viernes, 4 de enero de 2013

Cecilia entre dos mares (29). Un amor en el otoño de Bilbao (V)

No todo fue después más fácil por eso, sin embargo. Tampoco Iturregui lo pretendía. Él no quería aprovecharse de la situación, aunque a veces ella parecía que solo deseaba vivir una aventura. Era curioso, justo lo contrario de lo que anunciaban los expertos: un hombre casado, dispuesto a mantener una relación permanente; una mujer soltera, que deseaba ponerle fin a ese amor en un par de meses. "Diciembre es un mes bonito, Miguel. Después lo dejamos". Y él, que no entendía nada. A él, a quien todo eso le parecía solo un retraso en su relación. Vivía sumido en un mar de dudas. Dudas en relación con ella, con esa Cecilia evanescente. Dudas por un futuro extraño en un amor que, a pesar de todo se cerraba cada vez más. Un amor constituido por un circulo que solo les rodeaba a los dos. Dudas, por los permanentes comentarios de la gente; Bilbao, que no era Barcelona, donde la institución de las "queridas" existía hasta el punto de convertirse en un elemento más del éxito económico; lo mismo que se tenía una finca o un automóvil, uno se organizaba una amiga y la instalaba, dignamente, en un pisito amueblado, en una zona agradable de la ciudad. Claro que tampoco Cecilia podía ser una de esas "amigas" que se rescatan de un burdel, de un espectáculo de "Varietés" o de uno de esos talleres de modistillas. Cecilia era Cecilia Llosa, una gran poetisa del Perú, fortuna personal, familia muy conocida en Arequipa. Todos sus modales lo confirmaban. Begoña, sus cuatro hijos. Apenas una especie de proyección obligada de su persona. Los niños, ordenados de mayor a menor para que saludaran a las visitas, bien vestidos -como se viste a los niños en Bilbao-, bien peinados, rociados de colonia fresca, Heno de Pravia. ¡Qué más les daba un padre a quien, ni siquiera antes de que Cecilia apareciera en su vida, nunca conocieron! Les daba igual que su padre fuera Miguel Iturregui o un "Juan Lanas" cualquiera. A sus cuatro hijos, menos a Mercedes. Mercedes sí que le quería. Y él, desde luego que él sí quería a su hijita...

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