lunes, 21 de enero de 2013

Cecilia entre dos mares (34). Cecilia no se niega (II)

Luego fue la habitación del hotel, la 220. Iturregui la acompañaba siempre. Primero hasta el ascensor, momento en el que ella le presentaba la mano para que él la besara. Después fue ella quien le pedía compañía, y entonces subían por la escalera, que avanzaba del vestíbulo y hacia luego graciosas curvas, dos pisos. Iturregui, sujetando su sombrero con la mano izquierda y el bastón con la derecha, conversando sobre temas generales: del tiempo, de los poemas de Cecilia, de las cosas que se le ocurrían. Más tarde introducía suavemente el llavín de la 220, que era un amplio dormitorio exterior con vistas a la plaza elíptica, y con baño, que todas las habitaciones del Carlton tenían cuarto de baño, y entregaba la llave a Cecilia y la besaba la mano. A veces, ella rozaba su mejilla con los labios; otras, y siempre que no vieran a nadie, ella le besaba muy suavemente en los labios y, en otras ocasiones, él lo intentaba, pretendiendo conseguir solo lo que ella había admitido el día anterior, pero esa consistía en una tarea imposible, siempre era ella la que establecía lo que había de ocurrir, y en qué momento se produciría el hecho.

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