domingo, 17 de marzo de 2024

El elefante en la habitación

La expresión "un elefante en la habitación", se deriva de un cuento indio, y es por lo común utilizada en el mundo empresarial para referirse a asuntos que resultan evidentes, pero a la vez incómodos de evocar, por lo cual se elude su mención a pesar de su indudable relevancia. Nacida en el ambiente de los negocios, esta locución puede también utilizarse -y de hecho se usa- en el mundo de la política.


El hecho de olvidar, de manera más o menos inconsciente, su presencia, no consigue anular los efectos que inevitablemente supone el deambular de semejante proboscídeo en el siempre reducido espacio de un cuarto.  No es posible mirar hacia otro lado: siempre nuestra vista tropezará con el imponente animal.


Lo mismo que le ocurre a la derecha democrática portuguesa con el espectacular resultado de Chega, el PP tiene un elefante en la habitación que en este caso atiende al nombre de Vox. 


Cualquiera que sea su fuerza política derivada de sus resultados electorales o de los pronósticos que estimen las encuestas; ya se trate de elecciones autonómicas, generales o europeas, Vox ha invadido un espacio político que el PP consideraba como propio e inalienable, con el efecto del abandono del partido fundado por Fraga y refundado por Aznar de una significativa parte de su electorado.


Pese a que el PP es sobradamente consciente de esa circunstancia, carece de una política concreta respecto del partido que le flanquea en el ámbito de su derecha; o, para ser más exactos, mantiene hasta dos posiciones diferentes. Por una parte, afirma que Vox no tiene sentido porque estorba la necesaria alternativa al socialismo de la llamada "sanchosfera"; por la otra, pacta con el partido presidido por Abascal en las comunidades autónomas en las que precisa de su apoyo para alcanzar el gobierno. 


Esta doble política enreda hasta tal punto la estrategia del medio y largo plazo, como la táctica a corto, que el socialismo sanchista ha convertido en la clave de su derrota/victoria del 23-J. Vendrán otras elecciones y se repetirá el problema (las gallegas no cuentan a estos efectos, dado el nivel de clientelismo que mantiene el partido de Feijoó en esa región; y las vascas tampoco, pues si el PP está llamado a ser convidado de piedra en Euskadi, no sería educado describir el papel de Vox en esa comunidad autónoma).


Es preciso admitir que el PSOE -de la misma manera que el común de la izquierda en otros países- ha conseguido introducir en la conciencia ciudadana el marco mental por el que resulta necesario crear un cordón sanitario a la extrema derecha, el cual no es extensible a la extrema izquierda -a la que ni siquiera se la menciona como tal-. Una estrategia que sólo ha conseguido triunfar con el apoyo de la derecha democrática, todo hay que decirlo. La renuncia a la presentación de batalla también en este frente no es exclusiva tampoco del PP.


El PP ha renunciado a advertir la presencia del elefante en su espacio político, y la consecuencia de esa ceguera le sume en una especie de nirvana espiritual en el que las propuestas a las que deberían servir sus actuaciones simplemente no existen. ¿Alguien conoce su opinión para abordar la cuestión territorial, más allá de enmendar las cesiones en esa materia del sanchismo a los nacionalistas? Nada, ni siquiera la reciente "declaración de Córdoba" le dedica atención a este trascendental asunto. Tampoco del PP sabemos cómo se propone derogar las prácticas del actual gobierno, ¿hay algún texto que describa alternativas concretas para reducir el gasto público, mejorar la competitividad de nuestra economía después del despilfarro de la coalición de la izquierda con la extrema izquierda y el independentismo, sin que ello conduzca al desastre de lo que queda de nuestra sufriente clase media? Ninguna línea, ninguna indicación. ¿Nos han explicado desde ese partido de qué manera intentarán recuperar -al menos en parte- el prestigio internacional perdido por España, en especial después de la carta de pleitesía redactada en Rabat y -mal- traducida al español, sin que exista compromiso concreto de reducir la inmigración ni de abrir las aduanas de Ceuta y Melilla? Nada sabemos de eso, más allá de una vaga promesa de que volveremos a la situación anterior, y es de presumir que tampoco eso se hará.


Por supuesto que la procesión va por barrios, y que los hay en el PP que afrontan de cara y sin complejos la situación. Es el caso de la Comunidad de Madrid, que es también el caso en el que este partido no necesita a Vox para gobernar. En otras regiones, el PP ha optado con mimetizarse con la defensa de esos espacios territoriales y, en ausencia de partidos nacionalistas, practicar una especie de regionalismo que emule a los nacionalismos pero sin pasarse de la raya. En todo caso, tampoco existe seguridad de que la fórmula de Isabel Díaz Ayuso y Miguel Angel Rodríguez obtenga los mismos resultados en el resto de España que en Madrid.


Le ocurre al PP algo parecido respecto de las coordenadas ideológicas que se sitúan en el eje derecha/centro, y su operación consistente en fagocitar el espacio político liberal, integrando en el partido de Feijoó algunos de sus más reconocibles activos en el ámbito representativo y de consejería y asesoramiento. Una maniobra que no parece integrar más que a personas, con el efecto de desdibujar aún más -si cabe- sus perfiles programáticos.


La suma de estas políticas conduce a la integración de un magma líquido que carece de color, de sabor y de olor, como dicen que antes ocurría con el agua. Que este producto sepa mejor que otros agrios y pestilentes fluidos no significa que todos prefieran este tipo de sabores sobre todos los demás posibles.


El partido que preside Santiago Abascal -quien compartió con quien firma este comentario escaño en el Parlamento Vasco en tiempos difíciles- fue fundado por otro amigo mío, el ex vicepresidente del Parlamento Europeo, Alejo Vidal Quadras. En el Abascal de entonces y en el Vidal Quadras de ayer y de hoy no se advertían tendencias populistas, pero la actual deriva de Vox, sus socios en el Parlamento Europeo y sus relaciones con Donald Trump conectan de manera significativa con la salida de Iván Espinosa de los Monteros de la primera fila del escenario público. Todo parece indicar que un partido que parecía postularse en la afinidad con la derecha liberal conservadora ha mutado de forma ostensible hacia el populismo reaccionario.


Y no es que Vox sea en puridad una escisión del PP, pero sí que constituye una expresión de descontento con esa política de magma líquido que comentaba más arriba. Una contracción en la que se reclama un regreso a los valores de la unidad de España como marco imprescindible de una ciudadanía libre e igual. Todo eso parece haber quedado marginado en un rosario de identitarismo patrio, de reivindicación de glorias pasadas y de tradicionalismo "enragé", como si ni siquiera la expresión de la "doble llave al sepulcro del Cid” que proclamara Joaquín Costa -el mismo que reclamaba un "cirujano de hierro" como solución a los problemas de España- hubiera sido dicha en alguna ocasión.


Pero también se advierte en esas políticas la sensación de patética orfandad que tienen los hijos que han perdido a sus padres antes de tiempo. Se diría que reclaman su atención, que 

sienten la añoranza de su compañía, que esperan a que llegue el momento en el que puedan compartir las cosas que nunca llegaron a decirse; y exigen su interés practicando las más inverosímiles calaveradas. 


Como ocurría en la parábola bíblica del hijo pródigo, quizás haya llegado el momento, siquiera por necesidad, no por afecto en este caso, de que el padre abra los brazos y elimine así el espantajo del elefante en la habitación. Señalaría también con esa actitud las líneas rojas que su vástago no debería cruzar y mostraría que un partido como el PP es capaz de disponer de un cierto sabor, más allá de la sensación de que no es tan acre como el gusto que desprende su rival.


De esta solución depende, hoy por hoy, la recuperación en nuestro país de una cierta deriva acorde con la Constitución, necesariamente abierta a un realineamiento del otro partido sistémico -el PSOE- respecto de este mismo objetivo, toda vez que el centro político continúa pendiente de representación política en España.

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