martes, 20 de octubre de 2009

Intercambio de solsticios (40)

La expedición concluía su paso por la calle de Apolonio Morales a la altura del restaurante "Il Tempietto", cita de sus reuniones con el "señor "equis" o de sus hamburguesas del Hollywood con su novia Vic Suarez.
El grupo avanzaba pesadamente hacia la antigua estación de Chamartín, entre el polvo que se confundía con los desperdicios de papel y cartón y que, elevados por el viento, se confundían en un magma volátil en el que dominaba como color el marrón oscuro y destacaban los más nauseabundos olores.
Vestían ropas de color caqui que se confundían en el ambiente de suciedad, el servicio de orden parecía salido de las celdas de castigo de Carabanchel y su comportamiento dejaba bastante que desear cuando patrullaban a sus anchas por el otrora barrio del norte de Madrid. El brazalete verde se había convertido en bandera de corso que amparaba sus tropelías. Pero Jorge Brassens era una especie de jefecillo con capacidad para quejarse ante su jefe, el "sheriff" del Distrito de Chamartín, dueño de la situación, si lo hubiera. Era verdad que Leoncio Cardidal daba prioridad absoluta a su gente y toleraba sus desmanes, pero también quería mantener buenas relaciones con sus compañeros de comité, al menos por ahora. De modo que Jorge Brassens -como los demás componentes del órgano de gobierno- se convertían las más de las veces en meros tramitadores de peticiones y desagravios de los ciudadanos, que se estrellaban a menudo contra el pétreo dique de su inquebrantable seguridad: "Mira, Jorge -le decía Cardidal a veces-. Ya sé que a menudo cometen algún que otro error. Pero es el orden y eso es lo único a lo que podemos aspirar".
No, no se trataba de "errores". Les habían dejado el control de la situación a unos delincuentes con brazalete de jefecillos del hampa, pequeños "cappos" de la mafia local que si te despistabas un poco te robaban la casa, te atracaban por la calle o violaban a tus hijas. Claro que mucha gente prefería este estado de cosas a la pura y simple barbarie. El servicio de orden se conformaba en ocasiones con un equivalente a los 5 euros de los "tiempos normales" y desde entonces te aseguraban su protección o simplemente te dejaban circular sin mayor molestia. Además ellos tenían el monopolio del alcohol, lo conseguían a través de sus particulares contactos, lo revendían en el mercado negro y lo consumían. No se te podía ocurrir pasar por uno de sus puestos en medio de una de sus francachelas. Lo menos a lo que te podías enfrentar era a ser objeto de sus burlas y destinatario de sus risotadas. Leoncio Cardidal lo sabía, pero hacía la vista gorda.
Lo recordaba Jorge Brassens. Todo había empezado con el principio de siglo y con elatentado del 11-S. "El precio de la libertad es la vigilancia permanente", había declarado Thomas Jefferson, uno de los fundadores de los Estados Unidos. Y lo había repetido ahora un, aparentemente más razonable que George W. Bush, Tony Blair: "la seguridad es la primera libertad", decía este. Frase de la que se haría eco ese trasunto de general golpista, a lo Hugo Chavez, ese demagogo y populista, heredero de todas las más perversas tradiciones españolas que era Leoncio Cardidal. Pero el "sheriff" del condado era inculto e iletrado y su concepto de los libros era que se trataba de un buen material incendiario.
¿Y el presidente? Aquel vetusto prohombre del Partido Popular, las barbas blancas y la voz grave, que administraba sus admoniciones de catolicismo a un mundo en caos. "Tenemos que permanecer unidos", decía. Pero hablaba a otros ciudadanos y de otros tiempos. Y dejaba actuar a Cardidal y a su servicio del orden.
A ese "wild bunch" pechimpaniano que le acompañaba hasta la antigua estación de Chamartín.

3 comentarios:

Sake dijo...

Tenemos una gran suerte, todavía existe el Español o Castellano (Castilla era casi toda España) ayudado por ése Español extendido por todos los paises Hispanoamericanos. Nosotros decimos algo y ellos nos recuerdan que debemos hablar líbremente y luego pensar qué hemos dicho y que nos han dicho. Asi Comprenderemos el valor de la Lengua Común.

Sake dijo...

Nosotros los discapacitados Psíquicos, estamos en tratamiento (que nos pagamos de nuestro bolsillo), y tratamos de curarnos luchando y pensando. Y seguimos pensando que un sitema sanitario igualitario para todos, es de una necesidad ineludible.

Carla Rodríguez-Spiteri dijo...

"Nadie anda tan extraviado, que no esté en el centro de su propio camino"
El País de la Canela, William Ospina.