jueves, 12 de mayo de 2011

Intercambio de solsticios (179)

Agotado por una jornada que había ido más allá de sus posibilidades físicas, después del susto del día anterior, en el final de una excursión truncada por los malhechores a quienes la pericia de buena conductora de Vic conseguía despistar, Jorge Brassens descansaba en el sofá, los ojos cerrados, esperando a que la llegada de su mujer a casa, permitiera el pequeño traslado hasta su dormitorio, un traslado que él solo no era capaz de realizar.
Vic entraba acompañada de Bachat.
- No vengo sola –anunciaba ella.
No eran aquellos tiempos para adivinanzas. O, más bien, cualquier incógnita era más que susceptible de convertirse en la peor de las alternativas.
- ¿Con quién vienes?
- No te preocupes. Es un viejo amigo.
- Hola, Jorge –saludó Bachat, cuya sonrisa abierta parecía iluminar la breve estancia de los Brassens-Suarez.
- ¡Bachat! –exclamó Jorge.
- Hemos recibido una visita de tu mujer…
- Lo sé. Yo mismo se lo he pedido. ¿Pero qué haces tú aquí? Estás corriendo peligro.
- El mismo que tú, supongo.
- Más –aseguró Brassens-. La casa puede estar vigilada.
- No lo creo –dijo Bachat-. ¿Qué tal te encuentras?
- Bien, dentro de lo que cabe. Después de la paliza que me han dado…
- Esta es una gente muy peligrosa, muy peligrosa –declaró Bachat-. No sé lo que vamos a hacer, pero esoero que hagamos algo finalmente.
- Mi opinión, Bachat, es que nosotros, por nosotros mismos, quiero decir, la gente de Chamartín, no somos ya capaces de mantener el más mínimo resquicio de ley y orden.
- No me extraña. Eso era lo lógico, según nuestras informaciones. Tardaría más o menos tiempo, pero tendría que llegar.
- Ya –concedió Brassens-. Si te vas a quedar un rato te puedo ofrecer un té. Claro que no será como el que nos dábais en Tinduf o en los territorios liberados.
- No te preocupes, Jorge. Me voy ahora. Quizás tengas razón y estoy abusando un poco de mi buena suerte.
¿La tenía él realmente? ¿La tenía un saharaui desposeído de su patria y sus derechos durante toda su vida?

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