lunes, 14 de diciembre de 2009

Clausura Focus Avila. 12.12.09

Hace apenas un año tuve el honor –debido seguramente a la buena amistad que me une con Félix Sánchez Montesinos y Miguel Angel Quintana, no a mis méritos propios- de inaugurar el primer curso de Focus en Valladolid.
Tuve entonces la oportunidad de realizar un análisis de lo que podíamos pensar que era la tarea internacional del partido, que en una organización como la nuestra se convertía con carácter inmediato en una visión por definición crítica de la situación de España y de las respuestas europeas. Una visión crítica, desde luego, por4que UPyD no llegaba a la arena política para ser complaciente con la realidad sino para plantear los problemas y definir sus soluciones.
Apenas han transcurrido desde entonces unos meses –la primavera ha pasado, el verano nos ha dejado, también desde el punto de vista climatológico, y el otoño-invierno se cierne sobre nosotros-. A pesar del escaso tiempo pienso que no es mal momento este para hacer balance. Porque entre entonces y ahora han sucedido bastantes cosas.
Decía en esa charla que en el horizonte de España y del conjunto de los países miembros de la Unión, la idea de “más Europa” se constituía en un objetivo irrenunciable. Nos habíamos pasado mucho tiempo, demasiado tal vez, defendiendo respuestas de base nacional a problemas cada vez más globales, cuando se nos presentaba una crisis económica, social y también política –insisto, no sólo económica- de alcance global y que dejaba en ridículas las pretensiones de algunos dirigentes políticos, para quienes la crisis nacía en un solo país y alcanzaba en una suerte de perverso efecto dominó a otros. Pero es que, además esos dirigentes políticos no tenían razón. España, sin ir más lejos, estaba tan profundamente instalada en la “economía de la burbuja” que hoy se convierte en el “enfermo de Europa” y nadie sabe muy bien cómo va a salir de la crisis si no es que algún día funcione la solidaridad –o el egoísmo- de los países europeos más fuertes que no puedan aceptar que nuestro país no se sitúe en algún momento de los próximos 5 años en una perspectiva razonable de crecimiento económico.
Diré por cierto que –un poco a la manera contagiosa de Zapatero- muchos expertos dan por finalizada ya la crisis y no seré yo quien les enmiende la plana. Pero creo que es más cierto pensar que la cosa va para más largo, y que si las políticas de alcance keynesiano –fortaleciendo la demanda pública- han sido no sólo útiles, sino indispensables, para resolver el primer impacto de la crisis; lo cierto es que como decía el experto en Bolsa André Kostolany, 2 + 3 = 6 – 1. De modo que la ecuación al final se resuelve y las matemáticas siempre triunfan. Quiero decir que alguien tendrá que pagar este efecto sustitución del consumo privado por el gasto público en el medio plazo, y ese alguien lo serán los impuestos y las generaciones futuras por las partes que los ciudadanos podamos asumir y los políticos endosarnos.
Además que –y dicho sea sin demagogia alguna- una recuperación económica que condene nada menos que al 10% de la población activa de los países desarrollados al paro no es una recuperación en sentido estricto, quizás sólo un apunte para un cambio de tendencia.
Decíamos que “más Europa” y en muy pocos meses, después de 8 años de marear la perdiz tenemos un Tratado de Lisboa, que a decir de algunos es algo así como el 90 ó el 95% de la abortada Constitución Europea y lo tenemos en vigor.
Cualquiera podrá suponer la dificultad de lo conseguido. Poner de acuerdo a 27 países en la suscripción de un acuerdo como este, y convenir que cada uno de esos países acudía a la aprobación del Tratado intentando obtener algún rédito del mismo, hacía de la operación algo cercano al vértigo apenas inmediato al de arrojarse al vacío: Irlanda quería comisario propio y ligar al Tratado sus propias políticas internas respecto de la familia, Chequia defendía la invulnerabilidad de sus derechos territoriales, El Reino Unido a Blair en la presidencia del Consejo –al final ha sido Lady Ashton- y por fin, Francia y Alemania –o Alemania y Francia, tanto monta- querían que todo el nuevo andamiaje institucional no les privara de la capacidad de sus gobiernos de seguir interviniendo en la vida diaria de la Unión.
Y para empezar por el principio podríamos hacer lo que acostumbra García Márquez con sus novelas, que consiste en empezar por el final. Y el final es que a Europa le faltarán 70 millones de activos para 2.050, si pretende mantener el Estado del Bienestar que ya se ha demostrado es la gran ventaja comparativa que dispone el Viejo Continente en relación con las demás economías del mundo.
¿De dónde los sacaremos? Es evidente que en eso no existe una sola respuesta, sino un “mix” de posibilidades. Es verdad que es preciso operar reformas en los mercados de trabajo que aporten más mano de obra o que retrasen la edad de jubilación para generaciones con un ámbito vital en condiciones de calidad que ha crecido de manera sustancial; que también hay que desarrollar políticas de fomento de la natalidad; pero resulta inevitable en todo caso que se desarrolle una política migratoria común.
Hoy en día, la emigración tiene en Europa al menos dos aproximaciones diferentes: la del Norte, que apoya la entrada en sus países de personas de alta cualificación o –en su caso- de refugiados políticos; y la de los países del Sur que hemos traido –o recogido- emigrantes no cualificados. Establecer una política común de emigración basada en la idea del “emigrante-persona” y no del “emigrante-delincuente” es clave. Pero es que también importa establecer criterios de número además de los que –hoy por hoy- quiere mantener la Comisión Europea, que son sólo criterios de cualificación. Y para ello no haría falta que, otra vez, los 27 países nos pusiéramos de acuerdo en un nuevo tratado de la Unión, bastaría con tener la voluntad política de concertar una política común en este ámbito.
Para garantizar nuestro modelo económico y social, presente y futuro, es importante desde luego emprender un modelo de desarrollo. Y para ello la energía es el factor clave. Nos encontramos frente a otro invierno que no podrá sino resultar duro para los ciudadanos que viven en los países del Este. Y aún no está garantizada siquiera la entrada del gas ruso en esos lugares. “Primus vivere”. Pues bien, esa prioridad debería convertirse en un elemento paradigmático de la capacidad de la Unión por enfrentar sus problemas.
Y luego, habrá que saber qué hacemos con el otro “mix”, el energético. Si favorecemos la construcción o no de centrales nucleares, qué hacemos con Copenhague -1 ó 2-, qué postura mantener sobre el cambio climático y que políticas deberemos seguir al respecto.La prioridad es siempre la vida.
Tampoco haría falta que los 27 países miembros se pusieran de acuerdo en la aprobación de un nuevo tratado europeo de la energía. Basta para ello la concertación, es suficiente con la voluntad política.
Una de las novedades del Tratado de Lisboa consiste en la creación de un Cuerpo Diplomático de la Unión, para el que se ha dotado con una no pequeña cifra: 50.000 millones de euros –que se han obtenido a base de adelgazar la Política Agraria Común, primer desmantelamiento de lo que ya se prevé como su final definitivo para 2.013.
La duda –que aún no está resuelta, pero sobre la que abrigamos grandes sospechas respecto de la peor de las soluciones- es si este Cuerpo Diplomático común atenderá al desarrollo de una política exterior común de la Unión o simplemente tratará de coordinar las de los principales países miembros.
La diferencia no es pequeña. Una política exterior común –que ciertamente no es lo mismo que coordinar 27 políticas exteriores- establece como prioridad la defensa de los prinipios y valores de Europa en el escenario mundial. Que son: el respeto a los derechos humanos y el cumplimiento de las resoluciones de Naciones Unidas. A lo que se debe añadir lo que se refiere a la representación e impulso de los intereses europeos en este ámbito.
Europa no ha tenido una voz común en el concierto internacional. Los franceses defienden su “grandeur”, los alemanes pretenden una silla propia en el Consejo de Seguridad de la ONU y en el G-20 entran los países que pueden. ¿La elección de lady Ashton como Alto Representante es una decisión acertada para la prosecución de estas políticas?
Viene detrás la defensa. Afganistán y los demás conflictos en que Europa está inmersa. El Tratado fija un principio de reciprocidad en este marco: cualquier agresión sobre un país miembro será considerada como un ataque al propio país. ¿Concertaremos a partir de Lisboa nuestras políticas de defensa? Lisboa constituye también en este terreno una oportunidad para la acción, pero también una oportunidad para la decepción.
Política migratoria, estado del bienestar, política exterior, de defensa… ¿Qué ha pasado con los buenos propósitos de estos 8 años, una vez que se empieza a aplicar el Tratado de Lisboa?
Para responder a esta pregunta se puede hacer una especie de prueba del algodón, que son los nombramientos que se han hecho en la Unión Europea en los últimos meses.
Me fijaré para ello en los que se refieren a la reelección de Durao Barroso al frente de la Comisión Europea, de Van Rumpuy como nuevo presidente del Consejo y de lady Ashton como Alto Representante para la política Exterior.
En relación con estos 2 últimos nombres, el tiempo dirá si los pronósticos se confirman. En cuanto al primero hay ya un primer mandato que acredita algo: y lo que demuestra ese período es que Durao es un hombre cómodo para los políticos y los gobiernos de los 27 países. Hacedor de compromisos, el portugués ha sido capaz de alcanzar los puntos de acuerdo mínimos. No se ha distinguido, sin embargo, por definir objetivos ambiciosos y –menos aún- de convencer a los países miembros de la necesidad de su consecución. Lo dijo Rosa Díez en el Congreso de los Diputados: Durao Barroso no es un líder, en estos momentos Europa no necesita un gestor.
Quizás pudiera haber enmendado la plana a esa decisión el nombramiento del presidente del Consejo, respecto del que todo el mundo esperaba expectante el pronunciamiento de los Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión, la persona que por fin cogería el teléfono al que uno tenía que llamar cuando quería hablar con Europa y que no existía, según decía el ex Secretario de Estado de los Estados Unidos, Henry Kisinger.
Para ese puesto se habían postulado los nombres de caracterizados líderes políticos como Tony Blair o Felipe González. Al final ha sido el belga Van Rumpuy, que acredita el magro balance de un año al frente del gobierno de Bélgica –complicado donde los haya en un país dividido, en permanente “choque de trenes”, eso sí-. Si nos damos cuenta, se trata de un perfil bastante semejante al del presidente de la Comisión: un hombre de coordinación que no parece excesivamente capaz de tomar las decisiones que se precisan.
En cuanto a la nueva responsable de la política exterior, despejados los nombres de muchos candidatos que disponían de acreditadas hojas de servicios en el ámbito internacional, el resultado ha sido que se ha elegido a una británica que no ha tenido experiencia alguna en el ámbito diplomático. Cualquiera podría pensar en eso de que los políticos son por definición unos generalistas y que basta con que se rodeen de personas expertas para que cumplan con eficacia su labor. No parece que así sea, sin embargo.
La Europa que era capaz de poner a personas como Jacques Delors, hoy ha preferido los nombres que no dicen nada a nadie. Delors que, por cierto, decía eso de que Europa era un “objeto político no identificado” y que lamentablemente lo seguirá siendo.
Habrá que decir que el objetivo del tándem Merkel-Sarkozy se ha conseguido: que ellos mismos no sean sustituidos al otro lado del teléfono cuando el presidente americano el chino quieran hablar con el líder político europeo. Lo que pasa es que ya no habrá una Europa, la Unión que algunos pretendíamos y tantos esperaban; sino la suma de los países miembros que algunos intentarán con previsibles dificultades de coordinar.
Seguirá habiendo un G-20 en el que Europa dispondrá de varias voces, Alemania continuará peleando por su asiento en el Consejo de Seguridad y Francia no verá desde luego diluida su personalidad.
Habrá que ver, por fin, qué ocurrirá con las políticas migratorias, la aplicación de las medidas que aseguren en el largo plazo nuestro estado del bienestar, las políticas energéticas básicas y las demás decisiones en este terreno, la defensa europea… Meros reflejos de los intereses de otros países del mundo –Afanistán, por ejemplo- o de los países europeos que llevan la voz cantante.
El final de este año, en la cita europea por la ambicion ha concluido sin embargo en una decepción. Y eso augura una década en la que Europa seguirá siendo ese “objeto político no identificado” de que hablaba Delors. Precisamente en una década en la que este mundo que se está reinventando desde hace 20 años, cuando caía el muro de Berlín, y más aún ahora, cuando la crisis nos obliga a todos a ofrecer respuestas válidas para nuestro propio futuro y de los ciudadanos.
Es un tren que sale de la estación. Pero en el andén no está Europa, sino algunos de los Estados que la componen.
Lo que ocurre es que no existe alternativa. O conseguimos hacer esa “más Europa” que necesitanis o no contaremos apenas en el concierto de naciones.
Y en UPyD somos muy pocos, pero mantenemos el mismo spíritu. Si algunos han perdido la ambición, ese desde luego no es nuestro caso.

2 comentarios:

Antonio Valcárcel dijo...

...En UPyD son pocos. Y los pocos que éramos no nos dejaron participar dentro de las diferentes coordinadoras y sus respectivas áreas de acción de un partido "emergente". Te lo dije a ti Fernando, y a Félix del Cura; y a Juan Luís Fabo...Y el resultado fue baldío, infructuoso -Me quedé en el dique seco-, ¿cuanto pude haber aportado en temas de seguridad y sociales?
Me reventé de la vergüenza ajena; cuando vi en los medios de comunicación a una Rosa que pretende salir cuantas más veces en la foto, mejor. Aunque sea ante un cadáver esquelético que reivindica su derecho a un Sahara independiente.
Y ahora dirán algunos: "que bien han hecho en no dar una oportunidad a un hombre que piensa, y que sabe que la política no es sólo un puro acto marketing". Predicar con el ejemplo es sumarse a los huesos de Aminetu Haidar, y si no lo hacemos somos árboles estériles de fruto.

Antonio Valcárcel dijo...
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