viernes, 2 de junio de 2023

“Has hecho mucho daño a este pueblo”

Era en un pueblo de la Baja Navarra francesa, la ‘Benafarroa’ a la que se refieren los nacionalistas vascos, los del “Euskadi zazpi, zazpi” (lo que quiere decir que el País Vasco son las ‘7 ’ provincias, o los 4 territorios, los del sur, incluida Navarra, por supuesto; y los 3 del norte, del País Vasco francés, en el que se incluye esa provincia). Y era en el pueblecito de Saint-Étienne-de-Baïgorry. Se trata de una localidad que no llega a los 1.500 habitantes, situada en el antaño deprimido y retrasado valle de los Alduides. Expresaban las crónicas de un médico rural de principios del siglo pasado la postergación de los Alduides del progreso que se disfrutaba en las comarcas contiguas, como la que alberga St. Jean-Pièd du Port, Cambó-les-Bains o Bayonne. Aquel galeno relataba episodios de enfermedades y pobreza extrema, derivadas de la endogamia y de la carencia de atención, no sólo sanitaria, inimaginables en la Francia altanera y desarrollada, y que nos recuerdan a la comarca extremeña de Las Hurdes, cuando fueron visitadas por Alfonso XIII en compañía del doctor Marañón.


Pasa por Saint-Étienne-de-Baïgorry el río Nive, cargado de truchas, que refresca plácidamente el ambiente al que da un hotelito local que dispone de un restaurante con una agradable terraza ajardinada.


Hacia allá nos dirigimos mi mujer, mi amigo Carlos Urquijo y yo para celebrar mi 68 cumpleaños.


El alcalde de Burguete nos había prevenido de la celebración de una fiesta popular, de modo que no nos extrañaría que el acceso al restaurante estuviera cerrado al tráfico. Una pequeña vuelta y la habitual habilidad de Vic conseguía un lugar apto para aparcar el coche. “Nos hemos inventado este lugar. Un apaño…”, declaraba ella.


El hotel no estaba lejos, pero una masa de gente se concentraba en un reducido espacio, presidido por una gran pancarta que ponía de manifiesto el motivo del festejo: una edición más del día del euskera, que ya llevaba unas cuantos años celebrándose allí. 


Las gentes se apelotonaban en grupos después de conseguir sus cervezas (perdón, ‘garagardoak’) en vasos de plástico y sus bocadillos de chistorra (idem perdón, co “tx”).


Atravesamos la concentración y percibimos muy cerca la presencia de Tasio Erkizia, viejo militante batasuno con el que compartí puesto en el ayuntamiento de Bilbao, en la legislatura de 1983-87. Un mandato caracterizado por las inundaciones del mes de agosto del primero de esos 4 años y que pondrían a prueba el vigor solidario de la Villa bilbaina y la acción de la denostada -en ciertos lugares del País Vasco- Guardia Civil que cumpliría como siempre hace con sus obligaciones.


Erkizia nació precisamente en Navarra -en Lesaca, por más señas- y fue ordenado sacerdote salesiano y licenciado en psicología. Impartiría clases en una ikastola (escuela vasca) en Bilbao. Fundador de Herri Batasuna, fue parlamentario vasco, aunque no ejercería ese cometido por el boicot que el brazo político de ETA sometía a esa institución. Sería condenado por apología del terrorismo. Aunque pasaría a un segundo plano, tiempo después las detenciones practicadas por la policía de dirigentes de HB le devolverían eventualmente a la portavocía de esa formación. También intervendría en la creación de Sortu, la organización heredera de HB en la coalición Bildu.


Esa sería la compañía que debimos evitar antes de acceder al hotel-restaurante.


Una vez instalados allí, pedíamos un aperitivo. Carlos quería una Coca-Cola, que no sé si es un producto imperialista o si más bien no se encuentra entre las esencias identitarias éuskaras, porque sólo le podían servir una sedicente “euskal-kola”, que el aguerrido soldado degustaba, y que, siempre según él, apenas sabía a la bebida americana.


Aún así, no cabía desalentarse por fruslerías semejantes. Nos sirvieron una comida apetitosa y la tomamos con agrado. Concluido el ágape nos dirigimos hacia el coche para regresar a casa.


Ya muy cerca del vehículo, un sujeto de unos 50 años, armado de una meliflua sonrisa y -dado su rollizo aspecto- de aparente buena alimentación, salió a nuestro encuentro y se dirigió a Carlos.


Reconstruyo ahora, con la ayuda de las notas que tomaría el aludido, la conversación que se produjo entonces.


  • Perdona… ¿No serás Urquijo, verdad?


No resultaba extraño que le reconociera. Como se sabe de sobra, mi amigo, en su anterior condición de Delegado del Gobierno en el País Vasco, se convirtió en martillo de batasunos, recurriendo las acogidas de etarras (ongis etorris) y otras manifestaciones de exaltación del terrorismo que se produjeron durante su mandato.


  • Sí, ¿por? -contestaría el ex-delegado gubernativo-. Para preguntar a su vez: ¿Qué hay aquí? ¿No puedo estar, o qué?


  • Sí. Este es un país libre -replicó nuestro interlocutor sin perder su blanda sonrisa. Para agregar a continuación, como quien expresa un juicio severísimo:


  • … pero tú has hecho mucho daño a este pueblo…


Carlos ha tenido siempre la condición de una réplica fácil. Así que le preguntó:


  • ¿Ah sí? ¿Qué daño?


El sujeto en cuestión no perdía, a pesar de la gravedad de su acusación, el gesto de falsa amabilidad que en todo momento presidía lo que no era sino una actuación en toda regla. A escasos diez metros de distancia, un grupo de unos cinco amigos suyos aparentaban charlar de manera distendida, en tanto que aguardaban el término de la conversación.


  • Mucho daño con decisiones que tomaste -resultaba evidente que aquel tipo no tenía ningún deseo de precisar.


  • ¿Cuáles? -inquiría Urquijo.


  • Mucho daño… -repitió el tipo sin dejar de lado su muletilla. Y, como si por fin se diera cuenta de que aquella repetitiva noria no tenía fin, declaró:


  • Yo también he sido politicastro…


Urquijo repuso rápido:


  • Sí, claro. Ya supongo, de Bildu...


  • No presupongas... -diría entonces el tipo.



Mi mujer y yo intervendríamos entonces intentando equilibrar las condiciones de aquel soliloquio de un sordo que repetía su mantra y nuestro amigo. Equilibrio necesario, ya que nuestro interlocutor partía en aquella dialéctica de la ventaja del conocimiento previo de Carlos, en tanto que nosotros carecíamos de esa información respecto del acusador, y éste tampoco estaba dispuesto a precisar su adscripción política.


Nada más había que hacer en ese pueblo, generalmente tranquilo, ni con las referidas gentes. Un público que se concentraba en aquella jornada para algo más que festejar una actividad cultural y su amor por el vascuence y la cultura autóctona: una reivindicación, bastante más que subliminal, de esencias patrias, de posiciones soberanistas, de nacionalismo excluyente…


Ésta es la historia que les quería contar,


Pero permítanme que les suministre algunos datos complementarios:


  • El candidato nacionalista, Jean Tellechea (Euskadi-Europa, lista avalada por el PNV) obtuvo el 14,95% de los votos, en las elecciones regionales de 2010, en Saint-Étienne-de-Baïgorry.
  • Según mediabask.eus, este pueblo tiene un alcalde abertzale desde el año 2014.
  • Egoitz Urrutikoetxea (candidato abertzale) obtuvo el 10,04% de los votos en la primera vuelta de las elecciones legislativas de junio de 2022 en esta localidad. Se da el caso de que el mencionado candidato es hijo del dirigente de ETA, Josu “Ternera”.

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