bastantes problemas (…) Yo no sabía. Tenía mucha rabia conmigo, porque (…) con tanto dolor que me producía (…) volver al colegio.

1 comentario:

Sake dijo...

Llega el momento asi de repente que miras una cara de niño o niña incluso de un adulto y te enterneces y dices ¡que fragil es este ser! está indefenso ante la vida. Luego te miras a tí mismo y ves tu propia fragilidad y te dices ¿cómo es posible que alguien piense en hacer el mal al prójimo?, somos tan ¡tremendamente frágiles!.