lunes, 29 de septiembre de 2025

 Se anima el patio

Publicado en El Imparcial, el 27 de septiembre de 2025


A lo largo de buena parte de la historia de la democracia en España funcionaría lo que se dio en llamar el bipartidismo imperfecto, en lo que -si se me permite la ironía- lo perfecto era el bipartidismo y lo imperfecto los partidos nacionalistas. Los primeros se sucedían en el binomio UCD-PP y el siempre unido -a pesar de las tensiones internas que han constituido lugar común a lo largo de su historia- partido socialista. Poco a poco, los nacionalistas le iban cogiendo el truco al sistema, y descubrían que el país no podía funcionar sin ellos. No ha sido hasta el actual gobierno Sánchez cuando, a la voz de “¡Somos más que ellos!”, no sólo no era posible gobernar sin los nacionalistas, es que eran éstos los que marcaban la agenda política.


Fue la irrupción en el tablero político nacional de Ciudadanos en las elecciones europeas de 2014, y que confirmarían los tres comicios nacionales siguientes, precedidas por UPyD y del propio Cs en Cataluña, lo que permitía aventurar que ese bipartidismo imperfecto, ni se trataba de un bipartidismo -también había surgido Podemos en el lado de la extrema izquierda-, ni la imperfección procedía de unos partidos que sólo pretendían de España que fuera un almacén a desproveer de materiales en exclusivo beneficio propio. Existía ya la posibilidad de formalizar pactos que, además de garantizar la gobernabilidad de España, aseguraban que nos adentraríamos en una agenda de reformas cada vez más urgentes y necesarias.


En los últimos tiempos estamos asistiendo a un singular realineamiento de posiciones. Vox, un paquebote que surgía de los astilleros del PP -Vidal Quadras, Abascal…- se ha ido progresivamente escorando hacia la extrema derecha populista, dando incluso de lado la figura del presidente-fundador dé AP, Manuel Fraga, hombre autoritario, aunque consciente del sentido de la historia, navegando sus herederos espurios hacia los acogedores puertos del trumpismo, del lepenismo o del mileísmo.


El actual líder del PP ha dedicado incontables esfuerzos, por otra parte, en fagocitar cualquier atisbo de supervivencia de Ciudadanos, en base a una pretendida asimilación ideológica del liberalismo de esa formación. Y el PSOE se cierne hacia babor, laminando en lo que puede -y puede mucho- a los restos del naufragio que flotan en la balsa de la medusa patria que son Sumar y Podemos.


Por supuesto que no existe un discurso más liberal en el PP en la actualidad que en otros tiempos. Por el contrario, hoy como casi siempre, el partido de Feijóo desbasta los perfiles, recorta las expectativas y reduce su programa a la triste tríada de “creer en la Constitución, ser liberal en el sentido democrático y querer que España mejore”, según informaba Elsa García de Blas en El País del 24 de septiembre. 


Para alguna mas enjundiosa explicación quedará eso que el PP entiende por “liberalismo en un sentido democrático”. Ya habíamos registrado lo del “iliberalismo” cuando ahora nos aseguran los pretendidos ideólogos del PP que existe un liberalismo anti-democrático, vale decir, autoritario o fascista… seguramente que desde Montesquieu a Vargas Llosa, pasando por Tocqueville, Lord Acton o Hayek estarán removiéndose ya en sus tumbas reclamando explicaciones.


Pero decía que se anima el patio. El ex Vox, Espinosa de los Monteros ha presentado nuevo foro, y la señora de Clegg -ex vice-primer ministro del Reino Unido- le ha comentado a José Antonio Zarzalejos, en El Confidencial, que prepara partido.


Al primero, Espinosa y su Atenea, se han aprestado las huestes del PP  a hacer lo que saben, descrestar, limar, fijar en alguna estantería sus informes, y no -como reza el lema de la RAE- a prestarle esplendor. La llamada a la ilusión de Espinosa de los Monteros se vería enterrada en esas cenagosas aguas del PP de las que sólo emerge, y de cuando en cuando, algún asomo de gestión.


Otra cosa pueda ocurrir con el non nato proyecto de Miriam González Durántez. Pero aún es pronto para establecer un diagnóstico de un proyecto del que sólo conocemos a su titular, algo más a sus ideas y casi nada de su equipo.


Lo que sí parece claro, como me refería un viejo amigo, batido y combativo en muchas batallas de todo orden y ubicación geográfica, es que nos encontramos en un momento objetivo que favorece la creación de un partido liberal o de centro, pero que no ha llegado el instante subjetivo para crearlo. La prioridad entre los electores situados en este ámbito consiste en que Sánchez abandone la Moncloa, luego ya se verá.


Estamos, una vez más, en ese triste sino de las democracias modernas que es el del voto a la contra. Esa elección que ha permitido gobernar a un impopular Macron con tal de que no gobierne Le Pen, de poner el nombre de un ya entonces decrépito Biden en la papeleta para que no haga de histrión -que lo hace- Trump en el despacho oval, de votar a Feijóo para que acabe de una vez por todas el ciclo político de Sánchez.


Por supuesto, de lo que queda ayuno este paisaje de nuestros días es de esperanza. Esa mercancía deberemos localizarla en otros parajes. Y no está claro que nos sea posible encontrarla…

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