jueves, 14 de mayo de 2009

José Luis Ainsúa

Mis viajes pre-electorales me conducían ese día a Palencia. Se trataba de un compromiso largamente formulado con José Luis, pero ampliamente desatendido, no diría bien si dijera que por mí, sino por mis circunstancias. En 2.008, y con motivo de las elecciones generales del mes de marzo, le prometía a mi amigo mi presencia en un mitin en su ciudad, pero el estado de salud de mi hija -tantas veces preocupante a causa de su grave enfermedad- se había deteriorado de tal manera que resolví dejar en suspenso mi actividad electoral para acercarme a la cama de Pilar hasta que le sobrevino la muerte.
Pero esta oportunidad no era ya la de los negros nubarrones que se resuelven en el drama definitivo. Palencia volvía a situarse en mi mapa particular y José Luis Ainsúa en su referente personal, así que cuando mi amigo me pedía en Valladolid una fecha para mi visita lo arreglamos en un instante.
José Luis es persona conocida -y querida- en Palencia. La gente le para en la calle para preguntarle por detalles de la reconstrucción de las casas afectadas por la explosión de gas, y él está en ellos y discute lo mismo de aspectos arquitectónicos como más tarde de la Política Agraria Común.
Conocí a José Luis Ainsúa en el Parlamento vasco. Él formaba parte de Ezker Batua -Izquierda Unida- y yo del PP. Ainsúa procedía de Comisiones Obreras y del PC, y no de los movimientos cristianos de base -como era el caso de Madrazo-. Un amigo de reciente reencuentro me decía que los orígenes cristianos dotan de un lastre perpetuo a los comportamientos de quienes los asumen. ¡Vaya usted a saber!
Confieso que mi primera relación con José Luis se produjo desde una desconfianza basada en el recelo, una actitud que -por cierto- resultaba confirmada por el comportamiento del personaje: él daba la impresión de erigirse en el representante máximo de la verdad residente en la izquierda, en tanto que yo ejercía la ominosa tarea de representar a la derecha.
Ayuno de interesados en asumir las responsabilidades parlamentarias en materia social, el grupo popular me asignaba la función de ponente para algún debate monográfico sobre el asunto. Ahí crucé duelo con José Luis y del mismo surgirían los ecos de la batalla de las palabras. Ainsúa era hombre de incesante intervención -no recuerdo una sola ocasión en que el Presidente del Parlamento no tuviera que amonestarle por su incontinencia verbal- en tanto que a mí me iba más la precisión del papel y el ajuste del discurso al tiempo atribuido previamente.
José Luis tampoco se contenía en la presentación de iniciativas, muchas de ellas basadas en experiencias personales que luego él trataba de generalizar con fortuna desigual. En mi caso, eran los documentos los que me ofrecían la oportunidad de mostrar mi inquietud respecto de las cosas que ocurrían.
Confrontados en el ruedo cotidiano de los plenos parlamentarios, la idea del acuerdo entre nosotros -siquiera titubeante en su inicio- empezaba a ver la luz. Y no resultaba infrecuente que EB y PP votaran las mismas propuestas, y que ante este insólito acontecimiento los restantes grupos de la cámara unieran sus acuerdos a los nuestros. Eso sí, luego el Gobierno vasco hacía invariable caso omiso a las iniciativas aprobadas.
Un día José Luis me invitaba a comer por su aniversario. Y yo le decía a mi mujer que concurriría una amplia representación sin lugar a dudas. Pero cuando observaba que las masas celebrantes éramos sólo 4 me convencí de que Ainsúa valoraba ya muy ampliamente mi amistad.
La vida nos ha llevado a los 2 por muy diferentes derroteros. Él en Palencia, reencontrando una vida que ahora tiene más que ver con las catástrofes que crea a veces la mano del hombre que con los problemas causados por los políticos -un redivivo Diógenes debería aplicar bien el candil para localizar un político que aporte soluciones-; yo en Madrid, reconstruyendo mi vida entera desde sus cimientos. Pero cuando paseo por Palencia junto con la figura rechoncha y menuda de José Luis Ainsúa, se me hace la impresión de que él y yo vamos, como Sancho y don Quijote, por los campos castellanos y que, de vez en cuando, nos da por asaltar gigantes que la gente bienpensante cree que son sólo molinos de viento.

4 comentarios:

Sake dijo...

Transversalidad, asi a secas hasta es una palabra rara. Luego ves como es posible que personas con pensamientos muy distintos pueden llegar a acuerdos. ¿Puede resultar que por encima de ideas esten las intenciones?, es todo lo contrario que le forofo, que quiere ganar como sea. Es la otra cara, la de las personas que buscan el bien común por encima de sus aspiraciones. En éste último caso cualquier acuerdo es posible, porque lo que se busca transciende a la persona y va un poco más allá.

Antonio Valcárcel dijo...

...Todo el Parlamento Vasco es trasversal en sus ideologías, programas, etc. La amistad es otra cosa, los intereses por los cambios otra. A José Luís Ainsua le vi por la televisión en representación de una asociación de damnificados en una viviendas con defectos de construcción en Palencia. También en una ocasión que celebravamos en Donostia un encuentro con Rosa Díez, se acercó a tu mesa y te beso en tu ilustre calva. Es bonito tener amigos que piensan distinto a nosotros y llegar al diálogo para obtener soluciones, hoy es un buen momento para ello. Digo lo mismo: "conozco gentes de derechas con corazones de izquierdas, y gentes de izquierdas con corazones y pretensiones de derechas. A veces las personas son un fraude en si mismas, se esconden en las siglas partidistas, sin creer en ellas.
El Papa Benedicto XVI aboga por destruir el muro de Israel y Palestina. Sin embargo, no repara el Santo Padre que de no existir dicho muro una bala perdida de los fanáticos musulmanes lo puede mandar a las puertas de San Pedro antes de que su hora se produzca.
La Barrera israelí de Cisjordania es una barrera, aún no finalizada, construida por el Gobierno de Israel que se extiende aproximadamente en un 20% a lo largo de la antigua Línea Verde y el 80% restante en territorio cisjordano. Comprendo al Santo Padre contra toda segregación y opresión, también un rabino judío le reclama la devolución del un candelabro de oro macizo que fue expoliado en tiempo de los romanos y llevado al Vaticano. Estoy seguro que el Santo Padre sabrá devolver el candelabro de oro macizo al pueblo de Israel.

Sake dijo...

Antonio Valcarcel

Lo bueno de acercarse a personas que saben más que uno es la posibilidad de aprender. Lo negativo está en la posibilidad de hacer el ridículo, pero siempre los que saben más, normalmente son compresivos con los aprendices y a mi el mostrar mi ignorancia no me importa. Cada uno es cada uno con sus cadaunadas respectivas y lo importante es ir aprendiendo y mejorando.
Gracias.

Antonio Valcárcel dijo...

Estimado SAKE:

Yo fui aprendiz y comprendí que lo más impórtate para aprender es tener un buen maestro que enseñe o eduque sin el palo, los estirones de las patillas, sin castigos, etc. Un buen maestro suele ser manso y humilde, suelen llevar lentes porque su vista se le fatiga de tanto escudriñar las escrituras. Fondean en documentos de pergamino y descifran rasgos paleontográficos de los polvorientos documentos que aún son testigos mudos de nuestra historia, que hay que desempolvar.
Un maestro me dijo: “Antonio puedes ser un buen oficial, eres inteligente y tienes mucha habilidad con las manos" Sólo un consejo reserva 1/3 de todo lo que sabes, sino el trepa te hará caer cuando esté próximo a llegar a la cima; será entonces cuando por falta de tiempo no podrás reanudar la escalada y no será por falta de experiencia y empirismo será porque todos tenemos un número de caídas y puestas en pie".
Ante él que se cree sabio, demuéstrale que callas para no ofender sus necedades.