martes, 1 de septiembre de 2009

Intercambio de solsticios (30)

"Queda mucho por hacer", pensaba Jorge Brassens en tanto que dirigía sus pasos hacia la antigua estación de Chamartín, habilitada en sede del comité de barrio-ciudad. Con la mano en el bolsillo tocaba el salvoconducto firmado por el secretario de la organización, que le aseguraba un derecho preferente a circular por toda la zona que se encontraba bajo la autoridad del consejo. Además, en su calidad de responsable de relaciones con otros barrios-ciudades, Brassens podía circular con relativa seguridad por las diversas zonas de lo que -antes de 2´013- fuera ell centro de Madrid, claro que siempre que justificara su presencia en esos barrios-ciudades en algún encuentro oficial. Claro que, de esas excursiones, volvía Brassens a menudo con algún producto que les sirviera Vic y a él de sustento adicional para su menguada cesta de la compra. Tenía derecho a una especie de "valija diplomática", no controlable por definición.
A su derecha, la mole de lo que fuera la embajada de Cuba, en que se refugiaron las bandas latinoamericanas que habían tomado parte en el asalto a los Nuevos Ministerios cuando grupos aislados de ciudadanos -antecesores de nuestros actuales servicios de orden- les hicieron frente. Aquellas bandas justificarían su actuación en arcanos paradigmas revolucionarios y un confundido embajador les ofrecía asilo. Lo cierto es que lo más probable fuera que el episodio del asalto a los Nuevos Ministerios se debiera a una amalgama heterogénea de gente en la que cabían desde delincuentes hasta desesperados, pasando por juerguistas y vividores. Quizás algún día, nuevos estudiosos de los tiempos pasados fueran capaces de situar los hechos y explicarlos en el contexto de lo vivido.
En todo caso, parecía claro que las bandas latinas que se refugiaban en la embajada cubana utililzaban la legación diplomática como refugio una vez que concluían sus constantes acciones delictivas. Se dice que el embajador les conminó a que depusieran su actitud o que -de lo contrario- abandonaran la residencia. Armados hasta los dientes, manifestaron que eran ellos quienes tomaban las decisiones y que el que debía marcharse era el mismo embajador, cosa que este hacía, desconcertado y sin destino conocido.
La toma de la embajada fue un episodio de asedio y estrategia militar, dirigida por el otrora comandante de los GEOS, Leoncio Cardidal, y que más tarde sería elegido por sufragio directo y secreto, en virtud de los méritos que le adornaban por aquella valerosa acción, "sheriff" de Chamartín. "Un hombre intrépido -pensaría Jorge Brassens-, pero un ególatra y un pésimo organizador de la defensa. Pero ¿qué se puede hacer contra la opinión del pueblo soberano?"

1 comentario:

Sake dijo...

Cuando estamos confundidos y dudamos, cuando estamos paralizados porque nuestras ideas están en guerra unas con otras ¿que podemos hacer?. Un primer paso seria atender lo urgente y elemental, dejando lo complejo para más adelante. Y puede suceder que en la resolución de lo urgente encontremos la solución de lo complejo y anarquico.