martes, 28 de enero de 2025

 Premio Balparda 2025

ESTEBAN GOTI BUENO

Archivero de la Sociedad 'El Sitio'

La distinción a Fernando Maura reivindica la figura y el liberalismo social del que fue alcalde de Bilbao y presidente de 'El Sitio'

U

n año más, la Socie-cada Sitio entre.

gó el Premio Gregorio de Balparda. Ju-rista, historiador, al-

calde de Bilbao, presidente de nuestra Sociedad y diputado a Cortes. La reivindicación de esta personalidad es, para nosotros, un elemento clave. Es uno de los intelectuales más sobresalientes que dieron Bilbao, las Encarta-ciones y Bizkaia en el siglo XX.

A poco que nos aproximemos a sus artículos y conferencias, asi como a su 'Historia crítica de Vizcaya y de sus Fueros, nos daremos cuenta de que estamos ante un hombre estudioso y convencido de lo que escribe. También

es una reterencia dentro de Sitio, pues encarnó una de las corrientes más avanzadas del li-beralismo, objeto de cierto desdén por parte de los núcleos más acomodados en el sistema económico y político de la Restauración (1875-1923). Balparda tuvo una conexión muy clara con el sector liberal de José Canalejas.

Un bilbaino-encartado, abierto a la política local, territorial y na-cional, a nuevas posibilidades, como el brazo de la ría del Ner-vion lo está al inmenso mar.

El liberalismo de Balparda puede adjetivarse como social, pro-gresista, de izquierda (no en vano formó, junto a Santiago Alba, Iz.-quierda Liberal), aunque el empleo del termino democrático.

a la altura de principios del siglo

XX, es quizá lo más revelador, en tanto que eso significaba una superación de particulares intereses económicos, una esperanza en el afianzamiento de la democracia bajo la monarquía de Alfonso XIII y la disposición a incluir en ella a los partidos que habian surgido desde fines del siglo XIX, contestando el modelo 'restauracionista, valga el tér-mino.

El liberal Balparda fue, por tan-to, una representación significativa del liberalismo que permanecía aún en las clases medias y modestas. El mérito está en que él no pertenecia a ese grupo so-cial, sino a uno más pudiente. A la altura de 1909, proyectó un partido liberal vizcaino con un gran acento en la redistribución de la riqueza. Un partido que no prosperó, porque no tuvo los apoyos suficientes.

Ahora bien, si Balparda no concitó el aliento de quienes tenían posiciones más conservadoras, no devolvió a cambio el resenti-miento. Aquellos que quisieron contar con él sabían de su valía. que aceptaría embarcarse en el asentamiento en Bilbao, en toda Bizkaia, de un proyecto en favor de la monarquía constitucional, y que, con ello, se podria tener una opción de limitar el ascenso del nacionalismo vasco, con el que Balparda confrontó desde el estricto discurso político.

Fue un hombre integro, sin miedo a manitestar su pensa.

miento. Esa caracteristica, durante su vida, y al final de ésta, le salió muy cara. Esto es lo que produce que una biografía perdure en el tiempo. Dos hechos dramáticamente significativos: sufrio un atentado en el coche durante la campaña de las elecciones generales de 1919, y fue asesinado vilmente en el barco-prisión Cabo Quilates', el 31 de agosto de 1936.

En la trayectoria de este Pre-mio, desde 2020, hemos querido distinguir a personas que resultan significativas en el ámbito jurídico y de la Historia, las dos condiciones y vocaciones de Gregorio de Balparda y de las Herre-rías, y, ante todo, a los que han destacado en la defensa de las libertades y el Estado social y democrático de Derecho en nuestro entorno más cercano. Este año, nuestro premiado es Fernando Maura Barandiarán. Su novela 'Ultimos días de agosto' fue un importante acercamien to a la recuperación de la memoria de nuestro ilustre bilbaino.

Desde su publicación, el libro permite al lector introducirse en la

ANTÓN

¿Sabino

Arana?

No. Gluseppe

di Lampedusa

piel de don Gregorio, en el curso de los días 25 a 31 de agosto de 1936, al tiempo que, a través de los recuerdos de este, se puede observar la historia del Bilbao y la España de principios del siglo XX. El contenido de la novela es concordante con otras obras literarias que se relacionan con este periodo, como la que ha publicado recientemente Alfonso

Carlos Saiz Valdivielso, 'Un infierno helado. (Bilbao 1936-

1938). Del mismo modo, se vincula con las aportaciones historiográficas de Javier Cangas de Icaza en 'Gregorio de Balparda.

(Forja y destino de un liberal)', o bien con la recopilación de tex-tos, con estudio preliminar y edición a cargo de Iñaki Iriarte en

*Gregorio de Balparda. Escritos Políticos'.

Gregorio de Balparda fue el último conferenciante en 'El Sitio'

antes de la Guerra Civil, en junio de 1936. Un mes antes se pudo escuchar allí mismo a Julián Bes-teiro. Dos hombres que, desde la sede de nuestra Sociedad en el Palacio de las Libertades de Bi-debarrieta (actual Biblioteca Mu-nicipal, sin resarcimiento honorable a la vista), obtuvieron el aplauso del público.

De haber tenido el alcance político necesario, para conseguir el del conjunto de los españoles, la infame contienda fratricida ha-bria tenido más dificil hacerse presente. Es una suposición, no una afirmación. Entre las libertades que defendemos, está la de sonar.

Todo tiene que cambiar para que todo siga igual

PNV

domingo, 26 de enero de 2025

Boogie Street

 Interpretada a dúo con Sharon Robinson, Boogie Street, es una de las más bellas canciones de Leonard Cohen. Nos presenta la idea de la calle como la contraposición del espacio protector de la casa de cada uno. Se trata de ese gesto cotidiano que las personas hacemos todos los días, dejando de lado la comodidad familiar y apacible -a veces no tanto- de nuestras viviendas para enfrentarnos a las mil y una dificultades que nos acechan en la calle, en el transporte privado o público, en nuestra actividad laboral, en las relaciones no siempre fáciles con las gentes que se atraviesan por nuestras vidas.


Y ahí, en esa calle, se dan de la mano la luz y la oscuridad. Los dos fenómenos que el poeta presume que no se podrían encontrar, pero que conoce muy bien que forman ese juego de pares opuestos, esa dialéctica enfrentada, que envuelve todas las situaciones de la existencia.


De modo que el cantor se prepara para eso que es la vida real. Besa los labios de la mujer que permanece en su casa, bebe un trago de su vaso de vino, fuma un pitillo, ordena la cocina y afina su instrumento de trabajo, que podría tratarse de una cartera o el maletín de un médico, pero que, en este caso es un banjo.


Sale de casa. Y es que le buscan en el atasco, donde es muy posible que nadie le encuentre, ¿o es que existe algún lugar más anónimo que la calle de una gran ciudad? En realidad, el atasco es la vida de todos los días; para salir de él, además de necesitar de la ayuda de otros, debes concentrar toda tu voluntad de emerger, de volver a brotar, de vivir…


Y, sin embargo, más allá de esa confusión, alguien le ha guardado un sitio en alguna parte. Porque, cuanto mayor sea la levedad, la indiferencia, la carencia de sentido que conlleva nuestra existencia… hay siempre alguien que piensa en nosotros, quizás para que observemos el espectáculo que otros nos proporcionan, tal vez para que seamos nosotros mismos quienes formemos parte de la representación. Se trata poco menos lo mismo una cosa que la otra, lo que importa es que alguien haya puesto allí una silla que lleva nuestro nombre. ¿Será porque eso representa que formamos parte de alguien o sólo de algo? No se sabe muy bien, pero lo cierto es que estamos y nos esperan.


Porque -y ésta es quizás la más bella estrofa de la canción- es el amor lo que importa. Estamos hechos por el amor, y en él desaparecemos.


Y aunque todas las indicaciones las encuentras en esa calle, confundidas con las señales de tráfico, los carteles de las tiendas, los anuncios en las marquesinas de las paradas donde tomas el autobús… (“todos los mapas de carne y sangre”j están presentes… nadie nos ha dicho para qué sirve en realidad esa calle. ¿La vida, el bullicio, el mundo,… más allá de nuestra área de confort?


De manera que el poeta es lo que es, y lo que es está ahí, en la vida, en esa calle. Y es allí donde el recuerdo le lleva a los placeres que compartió con ella, el agua de ese río y la explosión de la cascada bajo la que se bañarían un día juntos. Desconcertado por su belleza.


Y avanza por entre la gente. Lo podemos imaginar sorteando a jóvenes que observan sus móviles en tanto que se dirigen hacia nosotros, o evitando a las personas mayores cuyos bastones nos pueden provocar una zancadilla, o las gentes que se cruzan para entrar e una tienda o salir de su casa sin que les preocupe ni mucho ni poco nuestra presencia, el ruido de la sirena de una ambulancia que puede transportar a un enfermo grave o el claxon de un conductor malhumorado… todo eso es Boogie Street. Será incómodo, pero es la vida. Y son preferibles todos esos inconvenientes que hacer lo que tante Léonie, el personaje de Proust, que llegó un día y se encerró en su casa para no salir de ella, después se metió en su habitación y finalmente en su cama.


Decididamente, es mejor sucumbir al caos de la vida. Y ya nos lo advierte el poeta: no tengáis miedo, se está muy bien aquí. ¿O es nada más que una ironía? Ustedes dirán.


Como es habitual, les ofrezco primero la traducción al español y después la versión original.


Oh corona de luz, oh Oscuridad

Nunca pensé que nos encontraríamos

Besas mis labios y luego ya está.

Estoy de vuelta en Boogie Street

Un sorbo de vino, un cigarrillo

Y luego es hora de irse

Ordenó la cocina

Afino el viejo banjo


Me buscan en el atasco

Me estan guardando un asiento

Soy lo que soy y lo que soy.

Está de vuelta en Boogie Street


Y oh mi amor, todavía recuerdo

Los placeres que conocimos

Los ríos y la cascada.

donde me bañé contigo

Desconcertado por tu belleza 

Me arrodillaría para secarte los pies

Con tales instrucciones te preparas


Un hombre para Boogie Street

Oh corona de luz, oh Oscuridad

Nunca pensé que nos encontraríamos

Besas mis labios y luego ya está.


Y estoy de vuelta, de vuelta en Boogie Street

Así que venid, amigos míos, no temáis.

Estamos tan cómodos aquí


Es del amor que estamos hechos.

En el amor desaparecemos


Aunque todos los mapas de sangre y carne

Están publicados en la puerta.

Nadie nos ha dicho todavía.

Para qué sirve Boogie Street


Oh corona de luz, oh Oscuridad

Nunca pensé que nos encontraríamos

Besas mis labios y luego ya está.

Y estoy de vuelta, de vuelta en Boogie Street

Un sorbo de vino, un cigarrillo

Y luego es hora de irse

Ordeno la cocina

Afino el viejo banjo

Me buscan en el atasco

Me estan guardando un asiento

Soy lo que soy y lo que soy.

Está de vuelta en Boogie Street, ooh sí









O crown of light, o Darkened One

I never thought we'd meet

You kiss my lips and then it's done

And I'm back on Boogie Street

A sip of wine, a cigarette

And then it's time to go

I tidied up the kitchenette

I tuned the old banjo

I'm wanted at the traffic-jam

They're saving me a seat

I'm what I am, and what I am

Is back on Boogie Street

And o my love, I still recall

The pleasures that we knew

The rivers and the waterfall

Wherein I bathed with you

Bewildered by your beauty there

I'd kneel to dry your feet

By such instructions you prepare

A man for Boogie Street

O crown of light, o Darkened One

I never thought we'd meet

You kiss my lips and then it's done

And I'm back, back on Boogie Street

So come, my friends, be not afraid

We are so lightly here

It is in love that we are made

In love we disappear

Though all the maps of blood and flesh

Are posted on the door

There's no one who has told us yet

What Boogie Street is for

O crown of light, o Darkened One

I never thought we'd meet

You kiss my lips, and then it's done

And I'm back, back on Boogie Street

A sip of wine, a cigarette

And then it's time to go

I tidied up the kitchenette

I tuned the old banjo

I'm wanted at the traffic-jam

They're saving me a seat

I'm what I am, and what I am

Is back on Boogie Street, ooh yeah, Boogie street





domingo, 19 de enero de 2025

Palabras de agradecimiento por la concesión del premio Gregorio Balparda 2025 de la Sociedad El Sitio de Bilbao (17.1.25).

 Agradecimiento a la Sociedad El Sitio, a su Junta Directiva y a sus socios, y a todos los asistentes.


El premio Gregorio Balparda merece una incursión en el personaje. Una visita a un hombre y a una época, que -tanto hombre como época- son muy diferentes de las actuales. Algunos dirán que mejores, yo prefiero quedarme en que son distintas. Pero son ustedes los que tienen que opinar.


Bilbao tenía en 1935 -pocos meses antes de que Balparda fuera asesinado el último día de agosto de 1936-, 170.000 habitantes. Hoy cuenta con 345.000. Seguramente que la extensión del municipio no era la misma que ahora, y ya sabemos además, que Bilbao no es sólo una localidad, sino que forma parte de una conurbación (lo que en su día se llamaba “Gran Bilbao”, y que como consecuencia de los orígenes históricos del término, vinculados con el régimen dictatorial anterior, sería abandonada).


Y es que, como decía Unamuno, “el mundo entero es un Bilbao… más grande”.


Eran tiempos -ya digo- muy diferentes de los actuales. La gente moría de sarampión o de viruela, por lo que apenas llegaban a advertir los síntomas de las enfermedades cardiovasculares o del cáncer. ¿Y qué decir del COVID ‘19?, todavía los chinos no preocupaban ni ocupaban la menor atención de los bilbainos.


Y el mapa político de Bilbao era también muy diferente del de hoy. En los finales de la época de la Restauración -que es lógico situar entre los años 1876 -fecha de la Constitución canovista- y el golpe de estado del general Primo de Rivera de 1923-, el debate político o la confrontación electoral se producía entre monárquicos -Liga de Acción Monárquica-, socialistas -PSOE- y nacionalistas -PNV-. Hoy se podría decir que son dos las fuerzas políticas que contienden por el apoyo principal de los electores, las dos nacionalistas -PNV y Bildu-, con dos partidos políticos adjetivos -PSOE Y PP-, adjetivos aunque no necesariamente marginales.


Bilbao había vivido una eclosión económica e industrial que carecía de parangón en otros lugares de España. Resuelta la quiebra del Crédito de la Unión Minera -entre otras cosas por la mediación del Rey Alfonso XIII con el Banco de España- que se produjo en el año 1925, Bilbao y Vizcaya pasaban por ser consideradas un polo de referencia para el mundo de los negocios. Los apellidos y las empresas bilbainas no sólo se hacían sentir en su espacio local, sino que llegaban a financiar obras de envergadura en otros lugares de España, como ocurría en el Metro de Madrid.


Hoy, a pesar de que la industria constituye el sector económico de su actividad -por encima del 20% de su PIB-, han aparecido con fuerza el sector servicios, con especial avance del turismo -por encima del 5%-. Y ya la industria no se concentra en la construcción de acero o de barcos, los sectores industriales más fuertes de la economía vasca son la maquinaria, la aeronáutica y la energía


Y tampoco la vida cultural de Bilbao le iba a la zaga. Además de la Sociedad El Sitio,  que, como todos ustedes conocen era una sociedad recreativa y cultural, eran muy conocidas las tertulias del Lyon D’Or (traducción más o menos afortunada de la expresión francesa “le lit on dort”, por su cercanía a la estación del Norte, que hoy se llama de Indalecio Prieto). Por la tertulia de esa importante cafetería, presidida por don Pedro Eguillor, salvajemente asesinado en los Ángeles Custodios, también el año 1936, acudían gentes del pensamiento de Bilbao, como el Doctor Areilza, De la Quadra Salcedo o el propio Gregorio Balparda. 


También convendría anotar la iniciativa de don Lorenzo Hurtado de Saracho en el año 1922 para la creación del Museo de Arte Moderno de Bilbao, en colaboración con la Diputación y el Ayuntamiento. Hoy se nos conoce más por el Guggenheim o por la A.B.A.O.


Es cierto que la crisis económica que se producía en los Estados Unidos, y a la que se calificaría como el “crack” del 29, tenía una larga cola que afectaría a España, y que en Vizcaya la organización sindical de la UGT producía conflictos laborales en defensa de los intereses obreros y a veces de los políticos del PSOE. Pero lo que impregnaba de manera más complicada la convivencia civil era la política.


La eclosión de la industria del acero, la construcción naval, y la creación de unos instrumentos de mediación financiera que consolidaron el crecimiento económico, no permitía olvidar que detrás de todo eso había quedado una sociedad tan aturdida por los cambios producidos que apenas se reconocía en lo que estaba advirtiendo. Al carlismo que protagonizaría los dos asedios que sufrió la Villa de Bilbao, le tomaría el testigo el nacionalismo vasco, que sería precisamente -diríamos ahora- un mix entre el carlismo histórico y el auge del nacionalismo catalán que Sabino Arana había conocido en su viaje a Barcelona.


El Bilbao liberal que había padecido y superado valerosamente los dos Sitios, se dividiría, tanto a la conclusión del uno como del otro. Hubo quien pretendió ofrecer algún argumento a los asediadores ofreciéndoles como compensación un Concierto Económico -que luego elevaría a rango legal don Antonio Cánovas del Castillo- y quienes prefirieron militar en un liberalismo auténtico, que pretendía que nada de lo que había quedado derrotado en el campo de batalla, en especial, los fueros medievales, debía quedar vivo.


Los primeros liberales -esos que podríamos calificar como fueristas- no sólo actuarían en el debate político como gentes que se aprovechaban de la situación para recuperar el ámbito fiscal singular que ambos conflictos habían derrotado, es que tampoco querían repetir las desastrosas consecuencias de los asedios sobre la Villa, que no sólo mataban a las gentes y perjudicaban la economía, es que rompían las familias y los vecinos de una sociedad tan pequeña como era la bilbaina.


En esta contraposición entre liberales, contraposición que resulta -forzoso es reconocerlo- muy habitual en este espacio político, emerge con una extraordinaria importancia la figura de Gregorio Balparda de las Herrerías. Un abogado encartado, de Valmaseda, que tuvo una primera idea tradicionalista de la política, pero que muy pronto abandonaría para engrosar el campo político liberal.


Balparda no sería sólo un activista político, se ocuparía también de estudiar la que él mismo pondría por título “Historia crítica de Vizcaya y de sus Fueros”, que se publicaría en tres volúmenes, el último en 1945, cerca de diez años después de su asesinato.


En el debate político, su conocimiento del asunto sería incontestable. Y así, cuando Indalecio Prieto intervenía en el Congreso de los Diputados sobre asuntos que hacían referencia a la historia de Vizcaya le pasaba notas a Balparda, explicándole que había preferido no entrar en la profundidad del asunto, ya que él -Balparda- conocía mejor la cuestión.


Convendría quizás realizar en este momento un apunte respecto de las relaciones entre el socialismo vizcaino y las derechas de esta provincia. Habría que señalar que existía un pacto no escrito entre unos y otros que sólo hemos visto recientemente en el País Vasco en abril de 2001 entre Jaime Mayor y Nicolás Redondo. Por este acuerdo, los socialistas no presentaban un candidato de envergadura por la margen izquierda-cuya circunscripción era la de Valmaseda-, en tanto que las derechas hacían lo mismo por Bilbao, favoreciendo así respectivamente las victorias de Balparda y de Prieto.


No se trataba, sin embargo, de un escenario totalmente pacífico, pues los nacionalistas intentaban en vano quebrar un acuerdo que se producía en su contra. Sota, que se había hecho con el control del PNV, utilizaría toda su influencia en dividir el voto entre las derechas y los socialistas, que eventualmente podría haberles beneficiado.


Era una época en la que el episodio de la compraventa de votos estaba presente en todas las convocatorias electorales. En Guernica, por ejemplo, las derechas invertían cantidades muy importantes con este objeto. Y donde no existía precio por el voto existía lo que se llamaba la “partida de la porra”, que significaba que a los electores que podían poner en peligro el éxito de las candidaturas -socialistas, en este caso- con mayores posibilidades en la circunscripción, según aparecían en el colegio electoral estos votantes se les advertía de las consecuencias que sobre su integridad física se les alcanzaría en el caso de ejercer libremente su derecho de voto.


Los medios de comunicación de la época han llegado también a registrar los opíparos menús que se ofrecían a los agentes electorales en aquellas jornadas, bastante más copiosos desde luego de los refrigerios que se adjudican a los apoderados e interventores en el día de hoy.


Para Gregorio Balparda el abandono de los liberales de lo que habían constituido sus valores de siempre, establecidos en los dos Sitios, y en buena medida arrojados en la cuneta, iban de la par con  la industrialización y el arraigo del socialismo pero los liberales bilbainos habían abandonado el núcleo primitivo “para acabar vendiendo su primogenitura por el plato de lentejas de una mina de Somorrostro o un solar en el Ensanche, además, por miedo al socialismo se habían engrosado las filas del partido bizcaitarra, ‘híbrido engendro del carlismo hojalatero y la plutocracia antibilbaína’, y con la connivencia ‘del liberalismo antisocialista’, la tradición se había ido extinguiendo; forzados a acogerse a los partido extremos ‘los hombres de ideal, aquella masa media, antes enamorada de los destinos de su pueblo, orgullosa de su historia’ había devenido ‘una triste comunidad de enamorados del becerro de oro, por cobardía y por codicia’”.


El peligro no era entonces el socialismo. Para Balparda, el peligro de que ‘si no se conseguía hacer evolucionar al bizcaitarrismo, los beneficios que se le hiciesen con esta esperanza favorecerían su triunfo’ y es que, ‘al compás de las distinciones y mercedes’ que el Gobierno le había dispensado, junto al ‘efecto desconcertante y desmoralizador’ de tratar el nacionalismo en Vizcaya ‘con los honores de un partido de gobierno’,  se había generado ‘una relajación, una crisis profunda del patriotismo en Vizcaya’ ‘no es posible ir más allá’ -aseguraba-, las llaves de una plaza que habían costado ‘tantas ruinas y la sangre de tantas generaciones’, no podían ser entregadas ‘a los enemigos de la dinastía, de la Libertad y de la Patria’ y si aquella estrategia continuara, ‘no podría llamarse ya política de atracción, sino política de traición’. Balparda finalizaba su discurso haciendo un llamamiento a la unidad liberal: ‘el enemigo es fuerte y tenemos la obligación de aunar nuestros esfuerzos’, y abogaba por ‘una organización común en que, sin que los republicanos dejéis de ser republicanos, ni los monárquicos dejemos de ser monárquicos, nos demos la mano por encima de esas diferencias en las formas de gobierno’.


Gregorio Balparda era un hombre vehemente. Dispuesto a contar sus tesis y a cantarles las cuarenta a quienes estuvieran o no dispuestos a escucharlas. Así, no dudaba en atravesar la calle Gran Vía -él vivía enfrente de la Diputación- cuando observaba que por esa parte de la avenida pasaba un egregio nacionalista. “Usted es un nacionalista y yo un liberal, nunca llegaremos a entendernos”, le espetaba a su atónito interlocutor. 


Concluido el periodo de la Restauración y producido el golpe de Primo de Rivera, cuando en la Sociedad El Sitio se valoraba la posibilidad de ofrecer un homenaje al dictador, señalaría Balparda que, si así se hiciera, la Sociedad seguiría siendo una sociedad recreativa, pero dejaría de ser una sociedad liberal.


Gregorio Balparda rechazaría incorporarse a los políticos que actuaron a lo largo de los cinco años en los que permanecería vigente la República española, a pesar de los ofrecimientos que se le hicieron en este sentido, como en su día me contaba José María Areilza. Pero su actividad como conferenciante no se interrumpió.


Mantendría una severa distancia Balparda con respecto a la autonomía del País Vasco, que el texto de la Constitución de 1931 amparaba, Para él, la Tierra Llana de Vizcaya había mostrado su deseo de no depender de un poder intermedio, sino de la Corona directamente; en el ámbito económico, la siderurgia del hierro y el puerto de Bilbao, elementos fundamentales, señalaban la "interdependencia y estrecha colaboración de Vizcaya en Castilla y con Castilla, luego con todas las Españas de ambos mundos" una trayectoria de "españolidad, castellanidad, universalidad", que el proyecto estatutario podía quebrar, creando "fronteras no sólo morales sino económicas", y convirtiendo "el centro mercantil e industrial más importante de todo el norte de España en un arrabal de ese artificioso 'Estado Vasco'". Balparda, al igual que el maurista Lequerica, consideraba que el régimen liberal y el Concierto Económico constituían el mejor “statu quo” para los vascongados de la época, una idea que también el monarquismo vizcaino había defendido históricamente a través de la publicidad y de la movilización social en torno a la renovación del Concierto. 


En una conferencia acerca de las autonomías que pronunció Balparda a finales de 1932, abandonaba la perspectiva local para enmendar la plana al nuevo régimen por su gestión del problema; tras preguntarse sobre los efectos que podría tener "el retroceder en una integración nacional milenaria, obra espontánea y progresiva de la ingénita tendencia de todas las sociedades humanas a crecer en círculos más amplios", consideraba que "la opinión que había traído a la República deseaba (...) volver al régimen de libertad política, de justicia social, de orden en los negocios públicos, de prosperidad creciente, de engrandecimiento nacional", que, con no pocos contratiempos y quebrantos, se había alcanzado gracias a la Revolución liberal; completar la labor de ésta constituía -en su opinión- la aspiración de la República con sus compromisos, "pero sin derogar las conquistas liberales". 


Distanciado ya de la actividad política pública, Balparda vería con enorme desagrado la evolución de los acontecimientos. Y cuando se produce un nuevo golpe de estado, el del general Franco, su preocupación por la deriva de una República que ya las izquierdas largocaballeristas han periclitado como antesala de un cambio de régimen que conduce de manera inevitable al socialismo, Balparda cede ante lo que considera un mal menor. Y cuando se le solicita que actúe como fiscal en un procedimiento abierto contra un general sublevado en San Sebastián, se da de baja como miembro del Colegio de Abogados de Vizcaya y se queda aguardando lo que deba ocurrir.


Detenido durante siete días en los bajos de lo que luego sería Instituto Público de Enseñanza de Bilbao, sería conducido más tarde a uno de los barcos prisión requisados con ese objeto, el Cabo Quilates. El otro era el Altuna Mendi. Los dos fondeados en la ría de Bilbao. El 31 de agosto de 1936 sería asesinado, el primero de los que acabarían sus vidas en ese barco. Una cruz blanca a la altura del municipio de Erandio se erige en recuerdo de lo que allí ocurrió. Más hacia la desembocadura en el Abra, está la cruz que recuerda a los asesinados del Altuna Mendi.


Alli quedó este hombre liberal, de una pieza, insobornable, bilbaino y español.


Muchas gracias.