domingo, 2 de febrero de 2014

La Garúa de Bracacielo (28)


No opinaba lo mismo el dueño de la finca en cuyas rocas estaba depositada la obra de Ibarra. Y con el objeto de salvar el proyecto, San Bonifacio montaba una reunión en su galería-despacho de Madrid, a la que convocaba a Barrera, Barrientos y Yelmo -dicho sea por orden alfabético de apellidos.
A lo mejor, contaba Ronnie con algún protocolo masón para ese encuentro, porque la reunión disponía de su rito. Estaban instalados los cuatro convocados en una mesa redonda en la que solo cabían ellos. Y el sistema ordenado por San Bonifacio era que el turno de palabra se produjera de uno a otro, sin que se pudieran producir replicas respecto de las intervenciones precedentes. Si a algo se parecía esa reunión era a uno de esos encorsetados debates políticos a que nos tiene acostumbrada la democracia española.
Los debatientes perseguían objetivos diferentes: San Bonifacio pretendía reestructurar el proyecto fundacional, en los términos que se han expuesto; Barrientos, cambiar su concurso por la diferenciación entre el Consejo Asesor y el Patronato; Yelmo, que se aprobaran y aceptaran los estatutos de la fundación por los patronos -entre los que se encontraban los posibles componentes del Consejo Asesor y Barrera, simplemente, resistir -quizás porque pensaba que ese proyecto seria la solución final para su carrera profesional.
Daría comienzo Ronnie San Bonifacio a la reunión, requiriendo a los presentes acerca de los acuerdos de la reunión del grupo impulsor del proyecto, más concretamente en relación con los ingresos/pagos de Gowen Barrera. Este informaría, dd manera sumaria, que no había percibido un euro de los restantes componentes.
Y así daba comienzo la ronda de intervenciones que muy pronto adquiría visos de acusación por parte de Barrera en contra de Barrientos, a quien calificaría sin morderse la lengua de desleal. El que sí se la mordería fue este, que repetiría su conocida tesis de la necesaria profesionalización del proyecto. Yelmo presentaría los estatutos, ya listos para la firma.
Concluida la reunión y abandonada por Gowen Barrera la oficina, quedarían en ella los tres restantes. Fue el momento en el que Yelmo, aludiendo a Andrés Ibarra, pidió a Barrientos que dejara a un lado sus reservas y firmara su aceptación como patrono. Federico no dijo nada, aunque aceptara el ostentoso abrazo que le daba el abogado bilbaíno.

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