lunes, 23 de marzo de 2009

Intercambio de solsticios (7)

Se lo dijo Juan Basabe mientras comían en un restaurante contiguo al Casco Viejo de Bilbao.
- No sé si te lo he contado ya. En algún momento...
La forma en que Juan Basabe parecía que quería dar comienzo a su información era demasiado indirecta y auguraba un recorrido en extremo proceloso como para que su contenido tuviera un carácter menor, así que Jorge Brassens se interesó rápidamente por el asunto..
- Pues si no me lo dices tú, no lo puedo saber -contestó este con un deje irónico.
- Sabes que me intervinieron de un tumor... -empezaría finalmente Juan Basabe.
Jorge Brassens lo sabía. Se trataba, por fortuna de una erupción bastante escandalosa, aunque de pronóstico benigno. Pero su amigo era un tanto hipocondríaco como para atreverse a deambular ruta sin el expreso apoyo de su persona por aquellos vericuetos, de modo que sólo movió la cabeza en señal de afirmación.
- Pues bien. Después de la intervención me ingresaron en la UCI, sólo como medida de observación, ya sabes: todo había ido bien, pero nunca te dejan que te vayas sin más...
Jorge Brassens atendía el desarrollo de la historia, sin interrumpir a su amigo.
- ... Era el 4 de marzo del año pasado. Supongo que recuerdas la fecha del fallecimiento de tu hija...
- Desde luego -le confirmó Jorge Brassens-. Sólo 2 días antes.
- Eso es -remachó Juan Basabe, como si él mismo se erigiera en notario de aquella triste historia-. En fin -dijo poniendo su mirada directamente en los ojos de su amigo-, no tengo que explicarte cómo es una UCI: 2 filas de camas y una mesa en la que se sitúan enfermeras y médicos...
Jorge Brassens estaba de acuerdo con la descripción. Juan Basabe prosiguió.
- ... Había allí un celador que decía conocerme. "Vivo en el Casco Viejo y le veo a menudo", decía a propósito de mí. Con eso me puso en alerta. Pero no hablaría mucho más acerca de mi persona. De pronto exclamaría: "¡Por fin se ha muerto la Von Lorensen!"...
- ¿Dijo eso? -preguntó, indignado, Jorge Brassens. Para añadir después:- ¡Valiente hijo de puta!
- Eso fue, más o menos, lo que le dije -continuó Juan Basabe.
- Me alegro.
- Le mandé llamar y vino hacia mi cama. Se creía el tipejo que quería charlar con él. Pero le dije que esa Von Lorensen era de primero Brassens, que su padre era íntimo amigo mío y que él era un cabrón por atreverse siquiera a desear la muerte de esa niña. Lo de "cabrón" -continuaba Juan Basabe- se lo debí decir varias veces, porque el sujeto me dijo: "¡Estás insultándome!", a lo que le debí decir que si estuviera en plenas facultades le atizaría una hostia... Y que si le volvía a ver por Bilbao que no se molestara en dirigirse a mí, porque no le devolvería el saludo...
- Estuviste muy bien -observó Jorge Brassens.
- Y se lo conté al Subdirector de Cruces -un Hospital de la Seguridad Social en la margen izquierda del Nervión, en Vizcaya.
- ¿Y qué te dijo? -preguntó Jorge Brassens.
- Creo que tomó nota.
- Ya. Teniendo en cuenta que a mi hija la movían unas 4 veces al día, 2 celadores cada vez, y que vivió 20 años y medio sin salir de ese hospital... Es más que seguro que ese cabrón la acostaría o la pondría en la silla un montón de veces -declaró Jorge Brassens ensayando un gesto en el que había más tristeza que otra cosa-. En este mundo hay gente para todo -resolvió.
“Pero, más allá del caso de ese celador amargado, mi hijs tuvo cientos de personas que le dieron cariño a lo largo de su vida y que resaltan con luz más que suficiente como para borrar gestos como el que me ha contado Juan...”, pensaría Jorge Brassens, una vez que se despedía de su amigo.

7 comentarios:

Sake dijo...

Lo que más necesita éste viejo mundo, son sonrisas. Un gesto amable, una caricia. Un hablar reposado. ¿si no colaboramos entre todos, que futuro y que dia a dia nos espera?,¡Nadie tiene culpa de los sinsabores!¿acaso no es pecado, negar una sonrisa?¿que más podemos hacer que aliviarnos la carga?. ¡Es pecado, no ser amables!.

UNAMUNO dijo...

La magia de sus relatos, al igual que la vida misma, cada dia me sorprenden mas. Generan en mi sentimientos ambivalentes,que no puedo controlar.

Estoy seguro que la mezquindad del celador nunca logro superar las dulces sonrisas que le regalaba la hija de Von Lorensen y Brassen, cada vez que el deber le obligaba a atenderla.

Tan solo lastima y compasion me genera la actitud del celador. Pobre miseria humana!!!

Paz en la guerra

Carla dijo...

Ese pájaro negro que salió del alma del celador no tenía que haber volado tan lejos como voló, al centro del corazón de un amigo. Con el espejo de una palabra y una mirada puede crearse algo así como conciencia y remordimiento en la persona más primitiva.

Sake dijo...

Todo se mueve quizás, en el terreno del dominio de los estados de ánimo. Pero no podemos hacer a los demás responsables de nuestro humor. Quizás todo se reduce a la Urbanidad. Pero se debe dar un paso más allá (si no, seria simple ipocresia). Pero para éso se necesita tomar conciencia de lo que somos, tanto nosotros como los demas. Seres frágiles puestos aqui por quien sabe quien.

Sake dijo...

Perdón, Hipocresia es con "H".

Sake dijo...

Y uno se pregunta ¿hasta donde llega la mala intención?. Y piensas y dices, no sera que yo lo veo asi. Acaso no deberiamos ser más benevolentes. Y mirasemos la vida como si estuviesemos en el gimnasio, que ante un roce, seria rápidamente disculpado. Y en la vida ¿porque no actuar igual?.

Sake dijo...

Casi todo es según el color del cristal con que lo miremos. Y tenemos las misms frases. Y las miramos en un estado de ánimo, y nos dicen una cosa. Luego en un momento de enfado, miramos la misma frase y ya no nos dice lo mismo. Eso es humano.