jueves, 13 de febrero de 2014

La Garúa de Bracacielo (y 31)


Claro que hubo un asunto previo al referido y que debemos narrar ahora.
Ocurría que, en uno de aquellos acostumbrados viajes entre la Garúa y Madrid, llevaba San Bonifacio a Yelmo, el abogado de los Ibarra, a la capital de España. La conversación que tuvieron ambos durante el trayecto fue algo así como:
- Soy consciente de tu interés por el proyecto de la Fundación -le habría dicho el letrado.
- Sí. Creo que compartimos el cariño y la estima como artista de Andrés -le habría contestado Ronnie.
- Ya. Pero es más que eso -continuaría Yelmo-. Tu finca se va a revalorizar notablemente -zanjaría el abogado bilbaíno.

San Bonifacio se hundía en un profundo silencio. Pero lo que estaba claro era que su interlocutor no había comprendido nada. La Garúa era para él territorio familiar -y, por ende, espiritual- recibido de sus antepasados. Y, como también de sus antepasados- había recibido él su amor por las artes y su desarrollo. La Fundación nunca seria para San Bonifacio un negocio.

Pero no acababa ahí el asunto. Gowen Barrera se hacia eco de la expresada tesis de Yelmo respecto a la revalorización patrimonial. Fue entonces cuando Ronnie le escribía una carta, con cierta dosis de amargura, en la que expresaba su desconcierto ante la ausencia de conocimiento por parte de Barrera de su personalidad. Y eso que se conocían desde hacia mucho tiempo!
Esa carta estaba destinada a una comunicación personal entre amigos, pero seria difundida por Barrera a cuantos participaban del proyecto fundacional en aquellos momentos.
Ronnie observaría cómo, desde entonces, los teléfonos dejarían de sonar y sus llamadas no se volverían a contestar.

Quedaba por saber lo que seria de las piedras pintadas, enclavadas como estaban estas en el territorio privado de Ronnie San Bonifacio.
En ese sentido, el propietario de la finca había llegado a un acuerdo de explotación de ese recinto artístico que conllevaría el mantenimiento de las piedras, la habilitación de los caminos y la llevanza general de la cuestión. El ayuntamiento de la localidad compraría algún terreno residual para acometer una nueva entrada al espacio.
Y para ello necesitaba la autorización de Ibarra. Esta tendría lugar en un acto al que no podría asistir el hijo del artista.
En ese sentido, Ronnie fue categórico:
- No puede venir. Lo único que ha hecho ha sido cargarse el proyecto.
Y, en efecto, no se hizo presente . Y el acuerdo se firmaba entre Andrés Ibarra y Ronnie San Bonifacio.
¿Tendría tantas visitas como las 35.000 anuales que había previsto la Fundacion abulense tenía previstas?
Solo el tiempo lo diría.

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