lunes, 14 de marzo de 2011

Intercambio de solsticios (145)

Llegaba ya el vigésimo día desde su ingreso y, aunque muy debilitado, el organismo de Javier Arriaga se encontraba en situación estable. Su hermano Jorge –médico de profesión- informaba a Brassens de su estado de salud.
- Nadie sabe lo que puede durar. Una semana, un mes… Lo cierto es que tiene el corazón de una persona de 52 años y aguanta.

De modo que los médcos de la clínica empezaban a pensar en darle de alta y que volviera a su casa, sólo para que allí terminara todo.
Hay un concepto en los servicios sociales modernos –y muy especialmente en la sanidad- por el que la economía debe presidirlo todo, incluido ese orden de la vida que se refiere al derecho de enfermos y familias a una salida de la vida acorde a sus deseos, cuando estos son razonables. No parecía en este sentido que el trastorno que pudiera suponerle a esa enorme estirpe que empezaba con sus dos hijas y seguía de seis hermanos Arriaga –y cuñados-, de trece hermanos de Fátima –y cuñados- y demás allegados, primos, sobrinos, amigos… pudiera concentrarse de modo medianamente ordenado en su casa, de modo que la función de su mujer –más que la de ocuparse de su marido- fuera la de establecer un turno de visitas en torno al lecho de un moribundo.
Pero, como quiera que la atención que se le dispensaba a Arriaga consistía solamente en la dispensa de cuidados paliativos, la maquinaria administrativa del establecimiento empezaba a funcionar con ese objetivo.
La actitud de la familia fue evidentemente negativa, también la del paciente, que como ya se ha dicho contaba aún con una lucidez más que extraordinaria.

1 comentario:

Sake dijo...

Mira sabes lo que tiene prioridad, la sanidad, deberiamos crear un sistema sanitario a nivel mundial para poder conocernos más unos a otros, porque como sabrás la sangre humana es roja en todo el mundo.