jueves, 10 de septiembre de 2009

Intercambio de solsticios (33)

Caminaba por el Paseo de la Habana y lo hacía por el centro de la calle. En el Chamartín moderno ya no quedaban apenas aceras, ni falta que hacía: los vetustos coches -reparados con emplastos y piezas de otros automóviles, a la manera de la Cuba de Fidel- competían con los carros tirados por caballos o mulos -que luego se alojaban en los portales de las casas- en evitar a los caminantes más despistados, porque aún no era seguro el tránsito por la calle; bandas organizadas merodeaban por los otrora barrios pudientes a la búsqueda de comida, repuestos para todo tipo de máquinas o mujeres -y aún niños- con los que saciar sus diversas apetencias. Leonard Cohen había presentido esta situación con estas palabras: "I´ve seen the future, brother: it is murder".
Esa mañana de -digamos- lunes Jorge Brassens no había observado hasta entonces presencia de tráfico humano o rodado. Pero, enfrente y a su derecha, junto a una deshecha antigua sucursal de la "Caixa", un grupo de gente avanzaba en dirección a su persona. Brassens sujetó con fuerza su Smith&Wesson: el barrio estaba en apariencia tranquilo, pero no cabía confiarse.
Eran 4 ó 5 tipos de 20 a 30 años, quizás algo más. Avanzaban con ese andar chulesco que caracteriza a cierta gente prepotente. No sabría muy bien si se trataba de vulgares malhechores o de eximios miembros del servicio del orden: ellos mismos -debía reconocerlo- a veces reclutaban a los segundos con escoria procedente de los primeros: una buena soldada podía trocar en buena a la mala gente. Tampoco podía ver desde el punto en el que se encontraba si portaban el brazalete verde distintivo.
En el interior del bolsillo derecho de su gruesa chaqueta de "tweed" de jaspeado dibujo marrón, Jorge Brassens amartilló su revólver. "O ellos o yo, si llega el caso...", pensó. Y se dijo también: "Lo más probable es que me toque a mí".
Una voz que le pareció airada le sacó de sus pensamientos.
- ¡Alto ahí!

3 comentarios:

Sake dijo...

Sin ley todos somos supervivientes, sin ley gana el más fuerte, el más desalmado el más salvaje. Sin ley estamos más cerca de los animales, aunque ellos tienen la ley de la naturaleza.

Antonio Valcárcel dijo...

Estimado Fernando:

La visión que describes de las bandas organizadas en busca de comida se han organizado en grupos de inmigrantes: comen en los comedores de la beneficencia y gerenciados por religiosos, otros son centros que atiende a los indigentes de media pensión sin cama incluida y deben de dormir bajo de los puentes de las autorías, o en los cajeros de los múltiples agencias bancarias y cajas de ahorro; mientras se enriquecen con las subvenciones otros gerentes arrimados a la política ganadora. Lo peor es que se están acostumbrando a esa vida, deambula sin esperanza, vacunados contra la depresión psíquica, llenando hospitales, agotando recursos públicos sin planes de rehabilitación social por faltas de salida laboral. "Son los sin techo" un ejercito de soldados sin soldada dentro de poco, son tantos que el sistema no llega a cubrir sus necesidades de seres humanos.
"Otros son sin papeles" y aunque lo intentan sólo son para la Ley de Extranjería montones de carne y huesos sin identidad: unos de Cachemira, otros de países donde los nacimientos no son anotados en los libros registros; son sombras en esta sociedad que la Ley debe de regular lo antes posible.

Sake dijo...

Antonio Valcárcel:

Estupendo comentario.