lunes, 28 de marzo de 2011

Intercambio de solsticios (154)

Flotaban todos ellos como hojas que se lleva el viento si no fuera porque ellos podían resistirse a esa circunstancia y avanzar por el espacio. Lo hacían lentamente, tanto que se diría que avanzaran más despacio que los vulgares caminantes.
Estaba entre ellos. No sabía muy bien cómo había empezado todo, pero algún día se les había unido y era consciente de que sólo se trataba de un aprendiz entre los que sabían del oficio. Había quienes mandaban y había los que no tenían más remedio que obedecer. Y él era uno de estos últimos. El único obediente del grupo, tal vez.
Sentía que la comunidad se basaba en ese aceite pegajoso que se llama terror. Podían con tu cuerpo, que era antecedente inmediato del control de tu mente. Sí, se trataba de una secta. Y él estaba de por vida sometido a sus designios.
Le pedían que diera su consentimiento a ceder una parte del almacén de la empresa que él dirigía para que la secta guardara en sus dependencias alguna mercancía. Y él sabía perfectamente que se trataba de mercancía ilegal. Le habían dicho que solamente era tabaco, nada más; aunque tampoco le daban demasiada importancia al producto. No, no insistían en el asunto. Pero él intuía que se trataba de droga. A gran escala. ¿Qué pensaría de eso su padre si se llegaba a enterar? Un probo comerciante de una ciudad de provincias a quien su hijo engaña metiendo en el almacén de su negocio una partida de marihuana o cocaína?
- Hay mucho desorden ahí –confesaba a uno de los jefes de la secta-. Hay apelotonadas mercancías muy diversas. Es como una especie de basurero, aunque sin basura.
- Mejor –le contestaba el jefe-. Así se advertirá menos. Creo que estaría bien que me lo dejaras ver cualquier día de estos –agregaba.
Y él no se podía negar. Porque le hacían daño. Le pellizcaban en las tetillas con desusada furia y él tenía que callarse porque ese castigo formaba parte seguramente de sus prácticas habituales.

Fue el momento feliz en que despertó del sueño.

1 comentario:

Sake dijo...

Torturarme ¡por favor!, porque sé que vuestra intención es que me supere, para conseguir un pco más de libertad un poco más de amor.