jueves, 5 de mayo de 2011

Intercambio de solsticios (174)

Bilbao, 10 de mayo de 2003.

Querida Lorsen:

Como de costumbre te pongo estas líneas en sábado, y aunque mi costumbre es la de narrarte la semana por su orden, empezaré por el mismo día de hoy.
He visitado a nuestra hija, que se encontraba bastante bien. Le he enseñado el carné de identidad que recogía esta semana de la comisaría de policía. Ella quería a toda costa quedarse con él, pero le decía que era mejor que lo guardara yo, y que ella se quedara con una fotocopia a color y plastificada del documento. La niña no ha estado satisfecha con esa decisión hasta que las dos enfermeras que la llevaban me han dado la razón.
Hemos visto el primer álbum de fotos que le compramos tú y yo para un cumpleaños en Bayona, y que está repleto de fotos nuestras de Tenerife, Arrechea y Mallorca. Hacía tiempo que no lo habíamos mirado, así que lo hemos seguido con mucho gusto, Hay muchas instantáneas en las que sales muy bien. Tu hija te tenía localizada a la perfección en todos los momentos en que salías.
Se ha quedado bien, por fin. Es esa batalla que mantenemos ella y yo todos los días, en ese esfuerzo por construir una relación entre padre e hija que no provoque –en ella y en mí- una tristeza añadida por tu ausencia. Y, si para ella, yo soy una imagen indisociable a la tuya, ella lo es de la misma manera para mí.
He comido con mi madre y Teresa. La semana pasada le pedía como regalo de cumpleaños algún recipiente en el que ponerte alguna flor en los días señalados –tu cumpleaños, nuestro aniversario de boda, navidades- que sustituyera a la vela que arde junto a tus cenizas. Ella ha encontrado un cristal de “Bacarrá” –creo que se escribe así- que era de la abuela Eugenia, con pequeñas incrustaciones de oro, y que por el momento he dejado sobre la mesa del salón, a la espera de tu cuarenta y cinco cumpleaños en el que procuraré ponerte cinco rosas rojas.
Durante la comida hemos hablado mucho de ti. Teresa me ha contado que el otro día le preguntó a nuestra hija:
- ¿Quién es el que te quiere más en el mundo?
Y que ella, aún en su cortedad de expresión, le contestaba:
- Tú.
Pero Teresa le insistía.
- Sí. Yo te quiero mucho. Pero ¿quién te quiere más?
Y ella le contestaba por fin:
- Papá y mamá.
- ¿Y dónde está mamá? –seguía preguntando mi hermana.
- En el cielo –decía Pilar.
- Y desde el cielo te va a querer mucho y te va a apoyar mucho. Porque todas las madres ayudan a sus hijos...
No terminaba mi hermana esas palabras cuando unos gruesos lagrimones me caían de los ojos, en especial de ese ojo izquierdo que a fuerza de no ver es tan capaz de sentir.
Luego –ya más tranquilo- hemos seguido contigo como tema de conversación. Teresa se encontró el otro día con tu psiquiatra, que no ha parado en estos meses de darle vueltas a la cabeza pensando en cómo podía haberte ocurrido eso. Según mi hermana, él había intentado en especial que no te pasara lo mismo que a tu madre, aunque al final todo resultara muy parecido. He creído intuir una especie de sensación de fracaso en él, pero que no nos lleva a nadie a ninguna parte.
Las profesoras de Pilar están entusiasmadas con ella. Se trata de un caso tan alejado de su propia labor cotidiana que se ha convertido en uno de sus principales argumentos de motivación laboral. La comunicación que presentaron en Guadalajara sobre nuestra hija fue todo un éxito. Además la niña habla ya –la verdad es que conmigo lo hace muy poco-, suma, resta, y quieren enseñarle a multiplicar y dividir. Lee las palabras, aunque no sé si podrá obtener algún sentido a las frases. Lo cierto es que progresa, y que su educación, centrada en estimular la capacidad de comunicarse con el exterior está siendo todo un éxito.
En lo que se refiere a mi semana debo decir que tengo la sensación de haber dado un paso definitivo en la aceptación de tu ausencia. Mis lágrimas de hoy se refieren más a que Pilar ha avanzado de forma definitiva es ese aspecto, que ha asumido tu largo viaje antes que yo. Son lágrimas de recuerdo –si se pueden definir de algún modo, si es posible dividir los sollozos en sensaciones distintas, como si fuera posible clasificar la tristeza e introducirla en habitaciones diversas.
Creo que me me enfrento a la vida –incluso a la de los de los fines de semana- de otra forma: más relajado, más sereno, más tranquilo. Sabiendo que la vida que tengo por delante, sin prisas, pero también sin amarguras innecesarias, es algo que me corresponde pasar. Sé que tengo una hija de la que ocuparme, a la que no puedo ni debo dejar a un lado del camino. Pero ese trecho –largo o estrecho que me queda- es casi todo mío y lo debo recorrer con la mejor de las alegrías.
El domingo pasado, cuando recogía los regalos de cumpleaños en casa de tu padre –la consabida camisa y un relojito de pie que le va muy bien a Lanzarote, de tu hermana, este último- observé que había colgado en su habitación un cuadro tuyo, de los últimos que habías pintado. La verdad es que no se trataba de armar la marimorena en esas circunstancias, pero Gaby tiene un verdadero afán por apropiarse de todas las cosas que fueron tuyas, y sin preguntar. Le dije:
- Te dejo ese cuadro, pero en depósito.
Lo cierto es que ella recapacitó –o bien tu padre se lo hizo ver- y dejó el cuadro en la sede del partido en Getxo. Lo llevaré a Lanzarote, donde te reservo la pared que está encima del sofá, y si no fuera suficiente con ella, la de nuestra habitación.
En el pleno del miércoles tuve tres preguntas seguidas que plantear, y una se traspapeló. No me puse nervioso por ello, y pedí disculpas. Pero ayer tuvimos un debate en comisión sobre la venta del gas que la prensa de hoy ha calificado de “agrio”. En todo caso me encuentro satisfecho de su resultado.
Hoy me ha llamado Rafa Jaén –un antiguo compañero de La Unión y el Fénix y que se presenta candidato a concejal por Córdoba- para que dé un mitin en esa maravillosa ciudad. Ya te diré cuándo me toca.
Sigo pensando en ti todos los días. Y si nuestra hija tiene razón y estás en ese lugar que dice, te ruego que me ayudes a mí también. La energía que necesito para afrontar todo lo que tengo por delante no es poca, como bien sabes. Y tú tenías fuerza más que sobrante.

Un beso.

1 comentario:

Sake dijo...

Menos mal que te tengo a ti, porque mis labores y actividades se me hacen cuesta arriba en soledad.