martes, 5 de mayo de 2009

¡Devuélvame la llave!

- No hay ningún problema -me dijo-. Son seiscientas cincuenta pesetas.
Tenía una mirada indiferente, podría decirse que incluso servicial. Se encontraba en el local de seguridad, a pocos metros de la entrada. Era un recinto oscuro y una máquina de reproducir llaves dominaba la estancia. El sujeto se parecía más a un antiguo orfebre que a un común llavista.
Por un momento estuve a punto de extraer la cartera de mi bolsillo. Después de todo no era demasiado el dinero que me pedía. Una llave para el servicio de seguridad, la otra para mí. Pero, una sombra de duda se deslizó por mi imaginación. Seiscientas cincuenta pesetas, sólo seiscientas cincuenta. Y, de repente, empezó a parecerme un exceso. Quizás no se tratara siquiera del dinero. Pensaba en todo lo que habíamos llegado a ser bajo la omnipresente tutela de los escoltas. “Hoy salimos a las 9’50… Recorreremos la calle Ledesma… Dejaremos el coche en el garaje… ¡Espere!… ¡Dése prisa!” Y, ahora, me pedían una llave más, de mi coche, cuando Juan, mi escolta, disponía ya de la suya. Era inútil exigir la justificación. Siempre acudirían a los manuales de protección personal que constituían para ellos algo semejante al Evangelio para un cristiano.
Así que, después de dar unos pasos por la reducida primera parte de ese recinto, bajo la mirada siempre indiferente de ese sujeto, que se afanaba en torcer aquella barra de acero incandescente, me resolví a reclamar la presencia de la responsable inmediata del Departamento. La conocía de verla a la entrada de la sede, al otro lado de la ventanilla, contigua al “hall”. Era alta, rubia y vestía con un cierto descuido, unos pantalones de rombos que le quedaban holgados, una blusa de azul claro y una chaqueta barata, de un color más oscuro, aunque indefinible. Su cuello se veía rodeado de una cadena, a cuyo extremo colgaba una pequeña cruz de oro.
Estaba bien. Quizás, en otra ocasión me hubiera gustado pasar un distraído momento con ella; pero ya había abandonado tiempo atrás cualquier perspectiva de algún lío con una miembro de los servicios de seguridad. Habría cometido un error. En teoría se encontraban a nuestra disposición, eran casi como empleados nuestros. Además que nuestra posición de representantes teóricos de las posiciones conservadoras nos alejaban presumiblemente del filtreo con mujeres distintas de las oficiales.
En todo caso gozaba de la protección del sueño. Esa calidez de las horas, de los minutos próximos al despertar, te permiten una cierta osadía, la posibilidad de hacer tuyas las cosas que la realidad convierte en casi imposibles.
Pero, una corriente de exasperación, de rabia incontenible, superaba cualquier posibilidad de acercamiento hacia aquella mujer. Miraba, sin embargo, sus labios, bien pintados; su melena, rubia, con vetas, que se repuntaba levemente al descansar sobre su cuello; sus ojos claros, enmarcados por unas perfectas pestañas.
A veces, la belleza sólo envuelve un espacio de distancia, pensé. Un bonito envoltorio que conserva un contenido de maldad. Y ella era una de las responsables de seguridad, de esa organización que había hecho despojos de mi libertad, de esos viles sujetos que me exigían seiscientas cincuenta pesetas por hacer una copia más de la llave de mi coche.
- Me dicen que tengo que pagar ese dinero por hacer una copia de la llave -le explicaba, casi a gritos-, o que, de lo contrario, se quedan con el original.
Y, de repente, me daba cuenta que así les entregaría un reducto más, más…, de mi libertad. Que así me quedaría sin la última oportunidad que apenas tenía de poner algún kilómetro respecto de ese paisaje urbano que los terroristas habían repintado en negro. La entrega de esa llave me hacía un poco más prisionero de ellos.
De modo que, mientras hablaba, le señalaba con el dedo. Casi sentía el suave tejido de su blusa o el áspero lienzo de su chaqueta.
Y ella callaba.
¿Tengo yo que pagar seiscientas cincuenta pesetas por una copia de mi llave? ¿porque ustedes consideran que la seguridad recomienda eso? ¡Pues, muy bien. Paguen ustedes la copia!
Después de todo… ¿Qué les importaba? ¿Qué suponían seiscientas cincuenta pesetas para ellos que facturaban cientos de millones, miles de millones, al año, al partido, por el servicio que nos prestaban?
Y ella callaba. Y me observaba con una media sonrisa entre sus labios. Seguro que pensaba que mi actitud resultaba desproporcionada. A lo mejor que estaba loco.
Y cada vez que le gritaba más, yo creía que ella me iba a pedir que hablara con su superior inmediato. Por eso que así, posiblemente se me pasaría el enfado.
- No hay ningún problema -afirmó, cuando me había dado yo un pequeño respiro a mis expansiones-. Nosotros correremos con el coste.

3 comentarios:

Sake dijo...

¿Con que podemos llenar nuestra mente, cuando nos interesa que no quede ni un milimilimetro sin ocupar?¿Que puede interesarnos tanto, que ocupe toda nuestra atención, cuando a cada momento puede sudecer lo indeseable?. ¡Corren con los costes! ¿de que?.¿Que precio paga el protegido? Imposible de calcular,¡no hay medida!.

Antonio Valcárcel dijo...

...Así es. La Ley de Victimas del Terrorismo del Gobierno Vasco, ahora ha de ser ampliada y modificada en cuanto a la cobertura de lo que se entiende en dicha Ley, como victima. Es evidente, el alto precio que pagan los protegidos a costa de su libertad ha de ser pagada por el Estado de alguna forma. La condición de victimas se ha de ampliar a protegidos y protectores, además de las secuelas psíquicas que ocasionan por el simple ejercicio profesional a los escoltas, protegidos y familiares.
Espero que el nuevo Gobierno Vasco, que no tengo duda, articulará una Ley consecuente con la consideración de victimas del terror; que ocasiona graves daños psíquicos.

Antonio Valcárcel dijo...

...UPyD baja en las encuestas y desgraciadamente. ¿Seguirá bajando? Y lo que se proyectaba como una esperanza quedará en lo mismo, EN ESPERANZA. Últimamente algo se está haciendo mal: militantes que hemos desistido por faltas de oportunidades en la incorporación a los órganos internos y sus diferentes áreas.

Durante varios días se han puesto en contacto periodistas de ETB con el suscribiente, al parecer en la base de datos del Ente Vasco figuraba como responsable de prensa para Vizcaya, y yo, sin saberlo. Crasos errores, crasos olvidos...