domingo, 14 de diciembre de 2014

Elías Zúñiga (16)


Era una relación extraña, la que unía a Anguiano y a Zúñiga. Más bien se trataba de la que ligaba al donostiarra con el principal mentor de Mandaremos. Que el hombre sereno y reflexivo no sentía por el vasco ni frío ni calor. En realidad no lo sentía por nadie. Esa mirada penetrante, inteligente, tranquila... pero arrogante también, denotaba la convicción personal de un ser superior, llamado a transformar el mundo, empezando por España, que era lo que mayormente tenía más a mano.

Así que la Complutense sería el escenario de una relación de carácter poco menos que servil. Zúñiga, bebiendo los vientos que respiraba Anguiano, pendiente del menor de sus deseos, aceptando sin discusión cualesquiera de sus tesis; en tanto que Anguiano poco menos que lo despreciaba íntimamente -como quedaba puesto en evidencia en las imágenes televisivas que daban inicio a esta historia- y sólo a veces le dedicaba una sonrisa condescendiente o una palmadita en la espalda que en realidad expresaban más bien cansancio y clausura del encuentro y la conversación que satisfacción o reconocimiento. Gestos que no eran considerados de esa manera, sin embargo, por Zúñiga.

De cualquier manera, el heredero del título al marquesado de Torres Altas resolvía a su líder el asunto aquel de la cuna aristocrática que en todo partido de posibles se estila y no menos en el radicalismo político que en otros pagos. ¿No tenía el PCE a Nicolás Sartorius o el PSOE a Pepote García de la Borbolla? Pues Mandáremos disponía también de su cuota de rancio abolengo.

Lo que no tenía muy claro Anguiano de Zúñiga era esa duda metódica de sí sacarlo o no demasiado. Y es que la propia imagen del muchacho arrojaba la viva contradicción a la que se encontraba sometido, la de saber si era más Zúñiga que González o más González que Zúñiga. Había días en que se decantaba por el viejo prestigio de su casa y miraba de forma despectiva a sus demás congéneres, pero otros también en que le saltaba el ramalazo popular y se acercaba a los orígenes maternos. En realidad, Elías "no estaba contento dentro de su piel", como dicen los franceses.

Y la mejor forma de resolver esta duda la tuvo Anguiano encomendando la confección de la lista al procedimiento asambleario. Cuidando, eso sí que los cinco primeros nombres de la candidatura europea no deparasen excesivas sorpresas. No, no era sólo por Zúñiga. Se trataba de vender al respetable que era la asamblea la que controlaba el partido. Y eso estaba muy bien -se confiaría el líder sólo a sí mismo- con tal de que las verdaderas decisiones las tomara él mismo..

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