lunes, 6 de octubre de 2008

Para "Fígaro"

Eramos apenas 5 personas las que nos sentábamos en el bus de la línea 51, en la primera parada, la de la plaza del Perú, en Madrid. Había todo el espacio del mundo y, sin embargo, ella ocupaba el asiento contiguo al mío.
Siempre me ha resultado molesto que alguna gente opte por sentarse junto a mí cuando el local en cuestión está prácticamente vacío. Eso me produce una sensación de incómodo acoso. Pero debo confesar que hay excepciones a la regla y esta era una de ellas. La chica era joven y no mal parecida y vestía unos pantalones de color "beige" de canutillo, muy ajustados, una blusa floreada sobre fondo azul cielo y un chaleco de color Burdeos. Tenía el pelo castaño, levemente rizado y los ojos -saltones- marrones.
Lancé una furtiva mirada sobre ella. Me recordaba a alguien, pero por más que me devanaba los sesos no podía recordar a quién. El chaleco era la clave. ¿Qué chica con chaleco había tenido algo que ver conmigo en los óltimos tiempos? Porque -estaba seguro de ello- por más que el recuerdo se alojaba en las profundidades de mi mente, parecía claro que era reciente. El autobús se puso en marcha y giró de modo brusco hacia la izquierda. El cuerpo de la chica se proyectaría sobre el mío y este sobre el duro revestimiento metálico del vehículo. Cuando nos despegamos ella me pidió perdón. Aún no definitivamente repuesto de la doble presión -la estructura del autobús y el organismo de la chica- pude atinar a decir:
- No te preocupes. Creo que el conductor es más responsable que tú.
- Gracias -dijo ella esbozando una sonrisa tímida, la boca cerrada.
Pero la brusquedad del conductor tenía el efecto de provocar una cierta comunicación entre los 2 ocupantes de asientos contiguos. El primer semáforo en rojo de la calle Príncipe de Vergara supuso un frenazo del autobús que nos hizo sentir abruptamente en el pecho las barras metálicas del asiento delantero.
- ¡Qué bárbaro! -exclamé, apenas repuesto de mi segunda sorpresa.
- Este se cree que está dentro de un auto de choque -dijo la chica en voz baja, casi para su cuello.
- Verdaderamente -repuse yo, a la vez que un cierto calor se me elevaba a las sienes.
Era la siguiente parada y el autobús se detuvo en ella, casi derrapando.
- No sé si bajarme. Me encuentro un poco mareada -dijo una bajísima voz desde el asiento situadp a mi derecha..
Miré hacia allí en cuanto la nueva presión sobre la barra delantera y la estructura del vehículo me permitió una somera inspección. La cara de la chica tenía el color de un papel aún no contaminado por tinta alguna.
- Si quieres te acompaño -me ofrecí de manera cortés.
- No se preocupe -musitó ella, a punto del desvanecimiento.
Era cosa de la edad. Ella joven, yo... menos. Yo la tuteaba, ella me trataba de usted: la barrera infranqueable de los años.
Me levanté. La cogí del brazo y me dirigí hacia la salida.
- N-no me encuentro demasiado bien -declaró ella cuando nos acogió por fin la seguridad de la tierra firme.
- Te invito a un café -le dije. Y no esperé a que contestara. Junto a la parada del autobús observé que había un bar. Hasta allí conduje a la chica.
Se trataba de un establecimiento ruidoso. El camarero disponía con estrépito los platos y las tazas de café en el interior del mostrador en tanto que conversaba a voz en grito con los parroquianos. Era claramente un modesto "bareto", pero no existía otra posibilidad alternativa al definido mareo de aquella chica.
Se sentó en una mesa de madera, junto a la pared, en una esquina del local.
Le ofrecí un café. Lo lceptó. Le pregunté si quería tomar algo más.
Ella levantaba sus ojos de una mesa, en la que se apilaban los restos de alguna comida previamente ingerida, antes de contestar.
- ¿Podía tomar un bollo? Todavía no he desayunado.
Torcí el gesto. Aún en España hay demasiada gente que sale de casa por las mañanas sin haberse llevado nada a la boca. Encargué el pedido y añadí un cortado para mí. En tanto que el camarero preparaba los cafés acerqué un bollo suizo a la mesa. La chica se lo comió en un santiamén.
- Tampoco cené ayer -me informó, la boca aún llena de comida.
- ¿Quieres un pincho de tortilla? -le pregunté. En mi primera expedición a la barra había observado la presencia de una tortilla de patatas que tenía un aspecto bastante aceptable.
- Me encantaría -aseguró.
Así que le dejé el pincho y su café con leche en la mesa. Para cuando regresaba con mi consumición buena parte de la tortilla había desaparecido del plato.
- ¿Quieres algo más? -pregunté algo asombrado.
- Gracias. Por ahora no -contestó, tocando con la palma de la mano la superficie de la mesa, en indicación a que me sentara.
Así lo hice. Y a la vez que endulzaba mi café le pregunté.
- ¿Te encuentras mejor?
Su sonrisa era ya abierta y me mostraba una perfecta hilera de dientes blancos y frescos.
- Sí. Muchas gracias. La verdad es que estaba desfallecida -dijo.
Pero yo no supe qué debía contestar, así que opté por permanecer en silencio y beber un sorbo de café. Sabía a rayos y quemaba en la lengua, además.
- Supongo que te estarás haciendo muchas preguntas sobre mí -dijo ella entonces, dejando a un lado su sonrisa y dirigiendo una en apariencia triste mirada sobre los restos de su desayuno.
- No necesariamente -mentí.
- Me gustaría contarte lo que me está pasando, en todo caso -aseguró con una cierta mirada de tristeza.
Un sexto sentido encendía una alarma en mi cabeza. ¿Me estaría metiendo en un lío? No lo sabía a ciencia cierta. Pero tampoco lo llegaría a conocer si no la escuchaba, de modo que opté por atender a sus palabras.
- Acabo de separarme -empezaría ella dirigiendo su mirada hacia aquella mesa poblada de cadáveres alimenticios-. Y mi marido... Perdón, mi "ex", ha bloqueado las cuentas corrientes y se ha quedado con las tarjetas de crédito. Hace 3 días que ya no tengo dinero. Tampoco trabajo,ni padres ni hermanos y mi situación es bastante desesperada.....
Yo empezaba a percibir que su desesperación me estaba afectando en alguna medida, de modo que produje de forma inadvertida para mí mismo el gesto de taparme la boca con mi mano derecha como señal de preocupación.
- ... Pero no estoy pidiendo ayuda, si es eso lo que piensas. Ahora mismo me dirigía al despacho de un abogado, amigo mío, que espero que me lleve el caso y me preste algún dinero.
- Sí -opté yo por decir finalmente-. Supongo que tu marido no te puede dejar en la estacada así como así.
- Eso me ha dicho Pedro, mi abogado -afirmó ella-. Y creo que resuelve bastante bien.
- Espero que tengas suerte -le dije, dibujando una tímida sonrisa.
- Gracias -dijo ella, abriendo su boca poblada con una hilera de blancos dientes-. Si tienes tiempo ahora aceptaría el tercer café y el segundo pincho de tortilla.
Disponía de tiempo, al menos de media hora. Y además me había tranquilizado bastante. No, no era una de esas mujeres que pretendan sacarte la pasta con cualquier falso pretexto.
Así que volví a la barra a por otros 2 cafés y otros 2 pinchos. Yo también repetiría desayuno.

15 comentarios:

Unknown dijo...

Fernando, siges siendo algo ingenuo, en algunas cosas.
Ainsúa.

FÍGARO dijo...

"Mu honrao" por la dedicatoria, Ferdi.

¿Ensoñaciones otoñales? ¿Licencias artísticas? ¿Deseos ocultos?

Cuando tomo un transporte público y se me sienta una fémina al lado que se abalanza sobre mí por la inercia de las curvas.....invariablemente es una señora patosa que en cada vaivén me clava el mango de su ridículo paraguas plegable, entre las costillas. Nunca - para mi desdicha - se trata de una damisela abandonada que tenga una historia interesante que compartir.

Claro que yo también voy acumulando años y prejuicios, y quizá si con mentalidad abierta y limpia indagara más, y le diese palique a la patosa, descubriese en ella a una mujer hecha y derecha, infinitamente más interesante y auténtica que tu patética y desmadejada gorroncilla....

(Creo que me gustaba más tu princesa del portazo al mercedes. Por lo menos tenía carácter)

Carla dijo...

Ésa chica, por los motivos que fueran, tenía hambre de verdad.

Poca gente tiene la capacidad de echarle una mano a un desconocido. Y me incluyo en el grupo de la mayoría, por propia experiencia.

Peter dijo...

Que grande eres Fernando

Antonio Valcárcel dijo...

Estimado Fernando:

Dicen que los animales, los niños y los ancianos son capaces de detectar a las buenas personas. La chica divorciada de tu relato, aún tenía una edad que era capaz de captar los instintos paternalistas y se sentó a tu lado. Fuiste un buen samaritano; que menos se puede esperar de un caballero de altas cumbres y con las sienes de su pelo nevado por el tiempo. Aún así, hay tiempo para el amor, a diferencia de los árboles que en el otoño se quedan sin hojas, y sus ramas amenazadas con la poda. Los hombres y las mujeres pueden hacer que su sabía siga circulando por su cuerpo con bríos primaverales.
Los dientes blancos de la jovencita son el deseo de hincar el diente con fuerza juvenil, de quien o quienes los suyos comienzan las visitas al dentista... Dime que deseas y te diré de qué careces.
Lo que si eres, un profuso y buen escritor que espera su gran relato buscando su reafirmación y talento en los demás; y así conseguir el combustible necesario para que la mente del creador siga creando: "el relato que lo lleve al reconocimiento que mereces".

Dice el Dr. Joseph Murphy:
“Cualquier cosa que imprimas en tu subconsciente se expresa en la pantalla del espacio como condición real, experiencia y acontecimiento. Por lo tanto, debes de tener cuidado con los pensamiento e ideas que tienes en tu mente consciente.

UNAMUNO dijo...

Sabia que era ella: era la del Mercedes.
Me ha defruadado su capacidad de reaccion, dos veces en pocos dias y no es capaz de reconocerla a primera vista. Hay caras que dificilmente se olvidan, en especial si van acompañadas de todo lo que describe en su relato.
Cual sera el siguiente movimiento?

Paz en la guerra

Alcides Bergamota dijo...

La verdad es que lo que cuenta Fernando de esta chica hambrienta me parece una cosa, dentro de su excepcionalidad, pues no son encuentros que sucedan a diario, de los más normal. Otra cosa muy distinta es el pozo negro de nuestra política, inexplicable, surrealista, mediocre y mezquina. Cómica si no fuera una verdadera tragedia en la que todos tenemos mucho empeñado, lo queramos o no. ¿Estamos ante otro gran fracaso colectivo? ¿Vamos camino de ser otra Argentina? En ese munddo asfixiante y cerrado que es la vida política española, ajena por completo a la sociedad civil a la que vampiriza, apenas se hay reacciones. UPD parece la única posibilidad, crucemos los dedos.

Alcides Bergamota dijo...

La verdad es que lo que cuenta Fernando de esta chica hambrienta me parece una cosa, dentro de su excepcionalidad, pues no son encuentros que sucedan a diario, de los más normal. Otra cosa muy distinta es el pozo negro de nuestra política, inexplicable, surrealista, mediocre y mezquina. Cómica si no fuera una verdadera tragedia en la que todos tenemos mucho empeñado, lo queramos o no. ¿Estamos ante otro gran fracaso colectivo? ¿Vamos camino de ser otra Argentina? En ese munddo asfixiante y cerrado que es la vida política española, ajena por completo a la sociedad civil a la que vampiriza, apenas se hay reacciones. UPD parece la única posibilidad, crucemos los dedos.

Blanca Oraa Moyua dijo...

te he puesto en mi lista de blogs; cuando escribes de cosas de la vida real, me encantas pero cuando escribes sobre política te quito de mi lista, me disgusta.

gorka maneiro labayen dijo...

Ay, Blanca Oraa, como si la política no perteneciera a las cosas de la vida...

Blanca Oraa Moyua dijo...

@gorka maneiro labayen:
No soy tan tonta como para no saber que la política forma parte importante de la vida, pero lo que quiero expresar es que cuando una persona es poeta y político, pues a mi me seduce más que me brinde su poesía.
La política es necesaria pero ni Confucio pudo con ella, prefirió salvar su alma...

gorka maneiro labayen dijo...

Uy, por favor, qué susceptible ...

BLANCA dijo...

FERNANDO,ME BRINDÉ EN TU ARTICULO SOBRE COCHE MERCEDES,A ACOMPAÑARTE EN LAS PARADAS DE AUTOBÚS.AHORA LO QUE TENGO QUE HACER ES SUBIRME CONTIGO.ESA PLAZA ES POR DONDE YO
PASEO A MI PERRA Y EN LA QUE YO CO-
JO EL BUS 51 DE VEZ EN CUANDO.UNA CHICA JOVEN NO SE BAJA CON UN SEÑOR DE TU
EDAD Y DESAYUNA CONTIGO.TIENEN ME-
CANISMOS Y CONTACTOS DE AMISTADES
PARA CENAR.UN ABOGADO NO PRESTA DI-
NERO A SUS CLIENTES.AL LORO,FERNAN-
DO,EN LA PRÓXIMA PARADA TE DICE QUE
NO PUEDE PAGAR EL APARTAMENTO.Y EN
OTRA TE COMENTA QUE NECESITA UN COCHE PARA IR A VISITAR A SU ABUELA
QUE VIVE EN EL PUEBLO ABANDONADO,
LUGAR DONDE NACIERON SUS PADRES.QUE
NO HAY AUTOBÚS DE LINEA.CUENTAS CON
MI PROTECIÓN EN LA GRAN URBE DE
TODAS LAS SEÑORITAS QUE SE TE ACERQUEN.TE DEJO,PORQUE ESTOY HACIENDO HUEVOS CON CHISTORRA Y CREO QUE SE ESTÁ QUEMANDO.UN ABRAZO.

FÍGARO dijo...

Una idea perversa: Trata de imaginarte a tu princesita con veinticinco años más, y con otros tantos kilos de más.

Lleva en su rostro la expresión marcada a fuego de las cicatrices de su alma, y en su mirada asustada la nostalgia de su autoestima olvidada, tras décadas de continuas decepciones.

Desheredada de la vida, mal peinada y maquillada con torpeza, lleva un abrigo barato de cuero sintético negro con grandes botones, y un espantoso broche que es un escarabajo dorado con cristalitos azules.

Te cuenta que vive en Coslada con un hombre que no es su marido, y que le pega salvajemente. Ella sabe que acabará muriendo a sus manos, pero siente una extraña atracción por él, que le impide dejarle.

Jamás le ha denunciado, y sabe que jamás le denunciará. Tus elocuentes consejos son vanos; No te escucha. Solo quiere desahogarse con alguien y te ha encontrado a tí. Le escuchas entre indignado e impotente.

En algún rincón de su mente tiene forjado su ideal de hombre caballeroso, compañero y comprensivo, que para tu desgracia debe de coincidir con tu aspecto. Eres el tipo culto, acomodado y amable que nunca ha tenido y que se sabe condenada a no tener.

No te pide nada. No quiere nada. Solo vomitar su angustia vital contándole a alguien su tragedia, para que se conozca antes de que le alcance su destino fatal.

Mira a la muerte con resignación. No siente odio. Solo un profundo resquemor por la injusticia de la vida. De su vida.

Te sientes muy deprimido. Pero la historia te fascina y te atrapa. Os vais enrrollando. Ahuyentais los fantasmas del desamor pereginando de bareto en bareto. Os emborracháis y os besais torpemente.

Despiertas sentado en tu coche, la boca de estropajo y un rejón de fuego en tu nuca y en tus sienes.

Tu princesa ha desaparecido. A modo de souvenir, en el bolsillo de tu abrigo encuentras su escarabajo dorado envuelto en una nota: En ella escrita con trazos elementales, su receta de garbanzos con oreja de cerdo, a modo de testamento vital. Te la ha dedicado a tí. Junto a su nombre, un corazón.

Amanece en Coslada, y sientes la boca llena de tierra, y el alma hecha jirones.

Maria Seco López dijo...

@fígaro, genial, tu no escribes tu haces cine escribiendo.