miércoles, 25 de junio de 2025

“Deploro no acordarme”

 María Ángeles González de la Dehesa -Marian- era una mujer singular. Hija única de uno de los matrimonios más acaudalados de la localidad -su padre heredaba una considerable fortuna de una vieja solterona con casa solariega y blasonada en su pueblo-. Contaba la fallecida con antecesores que se habían enriquecido a través del transporte marítimo de mercancías de todo tipo -entre las que se llegarían a incluir las de carácter humano-. El caso era qur había dado Marian dado en enamorarse hasta perder el sentido de un tío de Joaquín Romero, hermano de su madre, 


La pareja carecía de descendencia, circunstancia vital que tía Marian sobrellevaba con no poca dificultad. Dice el dicho que a quien Dios no da hijos, el diablo da sobrinos… y de esa situación no se podía quejar la buena mujer, que de la estirpe de su marido surgirían hasta diecinueve vástagos, cifra tan considerable que, para ella, cada noticia de embarazo de cualquiera de sus cuñadas constituía casi un desafío, además de la exigida penitencia -o el purgatorio en vida- que debía ella sufrir como consecuencia de los pecados cometidos por las generaciones que la habían precedido. No por ella, por supuesto, que siempre había mantenido una actitud positiva y luchadora ante la vida.


A cambio de esa bendición que le había sido negada, tía Marian desplegaría una inusitada actividad. Actuaba ella en muy diferentes escenarios, entre los cuales la investigación histórica local o la vida social. En este último aspecto, el matrimonio tenía a gala recibir todos los días en que se encontraban en su magnífico piso, construido en primera línea del Cantábrico y, por ello, dotado de amplias vistas al mar.


De modo que, casi todas las tardes, a eso de las siete, un heterogéneo grupo de personas se acercaba a su casa, dispuesto a compartir su excelente whisky, su buen aperitivo, y una conversación que navegaba entre la política, los negocios o los sucedidos de la gente conocida por la endogámica colonia local, en la que prácticamente todo el mundo era pariente o contra-pariente -vale decir que contaba con relación familiar indirecta con alguno de los sujetos que asistían a la conversación.


Joaquín Romero era ahijado del padre de tía Marian, motivo por el cual frecuentaba en alguna ocasión esas recepciones.


Ocurrió una tarde de aquéllas. El whisky había rodado suficientemente para desatar las lenguas de los presentes. Uno de ellos resultaría ser el director de una pequeña compañía de seguros local. Artemio Lopez-Marco era un hombre fornido y de tamaño resumido, labia fácil y elevado concepto de sí mismo. Desde el punto de vista social, Artemio no podía competir ni de lejos con la cuasi aristocrática recepción de circunstantes que poblaban el salón de Marian González de la Dehesa.


La conversación había derivado hacia uno de los prohombres del mundo político y financiero de Madrid, que en alguna ocasión había acudido a alguna de las soirées que tía Marian organizaba.


Como quiera que la mencionada y afamada persona no necesariamente debía resultar conocida por todos los asistentes en esa ocasión, Marian inquiría acerca de si habían tenido todos la ocasión de ser presentados al importante político y financiero. En especial detenía su perspicaz mirada hacia Artemio Lopez-Marco, que era quizás el asistente con menor nivel de conocimientos personal entre los asistentes al encuentro de aquella tarde Le faltaría formular a la anfitriona de manera directa un, “¿has tenido la oportunidad de conocerle, Artemio?” No lo expresaría así, pero su mirada lo decía todo.


Lopez-Marco cogió al vuelo la insinuación,. Sintiéndose aludido, contestaría:


  • Desde luego. Le conocí aquí, en esta casa -declaró Artemio Lopez-Marco-. Fue una tarde en la que estuve particularmente brillante… ¿te acuerdas Marian?


Y tía Marian, que no carecía de reflejos, apenas demoraría un segundo su respuesta.


- No Artemio, no. Deploro no acordarme…


martes, 24 de junio de 2025

La cizaña

Publicado en La voz de Lázaro, el 23 de junio de 2025

La cizaña

La cizaña es un cereal del que ya se conoce de sobra que su grano y harina son tóxicos, y, por lo tanto, no recomendables para el consumo humano y animal. En este sentido, se compara la cizaña con el trigo, de modo que aquél equivaldría a lo malo y éste a lo bueno.

Remite entonces la cizaña al espacio de la toxicidad, que es asunto político de no escasa utilización en este ambiente, y no necesariamente el de nuestros tiempos, pero sí que será precisó advertir que se encuentra ampliamente extendido ahora, cuando el deterioro de la vida representativa e institucional parece en ocasiones no tener fin.

El ejemplo de la comparecencia del presidente del gobierno, en la sede de su partido, en la tarde del pasado 16 de junio, después de concluida la reunión de la comisión ejecutiva del PSOE, constituye una buena oportunidad -una más- para la reflexión. Y no porque no asumiera Sánchez responsabilidades -yo desde luego no lo esperaba- ni porque no anunciara una más o menos inmediata convocatoria electoral -que tampoco era probable- sino por los modos y expresiones que el responsable de su partido utilizaba a lo largo de su intervención, que forman parte de esas prácticas divisorias y cizañeras que evocan el título de este comentario.

Escogió el presidente la táctica de criticar a los contrarios como estrategia de defensa, lo que es una forma muy poco razonable de abordar los problemas, aunque no deje de ser utilizada en todos los pagos. Ya se dice que la mejor defensa es el ataque. Pero es más grave a mi juicio que la crítica se desborde en la descalificación y el insulto, como sin duda lo constituye el hecho de denominar neo-nazis a quienes se manifiestan en las calles exigiendo una convocatoria electoral, la dimisión del presidente o ambas cosas y otras a la vez. Establecer de nuevo, aun sin nombrarlo, un muro entre los nuestros, que somos los buenos, los demócratas los progresistas y los que tomamos medidas en favor de la gente y cortamos de raíz la corrupción en el mismo momento en el que la percibimos: y los contrarios, que son los fascistas –neonazis-, reaccionarios, que sólo actúan en beneficio de los privilegiados y que además forman el ejército de los corruptos que se esconden a sí mismos, no se sostiene en una gestión en la que se colonizan las instituciones, se utilizan fontaneras de una tosquedad inaudita, se eligen mediadores con un prófugo de la justicia que alentarían la formación de una red mafiosa de pagos y de intercambio de mujeres -además de lo que pueda salir a colación con el paso del tiempo-, se aprueba una ley de amnistía sin consenso y sin dictamen previo de los órganos creados a tal efecto, se abronca a los jueces que no son de la cuerda del gobierno, se protege a un Fiscal General del Estado imputado, se propone una modificación del procedimiento jurisdiccional que consiste precisamente en su politización…

Decía el economista Grisham que la mala moneda desplaza a la buena. Lo mismo ocurre con la cizaña respecto del trigo. Los modos políticos son, entre nosotros y ya en todas partes, muy diferentes de los que eran apenas 20 ó 30 años antes. Quienes ya ejercemos -generacionalmente al menos- de abuelos, recordamos a los Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar… y nos invade la nostalgia melancólica de lo que hicieron -a veces deshicieron- desde el acuerdo y el compromiso. Eran otros tiempos y eran otras gentes.

¿Y qué decir de los políticos que gobernaban en la época de la anterior Restauración monárquica, la de Cánovas y Sagasta, la de 1876?, un tiempo en el que los políticos que no contaban con la confianza del parlamento o habían errado sus políticas o se habían visto envueltos en algún desliz o corruptela, dimitían de modo automático. Por supuesto que no es posible regresar a esos tiempos, no sólo porque es imposible -que lo es- sino porque tampoco el citado sistema era justo. No les era dado a todos los ciudadanos presentarse como candidatos a unas elecciones, porque no todos disponían de los recursos necesarios para dedicarse a las tareas representativas. ¿Y qué decir de la Intervención del Ministerio de la Gobernación en la adjudicación de los escaños a través del encasillado?

Habría sin embargo que recuperar algunas de esas prácticas: el señorío de la política, el debate responsable y con argumentos en la cámara de representación nacional, el respeto al adversario político, la dimisión… porque en lugar de eso se va consolidando una idea -producto de la administración de sucesivas dosis de cizaña-, de la descalificación y del insulto, el atajo de las normas y de los organismos de control, la mentira, la frase del día que ya no vale para nada apenas unas horas después de de dicha, la vacuidad de los argumentos, el asimiento al poder como una lapa…

Convendremos también en que el espejo ante el que nos miramos los ciudadanos de los regímenes democráticos -que no por casualidad van decreciendo- nos ofrece una imagen desprovista de buenas prácticas, a la que, sin embargo, muchas veces procuramos imitar. Y así, la zafiedad y el ventajismo, el regate corto y el engaño van emponzoñando a toda una sociedad que era en otro momento bastante sana.

Y por poner un ejemplo que sirva como coda final a éste comentario. Ahora que estamos concluyendo la campaña de la renta… ¿Quién quiere pagar impuestos cuando los que los cobran supuestamente se llaman Ábalos, Cerdán. Y Koldo?

viernes, 13 de junio de 2025

Euskadi contra España

 

EUSKADI CONTRA ESPAÑA

EUSKADI CONTRA ESPAÑA

Corrían los tiempos de la primera legislatura del gobierno de José María Aznar, la que se desarrollaría entre los años 1996 y 2000. Jaime Mayor Oreja era ministro del Interior y me unía a él entonces una buena relación de amistad,  de esas que se forjan en los proyectos compartidos y en oposición a las animosidades de los contrarios. Los contrarios… que son, los más peligrosos, los que proceden de tu misma trinchera, los del fuego amigo… ¿recuerdan ustedes eso del “¡cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!”, que decía el siempre ingenioso Pío Cabanillas?

En esa época. Enrique Gaytán de Ayala era presidente de la Federación Internacional de Pelota Vasca, cargo que abandonaría algún tiempo más tarde y que correspondería en adelante al ciudadano francés Dominique Boutineau. Enrique -Quique- me pedía que le facilitara una entrevista con el ministro, y estaba él habilitado a pedirla y yo obligado moralmente a gestionarla, no en vano habíamos colaborado los dos en el intento, fracasado, de organizar un partido político, similar al UPN navarro, para el País Vasco, que compitiera de igual a igual con el PNV, pero que estableciera relaciones permanentes con el centro-derecha español. Un trasunto para nuestro país de la vinculación CSU-CDU alemana, por lo tanto. El proyecto en cuestión estaba dirigido por Mayor Oreja.

El propósito de Quique Gaytán consistía en que el entonces ministro avalara su idea de crear una federación vasca de pelota… de pelota vasca, se entiende -con perdón de la reiteración- que pudiera competir con ese nombre en campeonatos internacionales. Con carácter previo a concertar la reunión advertí a Gaytán de la dificultad, cuando no de la inutilidad, del encuentro. Instalado en ese importante cargo ministerial, Jaime Mayor había adquirido ya la consciencia de que, en la lucha contra el terrorismo etarra, el PNV era más parte del problema que de la solución.

Porque ésa era precisamente la tesis que Gaytán quería defender, que una formulación como la pretendida por él bien pudiera ayudar a mejorar las relaciones entre el Gobierno de España, y del partido que era su principal soporte, con el gobierno vasco y el PNV.

La reunión tendría lugar en el Ministerio del Interior, en el madrileño Paseo de la Castellana, y en ella Gaytán de Ayala formularía su propuesta. No tardó mucho el ministro en mostrar su discrepancia, ni se demoraría en exceso la reunión. En apenas media hora nos encontrábamos el presidente federativo y yo almorzando al otro lado de la Castellana, en el ahora desaparecido restaurante Embassy.

Y era que no estaba preparado el horno de la política nacional de aquellos tiempos para preparar esa clase de bollos. Muy poco tiempo después, el dedo inexorable del presidente Aznar relevaba a Jaime Mayor del cargo de ministro y le llevaba a lidiar la última operación de rescate de la ominosa deriva a la que el nacionalismo Vasco había entregado a esa tierra. Jaime Mayor haría el Pacto del Kursaal con Nicolás Redondo -oficiado por Fernando Savater-, en unas singularmente reñidas elecciones en las que casi desalojamos del poder al partido fundado por Sabino Arana…

Se trataba entonces de un gobierno que tenía las ideas claras y las convicciones fuertes, no un ejecutivo débil a merced de los volátiles apoyos parlamentarios y de los chantajes políticos que en ocasiones no queda más remedio que atender si lo que se pretende -y eso es precisamente lo que se pretende- es mantenerse en el poder.

De esa manera se ha llegado a que dos selecciones nacionales, compitan entre ellas en el mismo torneo. Vascos contra vascos, españoles que lo quieren ser contra españoles que consideran que su identidad es sólo vasca.

En fin, otra astracanada más, otra pieza de comedia bufa, otra broma que nos demuestra una vez más la ridícula inconsistencia de la política española, No, no hace tanto tiempo que a estos desvaríos se les ponía coto. Pero se trataba de otras épocas y de otros personajes políticos…


martes, 3 de junio de 2025

La nueva (y la vieja) argamasa

 

LA NUEVA (Y LA VIEJA) ARGAMASA

Refieren Fernando del Rey y Manuel Alvarez Tardío en su ensayo histórico sobre la primavera española de 1936, Fuego Cruzado, toda vez que el Frente Popular se alzaba con la victoria en las elecciones celebradas entonces, que “con independencia de cuánto hubiera de cierto en el peligro falangista, se trataba de una argamasa muy potente para mantener unidas a unas izquierdas a las que separaban otras muchas cosas”.

Siguen los citados autores con sus reflexiones, afirmando que “no se pedía la disolución de Falange, sino que ‘fascista’ era todo lo que estaba a la derecha del Frente Popular. Mencionaban expresamente tres ‘organizaciones fascistas’: Falange Española, JAP, Requetés Tradicionalistas’. Así, para los comunistas, los jóvenes del principal partido de la derecha católica, los japistas. e incluso cualquier otra organización  de ‘éste jaez’ entraban en el pistolerismo ‘reaccionario’. Y como los ‘cuerpos represivos’ y los jueces no estaban actuando implacablemente contra aquellos, no cabía otra que crear fuerzas populares armadas”.

No pretendo formular una similitud entre ese trimestre de la historia política española, precursora del estallido de la guerra y la época que estamos viviendo. Sería forzar el ejemplo que proporcionan los hechos que en su día acaecieron y los que acontecen ahora, además de demeritar la idea -cierta- de que somos las personas del presente las que decidimos nuestros destinos y no unas pretendidas sombras del pasado que se cernirían sobre nosotros, impidiéndonos el ejercicio de nuestro propio albedrío.

Es también cierto que -como señalaba Jaime Gil de Biedma en el quizás más citado de sus poemas, que la historia de España siempre termina mal, porque tampoco eso resulte inevitable. Pero lo que no presumíamos algunos, instalados sin duda en el error, era que los malos modos y maneras de alguna formación política se reprodujeran con el paso del tiempo, a pesar de que ya parecía haberse operado en ellos un cierto aggiornamento con los nuevos tiempos políticos.

Y si consideramos que el PSOE del Congreso de Suresnes del año 1974 había dejado atrás aquel socialismo histórico desconectado de la realidad, el que ni siquiera apelaba al retorno de la República de 1931 -que tuvo la oportunidad, y la perdió, de integrar en un mismo régimen democrático a todos los españoles-, sino a ésa de la citada primavera de 1936, precedida de manera ominosa por la revolución de Asturias de octubre de 1934.

No conviene olvidar, en el mismo sentido propuesto, que el socialista histórico desalojado en Suresnes por el emergente pacto del Betis sería Rodolfo Llopis, el diputado del PSOE que, en un significativo debate parlamentario en abril de 1936, afirmaba que la violencia que aquejaba a toda España se atajaba de forma sencilla, ya que tenía un sólo culpable: las derechas.

De manera que, a la pregunta del Nobel Vargas Llosa (“¿cuándo se jodió el Perú, Zavalita?), en Conversación en la Catedralque, referida al caso de nuestro país, algunos habíamos contestado que, seguramente, en el año 2004, cuando Rodríguez Zapatero se hacía con la presidencia del gobierno y ponía en marcha la operación del resentimiento y la revancha de la llamada Memoria Histórica, habría que reformular -creo- la respuesta. Y no para des endosar la responsabilidad en el caso del político leonés -que, por cierto, no rectifica-, sino para enmarcarla en un discurso histórico, más o menos advertido, del partido socialista, del peor partido socialista, que hizo, como ahora hace, del sectarismo su única contribución al debate político,

Y no es que Vox equivalga a Falange -aunque su deriva populista y sus autoritarios socios internacionales emitan una particular inquietud; o que el PP sea la CEDA, aunque sus posiciones se producen con los perfiles regionales de las Comunidades Autónomas en las que opera, y que su discurso nacional se defina en un no-discurso, un sumatorio de determinaciones locales y de ideologías diversas que lo convierten sólo en una maquinaria para el acceso al poder.

Lo que sí parece persistir con el paso del tiempo -cerca ya de los 100 años desde la época de nuestra Segunda República- es un partido que practica la fabricación de la argamasa -una agregación, recordémoslo, de cal, arena y agua- que viene a considerar a la extrema-derecha y a la derecha en un totumrevolutum enemigo de la democracia. Situada así la oposición al socialismo extramuros del sistema, los únicos demócratas lo serían los socialistas, los comunistas y sus socios independentistas, incluido el sangrante -entre otras cosas por la sangre que sus epígonos han ocasionado- ejemplo de Bildu.

A ese lado del muro, se encuentran -de acuerdo con la tesis del socialismo gobernante- los pretendidos demócratas que están obsesionados sin embargo en desmontar la democracia; al otro lado, las derechas fascistas y para-fascistas -la llamada fachosfera, algunos de los cuales quieren mantener ese régimen de 1978 siquiera con el objetivo de modificarlo por el procedimiento reglado en la Constitución vigente.

A este lado de la pared los se encuentran en realidad los que vacían por dentro el edificio construido por quienes hicieron la transición, al otro los que no se atreven a ofrecer una respuesta, o los que se atreven tanto que se diría desbordan los términos de la convivencia, con el peligro de establecer un marco de juego que acabe construyendo un nuevo muro. La nueva argamasa es en suma bastante vieja. Convendrá sin duda advertirlo si no queremos que las palabras del más arriba citado poeta sean, más que un bello encadenamiento de ideas, siquiera triste, una predicción de inexorable cumplimiento.