viernes, 26 de diciembre de 2025

España en el conflicto internacional

Publicado en La voz de Lázaro, el 26 de diciembre de 2025


Donald Trump ofrecía una singular felicitación navideña, anunciando a Europa -más en concreto a Dinamarca- el nombramiento de un enviado especial para Groenlandia. En su particular Christmas card aparecía también la previsión de una Golden Navy -todo lo que se parece al oro entusiasma por lo visto al inquilino de La Casa Blanca-. Esa nueva flota dejará, según dice, en mantillas todo lo conocido hasta ahora en materia de armamento naval.


Como es natural, Dinamarca ha puesto el grito en el cielo y ha reclamado la solidaridad de sus socios. Las fronteras de nuestro país son las de la Unión Europea, ha manifestado. Y la presidenta de la Comisión ha mostrado su empatía también con él. 


No hay nadie que declame mejor las llamadas al sentido común, a la paz, la libertad, la intangibilidad de las fronteras o la geopolítica sujeta a reglas que los dirigentes europeos. Otra cosa resulta de sus acciones, a menudo distantes de los objetivos que necesita acometer.


Vive Europa con el pie cambiado de una política internacional que no le gusta y a la que no está preparada. Creía que el primer Trump era flor que se agostaría en un mandato y esperó a que un más caduco y desmemoriado Biden corrigiera el rumbo. Y cuando el octogenario presidente se quedó unos interminables segundos sin respuesta en un debate con su fogoso rival, pensó que acaso Kamala Harris, procedente de un radicalismo woke, tapada la boca para que no asustara demasiado, podría resolver el entuerto. No se consiguió, y ahora Trump exhibe sus desafíos con la chulería del que ha confundido a su pais con los negocios, y a los negocios con el amedrentamiento y el chantaje a sus rivales. En estos momentos, los líderes europeos aprovechan la Navidad para pedir a Papá Noel, que las elecciones del mid-term le supongan un batacazo al millonario neoyorquino.


Porque los dirigentes de la UE conocen de sobra que el tiempo, el dinero y la desarticulación -siquiera  parcial- del estado del bienestar que conllevan necesariamente las nuevas políticas derivadas de la caída de la natalidad y del mayor gasto en Defensa no son fáciles. Exigen convencer a una población que no está dispuesta a perder su estatus y requieren de tiempo y decisión estratégica para implementar un sistema militar integrado. Tiempo y dinero, las dos cosas que no nos sobran, precisamente.


Exigen voluntad política. Porque si algo le falta a Europa es liderazgo. No hay nada sólido en esa balsa de la medusa, acosada por las tormentas y consciente de su fragilidad. Descontado Macron, Merz tampoco se ve capaz de imponer sus criterios desde una coalición cuya salud es exigua y frente a los socios de otros países que son incapaces de observar más allá de sus narices nacionales.


Ocurre con Hungría, que parece valorar más a Rusia que al proyecto europeo. Y a Belgica, que no acaba de confiar tampoco en que la UE le saque las castañas del fuego en el caso de que acontezca un enfrentamiento directo con Putin a cuenta del dinero congelado y depositado en Euroclear..


Pero también a España, succionada como por un aspirador en un fin de ciclo político. Una especie de agujero negro en el que todo lo que pueda ocurrir adquiere las características que contienen las malas noticias. Concluidas las elecciones en Extremadura, las restantes regionales -parciales, las denominarían en otros pagos- parecen pronosticar un resultado similar: victoria del PP, pero sin mayoría absoluta, hundimiento del PSOE, crecimiento de Vox y de Podemos.


Y en ésta su larga agonía, ingresado en una UCI en la que ha convertido a la Moncloa, situado en respiración asistida, rodeado de sabios doctores que le asesoran y colgado de toda la parafernalia de la maquinaría médica que constituye para él el BOE… se nos plantea la pregunta de lo que estará dispuesto a hacer Sánchez. Una cuestión difícil de acertar en su concreción, aunque muy meridiana en su contenido: es capaz de hacerlo todo para que sus socios no dejen definitivamente de serlo. Lo que no sabemos es qué cosa significa ese todo, porque eso dependerá siempre de lo que le exijan.


Y así, sin presupuestos y con toda la clase política encelada en los autos judiciales, las sucesivas elecciones a la espera de las cruciales y las negociaciones consecuentes con aquéllas, nadie pretende emplear un segundo en averiguar lo que pueda suponer el papel de nuestro país en el convulso escenario internacional.


Arrojados en la cuneta los intereses nacionales, son los particulares los que importan. Y las cuentas corrientes de los que un día nos aseguraron que venían dispuestos a servir y se descubrieron muy pronto servidos por el erario público. ¿Qué hubo de las maletas de Delcy Rodríguez?, ¿qué significado real, tiene el silencio de Sánchez ante el Nobel de la paz a María Corina Machado?, ¿quién se está beneficiando de los viajes a China de nuestros mandatarios y ex mandatarios? 


O, en otro orden de cosas, ¿cómo vamos a conseguir que Marruecos respete nuestra integridad territorial, empezando por Ceuta y Melilla cuando ya hemos arrojado a los saharauis a su suerte a pesar de los compromisos que aún nos vinculan con ellos?


Y el cuestionario sigue hasta evocar la pregunta fundamental: ¿qué papel piensan los políticos españoles, en todo el arco parlamentario, que debería   jugar en este contexto cambiante nuestra política exterior?


Pero en los brindis con cava, el turrón y las uvas de los responsables públicos y de los ciudadanos privados no habrá quien se preocupe de esos que son asuntos profundos y que no los resolverán ni los unos ni los otros. La España alegre y confiada, agotando hasta el extremo los recursos cotidianos, celebrará estas fechas y pensará con el refranero “¡que nos quiten lo bailao!”


Así nos va. ¡Feliz Navidad!


No hay comentarios: