viernes, 19 de octubre de 2012

Cecilia entre dos mares (5). El poema de Cecilia (V)

Uno de esos momentos de pesadísimo silencio se hizo entonces entre los dos. Cecilia lo salvó con una sonora carcajada. Iturregui, entre divertido y curioso, preguntó: - ¿De qué se ríe usted, señorita? - Por nada, por nada. Es que...no sé muy bien cómo decírselo. La curiosidad de Iturregui crecía por momentos. - ¿Qué cosa? Dígalo usted, que yo... -Iturregui estaba a punto de decir algo así como "yo no me como a nadie", pero esa expresión evidentemente le pareció poco correcta-. Yo... yo... -Y se quedó sin una frase acertada que pronunciar. - Nada, nada. Cosas mías... -dijo Cecilia rápidamente, salvando otra vez la situación-. ¿Me ha dicho usted a qué se dedicaba? La poetisa haia cambiado de tema. Iturregui era de esos hombres que insisten hasta el final, porque quieren racionalizarlo todo, y de esa manera conocer las causas de todas las situaciones; por lo que se desconcertó un tanto pero, unos segundos después, contestó: - Pues mire usted. Yo he venido aquí en mi calidad de presidente del periódico "El Porvenir de Bilbao". - ¡Ah! Es muy interesante. ¿Y es un diario que tenga alguna especialización? Iturregui pensó unos segundos antes de contestar. No sabia muy bien por qué, pero resultaba evidente que esa mujer le parecía muy interesante, así que había que intentar crear la oportunidad de un futuro contacto. - En realidad no. Se trata de un medio de comunicación general. Pero, por si quiere usted saberlo, a veces publicamos colaboraciones literarias. - Ya... La peruana se hacia de rogar. - Y, entre ellas, a l mejor podríamos publicar alguna cosa suya... -avanzó, con media sonrisa, Iturregui. - Creo que es usted un valiente. Después de lo que ha pasado aquí... -Cecilia paseaba su mirada por un comedor que ya estaba prácticamente vacío-. Y le prevengo a usted -la peruana había bajado el tono de voz, a la vez que colocaba de forma graciosa su mano sobre el brazo del industrial- que mis otros poemas pueden ser aún peores. "Verdaderamente que aquella era una mujer de armas tomar", pensó entonces Iturregui-. Y, de pronto, se encontró con que había perdido su habitual seguridad. Fue entonces cuando dijo: - ¿Peores aún? Pues entonces... Bueno, o es que... En fin. Su poema, ya le he dicho que es bueno, y es valiente. Yo supongo que los restantes tendrán una calidad semejante. Finalmente, Iturregui había recuperado su habitual resolución. Cecilia sonreía abiertamente ante el episodio de confusión padecido por aquel hombre, pero prefirió no hacer ningún comentario al respecto. - Está bien. ¿Le parece que hablemos sobre alguna posible colaboración? - Sí. Si usted quiere, le dejo mi poema. Está publicado y dispongo de algunos ejemplares más. Cecilia apretaba la boca mientras le extendía las cuartillas que apenas unos minutos antes habían producido la indignación general. "¡Vaya mujer! Es bastante osada", pensó Iturregui. - Señorita. Disculpe usted mi atrevimiento -dijo entonces- ¿Me está usted retando? - ¿Un reto? ¿Cómo? ¡No entiendo nada! Usted me ha dicho que le ha gustado mi poema. Ya me ha vuelto a repetir que le ha gustado mucho. Le parece que es "lindo". Yo se lo,doy para que lo publique, ya que le gustó tanto. ¿Dónde ve usted el reto? Iturregui se sintió entonces absolutamente derrotado. - Tiene usted toda la razón. Veré cuándo me lo pueden publicar... - Yo no le culpo si ustedes no lo publican. Aquí no ha gustado y lo más probable es que tampoco guste a sus lectores. - No lo sé. Lo único que sé es que lo voy a publicar -decía, preocupado a la vez que convencido, el industrial-. En fin, tengo unos papeles que me esperan, señorita. Pero puedo dejarla donde usted quiera. Por cierto, ¿seria admisible que le pregunte dónde se aloja usted? - En el hotel Carlton. Pero no voy hacia allí ahora. El señor Urdaneta me ha pedido que le acompañe a conocer su diario. Pero le agradezco su buena intención. - Está bien. Entonces nos despedimos. Encantado de conocerla señorita, señorita... Disculpe -Iturregui no recordaba su nombre. - Cecilia Llosa. Yo también he tenido mucho gusto en conocerle -dijo la poetisa arequipeña tendiéndole su mano derecha.

No hay comentarios: