miércoles, 9 de julio de 2014

Mis vacaciones con Aski (4)


No debía pasar mucho tiempo hasta que volvíamos a conocer de alguna otra proeza de Aski. La misma tarde, después de volar el helicóptero, nos afanábamos los habitantes de mi casa en obtener una llave que pudiera abrir no sé qué instrumento. Por eso habíamos dejado la puerta del garaje abierta y nos desplazamos hasta un municipio vecino para investigar si en la ferretería del mismo encontrábamos el utensilio.

La búsqueda resultó infructuosa. Así que regresamos a casa. Y lo que vimos nos pareció más que curioso: Aski había abierto la puerta de un armario que contenía utensilios de garaje, había esparcido diversos de los objetos que pudo extraer del mismo por el suelo y se plantaba ante nosotros, con un orgullo desbordante ante su hazaña ante nosotros.

Reconozco que el hecho me hizo bastante gracia, pero Vic simplemente se enamoró de él. La sola expresión encantadora del perrito, feliz por la protección que asumía de nuestros enseres (unos guantes de jardín, una bayeta, algunas tuercas...), le pareció el no va más de la personalidad del teckel.

No fue extraño que, a partir de entonces, cada vez que llegábamos a Arrechea, Vic dirigiera su atenta mirada hacia la casa vecina e, incluso, que lanzara alguna que otra voz pronunciando el nombre del perro.

Pero, las más de las veces, Aski no contestaba. Sintiéndose menospreciada, Vic murmuraba casi para sus adentros:

- Es un perro displicente.

En una ocasión pasamos por la casa de Aski donde nos encontramos con su dueña. Después de entrar en conversación con ella sobre los asuntos humanos, la plática derivaría hacia su perro. En algún momento se nos ocurrió preguntar si le molestaría que lo sacáramos de paseo. Y ella nos dijo que no había problema.

Y la ocasión se produjo. Una mañana, con el coche parado en la rampa de acceso hacia la carretera, el teckel se aproximó a nosotros, nos saludó y, ante la sola mención de la posibilidad de su compañía para dar un paseo, pegó un salto y se metió en el vehículo.

El perro disfrutó del recorrido. Levantaba su pata delantera derecha cuando ponía su atención en algún objeto, seguía los rastros por el campo de una manera más que intensa, pero sin perdernos de vista. Es más, cuando nos encontramos por el camino con una chica que paseaba a otro perro sentí la preocupación de que hubiera algún enfrentamiento entre los dos o que se empeñara Aski en perseguirlo, toda vez que la chica reanudara su paseo con su mascota. Pero nada de eso ocurrió: el teckel se saludó con su amigo -los dos se conocían- y regresó sin problemas a su paseo con nosotros.


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