jueves, 15 de marzo de 2007

INFORME STERN: EL PLANETA EN PELIGRO

Retumban los tambores de alarma. Son los mismos sonidos que ya habíamos escuchado desde hace bastante tiempo, pero que en este caso se diría que están despertado las conciencias de muchos. Vienen desde Gran Bretaña y los Estados Unidos, aunque en esta sociedad globalizada en la que vivimos han llegado en muy pocos segundos a nuestras pantallas de televisión, a los noticiarios de las radios y a los periódicos qe leemos habitualmente.
Uno es el “informe Stern”; la otra, la película auspiciada por el anterior vicepresidente de los Estados Unidos Al Gore. Ambos trabajos coinciden en el mismo diagnóstico: nuestro planeta está en peligro y no podemos dejar las decisiones para atajar las perversas consecuencias del cambio climático para más adelante.
El autor del informe, Sir Nicholas Stern, es un antiguo chief economist del Banco Mundial. Un hombre que afirmaba no conocer nada del asunto antes de iniciar su estudio –y que, por lo tanto, carecía de prejuicios en relación con el cambio climático-. Es un prestigioso economista, no uno de esos estrafalarios ecologistas que, por su aspecto desordenado y su comportamiento presuntamente alocado, son condenados por el ojo admonitorio de la gente bienpensante. La procedencia de Stern–el Banco Mundial- ha acallado muchas de las voces de los corifeos al uso. No, no se trata de un peligroso revolucionario sino de uno de los más reconocidos miembros de uno de los iconos del capitalismo global. Un técnico de prestigio cuyo informe ha sido ya avalado por nada menos que cuatro premios Nobel de economía.
Como ha afirmado Michael McCarthy en “The Independent” del pasado 31 de octubre, “uno no querría exagerar, pero nos sentimos en uno de esos momentos que son verdaderamente históricos, cuando la encrucijada de las realidades apunta hacia un camino decisivo”.
Recordemos algunos datos del informe Stern:
- El nivel de dióxido de carbono, el principal gas causante del “efecto invernadero”, alcanzaba un volumen de 280 partes por millón –ppm- antes de la revolución industrial en 1780. Hoy se sitúa en 382 ppm. Esta cifra crecería con el incremento del PIB y podría llegar a ser tres o cuatro veces mayor para 2.050.
- Una cifra plausible de hasta dónde podría llegar a recalentarse el planeta sería la de 6 grados centígrados para el final de este siglo, si no se toman medidas ahora. Cifra que, según el semanario The Economist de 4 de noviembre es aceptada por muchos científicos. Recordemos que cinco son los grados de menos que había en el planeta en el curso de la última glaciación.
- Sesenta millones más de africanos se verían expuestos a la malaria si las temperaturas crecieran sólo 2 grados más de media.
- Cuatro millones de kilómetros cuadrados –en los que vive un 20% de la población mundial- se verían amenazados como consecuencia de la desintegración de los glaciares.
- El 40% de las especies animales del mundo se enfrentan a la desaparición si la temperatura crece en dos grados.
- 200 millones de personas se verían obligadas a abandonar sus hogares como consecuencia de la sequía y de las inundaciones para el 2.050.
- El 35% de las cosechas en África y el Oriente Medio se destruiría si las temperaturas subieran en 3 grados.
- Habría 200 millones más de personas expuestas al hambre si las temperaturas crecieran en 3 grados. Esa cifra se incrementaría hasta 550 millones si las temperaturas aumentaran en un grado adicional.
- 4 billones de personas sufrirían escasez de suministro de agua si la temperatura subiera en 2 grados.
- Además, la economía global resultaría devastada a un nivel similar al que produjera la Gran Depresión o las dos guerras mundiales del pasado siglo juntas -entre un 5 y un 20% menos de PIB.
Tres son las medidas a adoptar para corregir esta situación, según el informe Stern sugiere:
La primera, que hasta ahora no se le ha puesto precio al daño causado por el dióxido de carbono. Y habría que ponerlo si queremos de verdad pasar a la acción.
Después, un plan que ponga en el primer nivel a la investigación tecnológica, “que cubra –según Sir Nicholas- todo el espectro, desde investigación y desarrollo hasta la experimentación y el primer nivel de despliegue”.
La tercera, lo que el informe llama la “remoción de las barreras de comprensión respecto del cambio de mentalidad que debe ocurrir”.
En resumen, deberíamos gastar –invertir- hoy un 1% del PIB anual o correremos el peligro de caer en la catástrofe que refleja su estudio.
¿Qué hacer entonces? Sir Nicholas lo ha dejado claro. Pero, carente de líderes, la política actual tiende a mirar hacia otro lado. El Presidente Bush que retiraba a su país del protocolo de Kyoto es difícil que asuma un compromiso en contra del calentamiento global respecto del cual afirma desconocer si se trata o no de una realidad. China y la India pretenden desarrollar a sus países sin mantener precaución alguna con el medio ambiente. “Cuando vosotros os desarrollábais nunca hablábais de esto”, nos vienen a decir.
El mundo en que vivimos se está construyendo -¿destruyendo?- desde una suma de intereses excesivamente cortos e insolidarios como pora que se pueda poner coto a los problemas del medio o del largo plazo. En una economía en la que las empresas establecen como términos temporales a sus resultados los trimestres o los meses a nadie le preocupa lo que pueda ocurrir dentro de cuarenta y cinco años. Especialmente cuando ya se ve que los más perjudicados por el calentamiento del planeta lo serán los desheredados de siempre. Cinco –seis- grados de más no serían un problema patético para los ciudadanos noruegos, por ejemplo; pero ¡vaya si lo van a ser para un habitante de Zambia!
No soy, por lo tanto, demasiado optimista en punto a la solución del problema. Al informe Stern le saldrán contradictores procedentes del mundo de la economía o de la meteorología que pongan en duda sus conclusiones. Especialmente si eso conviene a las industrias para las cuales la contaminación ni paga ni debería pagar coste alguno.
En la película “Mad Max”, una civilización surgida de la guerra nuclear nos transportaba al mundo de la barbarie colectiva. Una especie de “¡sálvese quien pueda!” hecha de estrafalarios vehículos circulando por devastadas carreteras y gentes que parecen surgidas de modernas cavernas se disputan un pedazo de carne o algunos litros de gasolina para seguir avanzando. Nadie sabe hacia dónde.
Prescindiendo de las posibles –¿probables?- locuras de los gobernantes de Irán o de Corea del Norte ya no sería precisa una guerra nuclear para asistir al desastre, sólo basta con no tomar medidas.
¿Estamos muy lejos del paisaje que nos mostraba esa película? Quizás nosotros no lo veamos en la realidad de nuestras vidas, pero la generación que nos sigue es evidente que sí.
Hay solución. Y el arma sigue siendo nuestra condición de ciudadanos, por más que se hagan muchas –demasiadas- cosas, sin apenas tenernos en cuenta. La palabra y el voto para implicar de verdad a nuestros dirigentes a establecer una verdadera agenda para la contención del cambio climático.
Daniel Inneraritgy ha escrito que en nuestro tiempo “la legalidad ha reemplazado a la solidaridad”. Es preciso, sin embargo, actuar ahora desde la solidaridad si queremos imponer una legalidad que nos preserve de la catástrofe.

5 comentarios:

alfredo melgar dijo...

Totalmente de acuerdo. Vivimos el momento más crucial de la Historia humana: ser o no ser, existir o desaparecer, pero con un matiz que, en mi opinión, imprime grandeza y belleza al problema: la decisión está en nuestras manos, es decir, depende del grado de responsabilidad colectiva de la Especie. En otras palabras: Libertad de decidir si vivimos o morimos. No súbditos inermes ante lo ineluctable sino prota- gonistas de nuestro destino. ¡Cuánta belleza en esa responsabilidad! ¡Cuánta libertad!. Finalmente, la Especie enfrentada al más alto grado de conciencia.
Alfredo Melgar

Ignacio Suárez-Zuloaga dijo...

Ya era hora que esta clase de afirmaciones contundentes y claras se expresasen por dirigentes del Partido Popular. Cuando se es conservador lo debe de ser en todo, empezando por el entorno físico que debemos legar a generaciones venideras. Enhorabuena por el blog.

nuria dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
nuria dijo...

!hola Fernando! me alegra leer cosas tan coherentes como las tuyas, además las comparto totalmente ..yo, como mucha gente, me pregunto.. ¿Que planeta le vamos a dejar a nuestros hijos y nietos? ¿realmente estamos concienciados para salvarlo o intentar mejorarlo? yo creo que el ciudadano de a pie, en el que me incluyo, quiere, pero no sabe como hacerlo.

Nuria

Fernando Iglesia dijo...

Me parece muy interesante el contenido de tu artículo y necesario para que la gente se conciencie en serio.
Sólo me gustaria añadir un punto que consideo importantísimo para conseguir involucrar realmente a las personas: todos los estudios, informaciones, películas, etc... que se están haciendo sobre el cambio climático arrojan mucha información sobre las terribles y negativas consecuencias para la humanidad, pero nunca o casi nunca se recogen conclusiones positivas de como la humanidad puede reaccionar para salir adelante de la dificil sotuación en la que nos encontramos.
Sulen ser contenidos, desde mi punto de vista, demasiado apocalípticos y sin mostrar luz al final del tunel...
Si logramos encontrar esa luz, la humanidad tendrá motivo y ganas para luchar; si sólo hablamos de "lo malo", podemos entrar en una espiral muy peligrosa: la fatalidad de lo que ya está decidido...