domingo, 9 de noviembre de 2014

Elías Zúñiga (11)


Asomarse a la vida de Fidel Castro es asunto interesante. Pero el caso de la juventud del dictador cubano es aún más asombroso. Especialmente en el supuesto de Elías Zúñiga, que descubría en el arrogante líder cubano algunas características que le parecieron familiares, cuando no próximas. La historia de una persona que trataba de forma tesonera de  hacerse un hueco en la política, cualquiera que fuera esta y el rechazo que entre sus propios compañeros de estudios provocaba el que luego fuera el principal adalid de la "revolución" no deja indiferente a nadie que se aproxime a ella.

Pero en el caso de Zúñiga, la juventud de Fidel sería para él, quizás no trasunto de la suya, porque él se veía a sí mismo bastante lejos de la vocación de líder que asumía el cubano, pero en todo caso sí como una especie de hermano mayor en quien pusiera el joven donostiarra todas sus confianzas.

Le llevaría sus buenos dos años el profundizar en la historia de Fidel. También le llevaría a viajar a Cuba, donde el joven Zúñiga no quiso ver el deterioro físico de las ciudades -las desportilladas casas de La Habana cayéndose a pedazos-, pero también el de sus ciudadanos, moralmente vencidos, dispuestos muchos de ellos a venderse al mejor postor. Porque, puesto a mirar hacia otro lado, rechazaría comprender la degradación de las "jineteras" poblando las calles de la vieja ciudad, el acoso -amable, pero pesado- de sus ciudadanos por venderte cualquier tipo de producto -como el tabaco, previamente robado al Estado.

Por supuesto que Elías fue acompañado en aquella grata estancia caribeña por una guapa mulata, miembro del Partido, por supuesto.  De nombre Arielita Cienfuegos. Arielita, haciendo honor a su devastador apellido, entró en la vida del joven donostiarra con una fuerza que todavía le recorre por su tembloroso organismo.

La chica estaba haciendo su carrera política en el partido en la forma usual que se acostumbra en los sistemas antidemocráticos y en los que lo son, también con alguna frecuencia. Cumplía órdenes, eso era todo. Y la joven quizás considerara que entre esas órdenes se incluía la satisfacción integral del muchacho.

Lo malo es que Elías Zúñiga se enamoraría de manera más que bobalicona de Arielita Cienfuegos.

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