lunes, 12 de noviembre de 2012

Cecilia entre dos mares. (12). La primera cita (IV)

Se había marchado ya. Iturregui no comprendía muy bien cómo se las arreglaba ella, pero ya tenía algún que otro amigo en Bilbao. El joven director de "Noticias del Norte", que le pedía una colaboración. "No voy a publicar nada en tanto que usted no me lo permita", le dijo Cecilia. "Por supuesto que puede usted colaborar con otros diarios, señorita". "De todos modos, es suya la preferencia", contestaba la poetisa haciéndole un mohín simpático. Arequipa. Perú. "Esto se parece algo a mi ciudad. Si no fuera porque las cumbres allá son mucho más elevadas. Figúrese usted que la más pequeña, el Pichu Pichu, casi alcanza los cinco mil quinientos metros". "Nada que ver con esto. Y claro, tendrán nieves perpetuas en su cima". "Y cráteres volcánicos", proseguía ella entusiasmada. "Lo que no tienen ustedes en Arequipa es mar", le decía Iturregui. "Muy cerca lo tenemos. Es el conocido puerto de Mollendo. Y hay playas por ahí . Y hasta esa lluvia que me ha acompañado hasta aquí se parece mucho a nuestra 'garúa'". "Es el 'sirimiri'", explicaba el empresario. "¿Cómo la llaman ustedes, 'garúa'". Se había ido ya, pero volvería. Tenía la intención de permanecer en Bilbao por lo menos un par de meses más. ¿Y por qué, justamente, en Bilbao? Si acaso fuera París o cualquier ciudad de Italia, Pisa, por ejemplo, o Florencia, o Siena, con su maravillosa plaza y su parte vieja. ¿Por qué Bilbao? Cecilia Llosa le observaba desde sus ojos cargados de misterio. "No me negará usted que Bilbao es un lugar tan bueno como cualquier otro..." Y ya se veía él, cogido, por eso de su conciencia de buen bilbaino. "Yo no digo eso, pero..." Cecilia le parecía algo así como la mujer eterna. Creaba ella una distancia oceánica, casi infinita, entre las preguntas que él le formulaba y sus respuestas. Cambiaba de tema, con una sonrisa, cada vez que le convenía. No se dejaba atrapar nunca. Le parecía algo así como una mujer voluntariamente sometida a una especie de eterna fuga. ¿Qué pasó en Arequipa, Cecilia? Se lo preguntaría en alguna ocasión. Y seguramente que ella evadiría la respuesta. Lo haría una vez más.

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