lunes, 16 de noviembre de 2009

Javier Perote

Ignoro si algún día los saharauis –que alguna vez fueron españoles y hoy no quieren ser marroquíes- tomarán las riendas de su destino; pero, si lo hacen, es seguro que entre las deudas que a lo largo de estos 34 años han asumido está la que tienen con una persona que ha hecho de su existencia un monumento vivo a la dignididad inquebrantable, en este país que sin embargo pudo terminar su presencia en esa región del norte de Africa y que no supo o no quiso realizar. Y tiene un nombre: el de Javier Perote.
Este coronel del Ejército que me acompaña durante la mañana del sàbado 14, desde la calle Atocha hasta la Puerta del Sol, y que se extasìa al contemplar la bandera española junto a una selva de banderitas saharauis, ve còmo su marcha –vacilante en el apoyp de su muleta o de mi brazo amigo, pero resuelta en su determinación de siempre- se ve interrumpida por un constante goteo de reconocimientos y saludos afectuosos. Carmen Anguita, que pasea su estado de buena esperanza -“es niña y se llamará Sara”, me explica, “mi maido es muy previsor”- dice de Javier que es toda una personalidad en este mundo de las reivindicaciones polisarias.
Carlos Rey –otro hombre cuyo nombre lleva camino también de sumarse al elenco de los imprescindibles- me coloca en el punto que la organización dedica a la representación de los partidos políticos después de tomarnos un café con Rosa Dìez que viene de Bilbao y vuelve a Bilbao para retornar el lunes a Madrid –esa mujer parece haber hecho de la Nacional 1 el segundo pasillo de su casa-. Muy poco después aparece Perote que me confiesa que a él le ha podido la exigencia de la humanidad sobre la habitual marcialidad de la disciplina del ejército, me cuenta de la necesidad del mantenimiento de la Guardia civil como instituto independiente y me sugiere que Rosa pronuncie una conferencia en el Casino militar. Después de presentarme a sus amigos y conocidos me dice que, quizás mi nombre no les suena, pero cuando agrega las siglas UPD, hay una expresión admirativa en todos los rostros.
Y es que la gente de nuestro partido es la buena gente que ha entendido que la política se puede aún escribir con mayúsculas y que es posible reivindicar las causas que muchos otros han dado ya por perdidas, como el partido de Zerolo, que aparece en la demostración entre una pitada considerable.
Hoy conmemoramos el 34 aniversario de una vergüenza. La sucesión aparentemente inextinguible de una serie de hechos ominosos, como lo ha sido la reciente detención de la activista saharaui Aminetou Haidar por ela dictadura de Mohamed VI. Una sucesión a lo que los españoles se diría que nos vamos acostumbrando. Pero no todos. No es aceptable que -a fuerza de convivir con los hechos vergonzantes- los aceptemos como inevitables. No ocurre al menos con quienes recorremos las calles de Madrid bajo el cubierto cielo de esta mañana de sábado. Creemos que algún día, en algún cruce de caminos de la historia que todavía no está escrita, se asocien la justicia con la oportunidad y esta causa salga adelante cumpliendo sus propósitos.
Y después de abrazar a una señora que le saluda con el afecto de todos, me dice Javier Perote que la historia de estos 34 años está repleta de pequeñas historias -que son muy grandes, al cabo- que se deberían contar.
Y se lo repito a Carmen Anguita, a Carlos Rey y a su hija, mientras tomamos un aperitivo en un bar de las cercanìas a la Puerta del Sol. “Tenemos que poner esas historias en un papel”. Y Carlos me contesta: “Empezando seguramente por Javier Perote”. Y tiene razón.

1 comentario:

Sake dijo...

D.Fernando, estuve en la manifestación del 14 de Noviembre, el año pasado pude estrechar su mano, no faltarán ocasiones futuras. Reciba un afectuoso saludo de Joaquin.