jueves, 12 de marzo de 2009

¿Gobierno socialista en Euskadi?

Después de muchos años en que el PNV -"el Partido", en palabras de Ibarretxe, tomando de esa manera la parte por el todo- podía permitirse el lujo de gobernar pactando con el conjunto del paisaje político vasco, desde una representación siempre reducida -aunque significativa- del electorado, se podría decir que esa hegemonía está tocando a su fin, aparentemente.
Y es que el partido que fundara Sabino Arana ha jugado su papel con una rara habilidad que nadie le debería negar: ha establecido acuerdos de gobierno con EA -su escisión-, el PSE -su oposición-, el PP -partido con el que tuvo una relación amor-odio que merecería una más amplia reflexión-, Ezker Batua - Izquierda Unida y hasta con los filoterroristas -que proporcionaban sus votos al Lehendakari cuando a este le daba por acometer sus conocidas propuestas soberanistas.
Pero es verdad también que el PNV, con toda su prosapia. siempre ha necesitado de cierta flexibilidad -propia de gimnasta circense- para gobernar: hasta su escisión con EA, de la ausencia de HB en el Parlamento; en los gobiernos de José Antonio Ardanza, del apoyo del PSE-PSOE, dentro o fuera del ejecutivo y de un tripartito-cuatripartito -si contamos con Aralar, en este segundo caso.
Y ahora todo parece cerca de desvanecerse de la escena, a la manera de los inexistentes fantasmas que poblaran los castillos embrujados.
Pero no, el PNV no es -y menos ha sido- un fantasma. Y sus tres décadas de gobierno dejan atrás una larga y densa estela de complicidades y servilismos, de un país hecho a su imagen y semejanza -y no sólo por la ikurriña y el himno que, como se sabe lo eran de ese partido.
Y ahí está el meollo de la cuesrión: ¿tiene el partido que opta a la lehendakaritza, el Partido Socialista, la pretensión de desmontar el tinglado que ha conseguido montar el nacionalismo durante estas tres décadas? O, dicho con otras palabras: ¿estará dispuesto a devolver Euskadi a sus ciudadanos?
Habrá que avanzar que no parece ese el caso.
Situado en la encrucijada de caminos tan diversos como opuestos, el actual socialismo vasco debe optar por un PSOE "a la navarra" -con apoyo futuro de UPN o el PP, que los constitucionalistas de la Comunidad Foral no cesan de confundirnos- o de un PSC en abierta construcción nacional, sustituyendo simplemente a un nacionalismo por otro -más peligroso este último, el socialista, porque significa la muerte por mucho tiempo de la alternativa.
Dicen los versados en socialismología vasca que mandan en el PSE los "navarristas", y que estos anidan en Vizcaya. Afirman ellos que los partidarios de la "vía catalana" habitan en Guipúzcoa, y que no dirigen el conjunto de la organización, por el momento.
Si se observan las propuestas electorales de este partido habrá que decir que nada dicen, que se trata de un ejercicio de "buenismo" simplón donde todo el cambio se reduce a que Patxi López sea investido lehendakari... en lugar del "natural" lehendakari.
Se parece bastante el asunto a eso que decía Ramón Rabanera, en las 2 legislaturas en que presidió la Diputación de Álava: "El cambio significa que todo el mundo esté a gusto".
Yo no voy a reivindicar aquí un repaso vengativo de la acción nacionalista durante 30 años, pero es cierto que esa actuación ha consistido en un auténtico régimen que es preciso desterrar. Armados con los cañones que disparan con pólvora del rey -el nacionalismo medievalista vasco es más monárquico seguramente que quienes encarnan la institución- ha urdido una red clientelar que va desde el propio Gobierno vasco hasta la más recóndita empresa del Goierri guipuzcoano; pasando por la tupida red de empresas públicas, ikastolas, traductores de euskera o becarios en universidades extranjeras -aunque, de estos últimos menos, que ya se sabe que el nacionalismo es un mal que se cura viajando, como sabiamente dijo Unamuno-. Sabedores de que el poder es el gobierno y no otras zarandajas, el PNV ha reaccionado mal ante la eventualidad de perderlo; y nadie recuerda la zafiedad expresiva de su actual presidente en momentos como la non-nata consulta soberanista o la menos aún nacida propuesta rebautizada como "plan Ibarretxe".
Podría poner algún ejemplo:
¿Va a modificar el PSE la Ley de Territorios Históricos, concediendo poder a las entidades locales? Le convendría, sin duda: el PNV va a ejercer su oposición desde las Diputaciones, lo cual resultará extenuante para un gobierno obligado a negociar permanentemente. Pero, si lo hace, el PNV lo considerará un "casus belli" sin precedentes. En el principio del imaginario vasco fueron eso que alguno denominara luego los "herrialdes" y en la grave crisis que seguiría a la escisión que diera lugar a EA, los "jeltzales" se aprestaron a hacerse fuertes en las Diputaciones, claro que entonces los socialistas acudieron solícitos a su salvamento, pero esto es otra historia. Mi pronóstico es que le faltarán arrestos.
Otro caso: ¿Desmontará un lehendakari que accederá a ese puesto sin hablarlo, el modelo educativo hoy existente según el cual el común de los estudiantes vascos sólo pueden estudiar en euskera? Debía hacerlo. No en vano, la inmensa mayoría de sus electores andan que bufan con este asunto. Mi pronóstico es que practicarán una política de gestos, que permitirá abrir algo el sistema, aunque sin garantizar este derecho en su plenitud: creo que el socialismo vasco piensa -al igual que los nacionalistas- que el vascuence es un icono de la identidad vasca, no un sistema de comunicación como otro cualquiera -y tan respetable, desde luego, como cualquier otro.
La última -por ahora, que ejemplos podrían ponerse bastantes más-: ¿Está dispuesto el PSE a emplear a la Ertzaintza, con todas las posibilidades de que esta dispone -que no son pocas- a combatir el terrorismo? Sería lógico, han sido muchos sus militantes asesinados y son muchísimos más quienes han sido amenazados por ETA. Mi pronóstico: No se aplicarán a desmontar el andamiaje nacionalista - "abertzale" que cimenta la policía autónoma, en lugar de eso harán vagas llamadas a la profesionalidad de este cuerpo, confiados en los virtuosos efectos contagiosos de una política basada en el "optimismo antropológico". En conclusión, su eficacia estará lejos de alcanzar el máximo.
Y es que el PSE afronta, esta que debería serlo, etapa histórica para el País Vasco con una notable carga de complejo, la de un partido heredero de aquellos trabajadores que Arana llamaría "maquetos", pensando paradójicamente que sólo el nacionalismo les puede adjudicar su carné de vascos. En eso han venido a quedar tantas historias personales de adversidades y penurias, de décadas de barrios y ciudades miserables, de luchas y de organizaciones creadas frente a los ataques de las burguesías locales: en una increíble victoria de aquel racista, de familia carlista, que fabricaba barcos de madera y que veía cómo todo su mundo se venía abajo con la llegada de la industrialización y que habitaba en esa "Sabin Etxea" que hoy alberga a sus descendientes ideológicos.
¿Soy un agorero por lo que digo? Francamente, espero equivocarme. Pero los 25 escaños desde los que va a gobernar no le concederán al PSE voluntades de las que carece además.
Gobernar Euskadi, sin el nacionalismo, es elegir entre gobernar en contra de él o verse obligado a realizar políticas avergonzadamente nacionalistas.
Ramón Rabanera se fue, sin pena ni gloria, y ahora el nacionalismo, el más radical, el de Egibar, manda en Álava.
¿Se repetirá la historia?

5 comentarios:

Pedro José Chacón Delgado dijo...

Muy interesante esta entrada de hoy, señor Maura, por lo que tiene de análisis y de pronóstico de lo que nos espera que, coincidirá conmigo, tiene mucho de incógnita y mucho de apasionante. No pretendo, por supuesto, sólo faltaba, intentar enmendarle la plana a las muchas y muy acertadas afirmaciones que aquí hace. Pero sí de puntualizar o de añadir algo a lo dicho, con toda la cordialidad que merece el caso y desde mi particular punto de vista:

Voy a partir en mi comentario de una parte final de su análisis, que entrecomillo:

"Y es que el PSE afronta, esta que debería serlo, etapa histórica para el País Vasco con una notable carga de complejo, la de un partido heredero de aquellos trabajadores que Arana llamaría "maquetos", pensando paradójicamente que sólo el nacionalismo les puede adjudicar su carné de vascos. En eso han venido a quedar tantas historias personales de adversidades y penurias, de décadas de barrios y ciudades miserables, de luchas y de organizaciones creadas frente a los ataques de las burguesías locales: en una increíble victoria de aquel racista, de familia carlista, que fabricaba barcos de madera y que veía cómo todo su mundo se venía abajo con la llegada de la industrialización y que habitaba en esa "Sabin Etxea" que hoy alberga a sus descendientes ideológicos."

Bien, pienso que el daño inmenso que ha hecho Sabino Arana y su teoría política a la historia y a la convivencia posterior del País Vasco todavía no se ha calibrado adecuadamente. En efecto, todavía las historias sobre el origen del nacionalismo no ponen por principio y base de la ideología nacionalista la aversión al maketo (con k, querido Fernando, que Sabino siempre lo escribía así, con k). Las historias del nacionalismo vasco, en particular la más aceptada y consensuada hasta el momento por la comunidad universitaria, la de Corcuera, no sitúan de modo claro y terminante la aversión al maketo como causa inicial del nacionalismo. Hay un cierto reparo, una cierta grima a considerar esto así. Se sigue acudiendo a los orígenes carlistas del movimiento, pero esta hipótesis se está resquebrajando ya.
De hecho la última edición de la obra de Corcuera ya se hace eco de una investigación previa de Juaristi, donde dice que la familia de Sabino no era mayoritariamente carlista, como siempre se creyó, sino que también había elementos importantes liberales, como su propio pariente Vicente Arana.
El carlismo ha sido la coartada del propio nacionalismo posteriormente, para justificar su ideología fuertemente católica y antiespañola. Pero el propio Sabino ya en sus obras despotrica y se distancia de manera visceral y teórica del carlismo (en su opúsculo El Partido Carlista y los fueros vasco-nabarros), donde entra en debate con un carlista y lo pone a bajar de un burro.

No, definitivamente el nacionalismo no es una consecuencia del carlismo. En todo caso el nacionalismo se nutre del carlismo y del integrismo para conformar sus bases. Pero el nacionalismo, como ya dijo Unamuno, es otra cosa, es principalmente y sobre todo: antimaquetismo (lo pongo ahora con q porque Unamuno aquí sí escribía siempre así: antimaquetismo).

En fin, que de una ideología de este tipo y con este cuadro sintomático ¿qué podíamos esperar? Puso patas arriba cualquier futuro integrador en el País Vasco, lo vició de antemano. ¿Los socialistas? ¿Qué podían hacer los socialistas ante este panorama? Hay un desconocimiento muy tremendo del periodo anterior a la guerra civil en el País Vasco. La guerra civil, en efecto, marca un giro decisivo para todo esto. A partir de ella el nacionalismo, de ser un movimiento xenófobo y ultracatólico pasó a ser un movimiento reprimido y necesitado de redención (y todo por obra y gracia de Franco y sin que los Ajuriaguerra y compañía tuvieran que desdecirse de nada de lo que habían dicho antes). A raíz de la guerra civil también, los maketos, los que habían sido vilipendiados y escarnecidos por los nacionalistas, pasaron a ser o bien fachas o bien opresores españoles. Los nacionalistas, en definitiva, nunca le podrán estar lo bastante agradecidos a Franco: gracias a él cobraron un plus de legitimidad que nunca debieran haber tenido en condiciones normales.

Los socialistas de antes de la guerra, con Prieto a la cabeza, fueron profundamente españolistas. Esto lo supo bien Gregorio Balparda, con quien Prieto coincidió unos años en el Parlamento español antes del golpe de Primo de Rivera. Ambos representaron una entente cordial de liberalismo y socialismo vascos en las Cortes españolas que no se ha vuelto a repetir (todavía) después.

El complejo socialista por maketo vino en la Transición. De la mano de los vascos y vasquistas infiltrados en el socialismo. Y sobre todo de la mano de la sociología antifranquista vasca que identificaba español con antivasco y antisocialista. Digo de la mano de los vascos y vasquistas, porque eso es una vieja historia del socialismo vasco, desde su mismo origen, cuando los maketos eran inmensamente mayoritarios en Vizcaya y llegaron los socialistas de Eibar, euskaldunes muchos, e introdujeron un matiz vasquista absolutamente extraño al de Vizcaya. Y eso ha seguido ocurriendo hasta hoy de la mano de los Jauregui, Eguiguren y por ahí. Y digo también de la mano de la sociología propiamente antifranquista porque en el País Vasco del comienzo de la Transición la España franquista era omnipresente y en el País Vasco se identificaba español y franquista de una manera automática.

Y el socialismo maketo, ante estas dos circunstancias (vasquismo en su propio seno y franquismo español dominante) se vio discriminado históricamente de dos formas, por su condición social minorizada, por una parte, y por su condición de sobrevenidos, frente a los nacionalistas, por otra. Es curioso que en el Parlamento vasco de la primera Transición, allá por 1980, el único que tengo registrado en una intervención que defendiera la causa de los inmigrados y su cultura profundamente española fuera un vasco de apellidos, parlamentario del PP (AP entonces): Florencio Aróstegui Zubiaurre ¿dónde estará ahora este buen hombre?

En fin, el tema de Sabino Arana y su ideología xenófoba, más los acontecimientos de la historia reciente española (guerra civil) han dejado el tejido humano y social vasco echo unos verdaderos zorros. Pero todo no es acomplejamiento socialista maketo, estimado Fernando, que también hay mucho de impostura por todas partes, de conveniencia, de aprovechamiento y sobre todo de falta de cordura: de un poco de hermanamiento, digamos, entre todos los que vivimos en el País Vasco, que pienso que somos la comunidad política con más extraños entre sí y con más enemigos interiores de toda España.

Lo que ocurra con el socialismo vasco a partir de ahora, si consigue la Lehendakaritza gracias al PP, ya lo veremos. Pero demos tiempo al tiempo, que treinta años de nacionalismo seguidos quizás no sean nada, si parodiamos la canción, pero en la política del día a día son muchos años. Ya veremos lo que se puede ir haciendo. De momento yo me estoy frotando las manos imaginando el juramento del maketo en Gernika, bajo el árbol, humillado ¿ante quién va a decir Patxilo que está humillado, ante Dios, ante Sabino, ante Marx, ante Zapatero? Será cosa de ver. Momentos para la historia que se dice.

Saludos afectuosos de un maketo que ejerce de tal.

Trecet dijo...

Magnífico artículo Fernando. Es un diagnóstico certero y preciso de lo que está pasando.

Un gran abrazo!

Jorge Hernández
(Salamanca)

Sake dijo...

Después de leer a Fernando Maura y Pedro Jose Chacon, ¿Que se puede añadir?¿Hay algún modo de decir algo original?. No, no la hay. Y te quedas con lo aprendido. Para rumiarlo, digerirlo. Hoy con tan sólo ésta ración, puede considerarse un dia aprovechado.
Gracias a los Dos.
Un Abrazo, de los sinceros.

Pedro José Chacón Delgado dijo...

En realidad, lo que será digno de ver del próximo juramento del Lehendakari maketo López no será la expresión que utilice, o si variará la fórmula nacionalista o no para hacerlo. Lo que será digno de ver serán las caras de los jerifaltes nacionalistas, el profundo asco que sentirán por dentro cuando tengan que asistir a la profanación más inaudita de sus venerandas tradiciones.

Nada menos que un Lehendakari maketo pronunciando las sagradas frases. Si Sabino levantara la cabeza.

Qué bonito todo.

Saludos maketos.

Antonio Valcárcel dijo...

Estimado Chacón:

Los maketos seguiremos iguales de ricos y de pobres (algunos, no).Lo que cambiará serán algunas caras con otro signo político.Y si son capaces de mejorar la sociedad en aquellos factores que para muchos han sido lesionados, mucho mejor.

¡¡¡¡Los maketos al poder!!!!

Patxi López serán de seguro un Lehendakari que sabrán manejar los hilos que mueven los títeres. Seguramente de mejor forma; al menos le concedo el beneficio de la duda.

Desde la oposición vaticino un control de hasta los vientos abdominales que se expulsan; de la nueva configuración del Gobierno Vasco.
Espero mejores aires.

Un abrazo.
De uno que está cansado de luchar contra viento huracanados.