domingo, 20 de octubre de 2024

La maldición griega


Existe un dicho de la Grecia clásica por el que los hijos deben pagar los errores y las faltas incurridos por sus padres. En la Biblia se llegaba incluso a medir la longitud generacional de esta maldición: hasta la tercera o cuarta generación se mantendría dicho compromiso. 


Este ominoso presagio nos recorre de manera transversal a los descendientes de los hechos más crueles de la historia. Los judíos que pidieron a Pilatos que salvara a Barrabás en lugar de a Jesús todavía siguen expiando su culpa 2000 años después -aunque a veces se empeñan en perpetuar los errores de sus ancestros-, y los españoles que descendemos de los que lucharon en la guerra civil aún seguimos enfrentados a causa del bando que eligieron o que les fue impuesto a nuestros abuelos. El descubrimiento de América en tiempos de los reyes Isabel y Fernando arrastra una cola aún más larga, y López Obrador y su sucesora exigen del Rey Don Felipe presente excusas por lo que sucedió a partir de entonces. Quizás se hayan salvado un tanto los sucesores de los europeos que se enfrentaron en la guerra mundial, porque supieron crear en las ruinas de la devastación un acuerdo que nos ha conducido a la Unión Europea que ahora disfrutamos.


Por supuesto que no hay nada que sea permanente. Tampoco en Europa, los descendientes de los descendientes son ahora contendientes entre quienes seguimos apostando por un proyecto europeo que nos salve de la guerra; o lo que es lo mismo, defender los valores europeos de la libertad y de la solidaridad, frente a quienes pretenden un retorno al nacionalismo que, como dijo el presidente Mitterrand, es precisamente la guerra.


Y también en las familias, instaladas en una especie de cultura tribal y rural, seguimos conminados a pagar los réditos de lo que hicieron o dejaron de hacer nuestros padres. Como si esos conflictos de tierras y lindes sin definición registral nos llevaran a esquivar el saludo a los hijos de los hijos que se supone que provocaron la afrenta. Y cuando alguien pregunta por la causa del conflicto nadie es capaz de ofrecer una respuesta convincente: la culpa siempre la tuvo el otro.


No es suficiente entonces que llevemos en nuestro ADN las inmarcesibles características de nuestros padres. Su inteligencia o su estulticia, su habilidad o su torpeza, su belleza o su fealdad; no basta con que debamos rastrear en los recuerdos de nuestros mayores los rasgos que nos procuran determinadas ventajas o nos recomiendan no seguir por los caminos que ya nuestros ancestros cultivaron sin éxito. Esa cruz en la que nos clavarán -o nos han clavado ya- es la misma en la que esperaremos a recibir la esponja bañada en un un vino peleón al otro lado de la lanza del legionario, y antes de decir eso de "todo se ha consumado" y expirar. 


Nos escudriñan las gentes con gestos a menudo aviesos para advertir si nuestros orígenes sociales son limpios, si algunos de nuestros antepasados se dieron a la bebida, si fueron manirrotos o ahorrativos, si eran mujeriegos o fieles en sus matrimonios, si trabajadores o perezosos... como si pidieran de alguna sociedad de calificación de riesgos un informe acerca de la solidez de nuestra fortuna o de la precariedad de nuestras cuentas bancarias. Quieren medir si somos o no objeto de confianza, basando el veredicto en lo que quedara establecido por los hechos de nuestros padres. Esa cruz que ningún cirineo nos ayudará a sobrellevar.


Acosados por las culpas de nuestros antepasados no nos queda otra forma de subsistencia que la huida. Trepamos hasta el exiguo espacio de un frágil cayuco o nos subimos a un flamante avión en busca de una nueva tierra prometida. Saldremos del terruño que nos vio crecer en la pretensión de seguir el curso hacia donde nos lleven nuestros sueños, a los que de manera inevitable matizarán las realidades sobrevenidas.


Huir de la aldea, escapar de la tribu, es rechazar la maldición de los griegos, la misma que hizo pagar a las diferentes generaciones de judíos por los que reclamaron la vida de un ladrón y la sangre de un justo al prefecto romano. Retirarse del estrecho ámbito local para abrazar un entorno global, allá donde se conquista el anonimato porque las identidades se diluyen.


Aunque no conviene confiar demasiado en que el escape de las existencias previas nos convierta sólo por eso en hombres diferentes. Antes de partir será preciso ajustar nuestras cuentas con lo que dejamos atrás. Ya lo decía Lawrence Durrell en su “Cuarteto de Alejandría,: "A medida que crezcas aprenderás que una de las cosas más tristes de la vida es que no se puede hacer nada con el pasado. Uno no puede simplemente mudarse a otra ciudad o a otro país y trazar una línea, porque cualquier cosa de la que uno intente escapar le estará esperando en algún lugar para encontrarse de nuevo con él".


Y es que no existe una solución perfecta para zafarse de esta maldición.







domingo, 13 de octubre de 2024

Balada de las gentes que han nacido en algún lugar


Con la evolución de los tiempos -los propios y los que no lo son tanto- cada vez me siento más identificado con los que en la relación con los demás prefieren antes observar a las personas que te rodean que a los grupos en los que se integran. Por definición, no te haces amigo de una clase social ni de una organización concreta; son siempre las gentes quienes pueden resolver los problemas que te afectan, más que la institución que puedan representar o en la que se encuentren trabajando. Valga como ejemplo que, quizás una entidad bancaria determinada no sea la más importante del mercado, pero es que ocurre que en la sucursal que está cerca de donde vivo me atienden muy bien, y por eso no cambio de banco. Declaraciones como éstas se pueden aplicar a cuantos ámbitos de actividad se quiera -un bar, un supermercado, una gasolinera...


Formulado este principio general, existe una característica singular que afecta a quienes presumen de un determinado origen, como si éste les convirtiera en seres superiores al resto de los mortales. No advierten que una determinada educación les obliga más que les sitúa en una posición de predominio, precisamente a causa de ese singular nacimiento. Su origen les demanda la obligación de permanecer atentos a satisfacer las demandas de los otros, en lugar e  ofrecerles un derecho inmanente de mandar y de que se cumplan sus deseos. Porque nadie es más que otro, y si -por lógica- hay quien destaca entre los demás, deberá observar con cuidado la situación de los que no han obtenido esa situación. Al menos en eso debería consistir la enseñanza que deberíamos inculcar en las generaciones que nos sigan, lo mismo que quizás hayamos recibido de quienes nos precedieron.


Existen, sin embargo, quienes se sienten felices por el solo hecho de haber nacido en alguna parte. A ellos dedicó Georges Brassens su "balada de las gentes que han nacido en alguna parre", y que trataré de traducir a continuación. Inserto después la versión original.


Verdad que son hermosos sus pequeños parajes

Aldeas y ciudades, todas dignas de ver

Admirar sus mansiones, iglesias y paisajes.

Sólo un defecto tienen, el defecto de ser 

El sitio donde viven personajes que miran

Al resto con desprecio desde un pedestal

Chovinistas que van ostentando las tiaras.

Los imbéciles felices que han nacido en algún lugar.

Los imbéciles felices que han nacido en algún lugar.


Malditos sean esos hijos de la madre patria 

Empalados de una vez por todas en sí mismos 

Que os enseñan las torres, los museos, de su zona

Os hacen ver el país natal hasta el estrabismo

Ya vengan de Paris, de Roma o de Bayona,

De donde esté el  demonio, o bien de Zanzibar,

O de Montquq, se ponen la corona 

Los imbéciles felices que han nacido en algún lugar.

Los imbéciles felices que han nacido en algún lugar.


Meten como avestruces su cabeza en la arena 

Entierra en ella tu cabeza, no encontrarás nada más fino 

Y en cuanto al aire que aspiran para salir a escena 

Sus pompas de jabón son aliento divino. 

Y poco a poco aquí se han reunido 

Orgullosos de ver las heces depositar 

De caballos, a todas las gentes anhelar

Los imbéciles felices que han nacido en algún lugar

Los imbéciles felices que han nacido en algún lugar.


No es un lugar común el de su nacimiento. 

Se compadecen de verdad de los pobres sin fortuna

Los pequeños torpes que no tuvieron el atrevimiento 

El ánimo para ver la luz del día en esa cuna

Cuando suena la bocina en esa su feliz tierra

Contra el extranjero, que es siempre brutal.

Salen de su agujero para morir en la guerra. 

Los imbéciles felices que han nacido en algún lugar

Los imbéciles felices que han nacido en algún lugar.


Dios mío, que bueno sería en la tierra de los hombres. 

Si nos topáramos con esta raza sinsentido 

Esta raza molesta que tiene tantos nombres 

Estas gentes que en alguna parte han nacido

Que la vida sería hermosa en no importa qué momento 

Si no hubieras sacado a estos cabritos de la nulidad 

Quizás prueba de tu supino desconocimiento 

Los imbéciles felices que han nacido en algún lugar

Los imbéciles felices que han nacido en algún lugar.


C'est vrai qu'ils sont plaisants tous ces petits villages

Tous ces bourgs, ces hameaux, ces lieux-dits, ces cités

Avec leurs châteaux forts, leurs églises, leurs plages

Ils n'ont qu'un seul point faible et c'est d'être habités

Et c'est d'être habités par des gens qui regardent

Le reste avec mépris du haut de leurs remparts

La race des chauvins, des porteurs de cocardes

Les imbéciles heureux qui sont nés quelque part

Les imbéciles heureux qui sont nés quelque part


Maudits soient ces enfants de leur mère patrie

Empalés une fois pour toutes sur leur clocher


Qui vous montrent leurs tours, leurs musées, leur mairie

Vous font voir du pays natal jusqu'à loucher

Qu'ils sortent de Paris, ou de Rome, ou de Sète

Ou du diable vauvert, ou bien de Zanzibar

Ou même de Montcuq il s'en flattent mazette

Les imbéciles heureux qui sont nés quelque part

Les imbéciles heureux qui sont nés quelque part


Le sable dans lequel douillettes leurs autruches

Enfouissent la tête on trouve pas plus fin

Quand à l'air qu'ils emploient pour gonfler leurs baudruches

Leurs bulles de savon c'est du souffle divin

Et petit à petit, les voilà qui se montent

Le cou jusqu'à penser que le crottin fait par

Leurs chevaux même en bois rend jaloux tout le monde

Les imbéciles heureux qui sont nés quelque part

Les imbéciles heureux qui sont nés quelque part


C'est pas un lieu commun celui de leur naissance

Ils plaignent de tout cœur les pauvres malchanceux

Les petits maladroits qui n'eurent pas la présence

La présence d'esprit de voir le jour chez eux

Quand sonne le tocsin sur leur bonheur précaire

Contre les étrangers tous plus ou moins barbares

Ils sortent de leur trou pour mourir à la guerre

Les imbéciles heureux qui sont nés quelque part

Les imbéciles heureux qui sont nés quelque part


Mon Dieu qu'il ferait bon sur la terre des hommes

Si l'on y rencontrait cette race incongrue

Cette race importune et qui partout foisonne

La race des gens du terroir, des gens du cru

Que la vie serait belle en toutes circonstances

Si vous n'aviez tiré du néant ces jobards

Preuve peut-être bien de votre inexistence

Les imbéciles heureux qui sont nés quelque part

Les imbéciles heureux qui sont nés quelque part

domingo, 6 de octubre de 2024

Tres clases de partidos

 Conocí a Carlos en Bilbao, lo que quiere decir que fue hace mucho tiempo. Hubo una época en la que me aferraba a esta villa, a la idea que yo conservaba de ella, como a un clavo ardiendo. Pensaba que Bilbao -y su entorno- recuperaría su esplendor toda vez que ETA desapareciera, gracias al concurso conjunto de la sociedad, de las fuerzas de seguridad, de los jueces, de los políticos constitucionalistas, de los periodistas...  Algunas gentes se unían a estos pronósticos y nuestra esperanza común se abría paso entre los que nos concentrábamos en los actos convocados por ¡Basta Ya! y otras plataformas similares, como el foro de Ermua. Lo que no advertimos entonces -lo comprobamos ahora- era que el conjunto de la sociedad vasca estaba enferma, le había sido administrado el virus de la insolidaridad, que es primo hermano del egoísmo; que las buenas gentes del País Vasco preferían mirar para otro lado; que pensaban que el Concierto Económico, devenido en privilegio por obra y gracia de un Cupo políticamente negociado, era un derecho adquirido que nadie en su sano juicio debería siquiera atreverse a discutir. Y así ocurrió que, después de mucho holocausto de vidas, libertades y dineros que quedaron en el camino, la banda terrorista desaparecía, pero ocuparía su lugar el espíritu de campanario y de aldea, y ese nacionalismo, que es el principal barniz que se ha aplicado sobre el cuerpo social vasco jamás admitiría la derrota de su estrategia de connivencia con los asesinos (los que recogen las nueces que aquéllos arrojaron al suelo). Hubo quien les proporcionó cobertura en Madrid, porque los votos de los "nacionalistas demócratas" siempre eran bien recibidos para investiduras y legislaturas, y con esa manta se taparon las vergüenzas de lo que había sucedido y sobre esa ocultación se escribió un nuevo relato que convertiría en irreconocible la verdadera historia de este Pais Vasco de los 40 años de democracia.


Voy poco por Bilbao, por lo tanto. Cada rincón “cada esquina acuchilla mi memoria” -que decía Jon Juaristi-. Me avergüenza observar a los nacionalistas bienpensantes paseándose por los bares cercanos al Guggenheim, pensando quizás que recuperaron cierto aire de cosmopolitismo cuando sólo viven en un papanatismo de Tartarin de Tarascón o se cuentan entre los orgullosos felices que dicen provenir de tal o cual caserío. Ahora se disputan la herencia de la casa del padre los descendientes de Sabino Arana; hijos unos, nietos otros, del racista fundador del PNV, los del Ortuzar y los de Otegui, iguales los unos a los otros, y si no al tiempo.


Quizás haya resultado larga esta introducción para explicar solamente que veo a Carlos en Madrid. Y que en el último café que tomamos juntos me describía él la existencia de tres tipos de partidos: los partidos-ejercito, los partidos identitarios y los partidos clubes.


Serían los partidos-ejército esas maquinarias bien engrasadas cuya única pretensión constituye la obtención y conservación del poder. Queda advertido, con carácter previo, que en esa disciplinada cohorte no entra en su ecuación la ideología, tampoco una agenda clara de reformas, y que, por lo tanto, nadie que no quiera perder su preciado tiempo debe emplearlo en la lectura de sus programas. 


En España -en lo que, quizás por mera aproximación podríamos calificar formaciones políticas nacionales- existen dos partidos-ejército: el PSOE y el PP.  Por supuesto que, como en toda buena botica, los hay mejores y peores. El PSOE es una milicia eficaz y que actúa sin contemplaciones en esa práctica -no toma prisioneros-. El PP procura imitar su forma de actuación, pero no pasa de eso, porque no es creativo, porque a veces les puede un cierto respeto a la moralina de los principios; es un quiero y no puedo, y a veces un puedo y no me atrevo; no entiende que si pretende ganar las batallas no puede pelear con un solo brazo o con una sola pierna, porque habrá perdido antes de empezar la contienda.


Los partidos identitarios se resuelven en un retorno cierto de elementos y comportamientos pretéritos que entienden que han sido conculcados, bien por el cambio de régimen económico que ha traído consigo la modernidad -es el caso de los nacionalistas, que de una forma u otra pretenden el regreso al Antiguo Régimen-, o piensan que está siendo la inmigración "incontrolada" o la cobardía de los partidos más centrados las causas de la confusión y la pérdida de identidad que pretenden recuperar. A diferencia de los partidos-ejercito, para quienes el adversario -no siempre el enemigo, en democracia- a combatir podrá en algún momento hacerse de nuevo con el poder, los identitarios construyen, ellos si, su discurso sobre la referencia del enemigo: España -para los nacionalistas-, el PP y el PSOE para Vox.


Y quedan los partidos-clubs, compuestos por aficionados diletantes que, como sucede en las pandillas, a veces siguen ordenadamente a sus jefes, pero se descuartizar a sí mismos a la menor oportunidad.  No parece que les preocupa el poder salvo como referencia a criticar, lo que les importa es conspirar para hacerse con el control del club. Y cuando no lo consiguen, siempre tienen a mano una escisión en la que los separados son siempre los auténticos.


Ejemplos de este último caso los hay muchos, desde luego. Pero el más reconocible está en la imborrable escena de la discusión de las facciones judías en la película "La vida de Brian". Son escasamente peligrosos como bandas alocadas, salvo si se comete el error de integrarse en ellas. Y si un día consiguen algún pedazo de la tarta del poder, sólo pondrán en claro su manifiesta incompetencia. 


Es evidente que un partido, cualquiera, puede asumir dos o tres de las señaladas características. Se puede ser un partido-ejército y, a la vez, un partido-identidad; y no se puede excluir la posibilidad de que también éstos y aquéllos degeneren en clubes, aunque no es muy probable, el ejercicio del poder es una buena medicina para curar esa clase de trastornos.


El avezado lector que haya llegado hasta este punto del comentario se preguntará seguramente: ¿qué pasa con los partidos democráticos, que creen en la política como instrumento de transformación de la sociedad y que cuentan con programas de sesudo elaboración y que están dispuestos a aplicarlos? En mi opinión -y he conocido unos cuantos, créame-, los partidos nacen desde la ilusión y se pervierten de manera inevitable a medida que van creciendo, convirtiéndose entonces en alguna de las tres categorías que les he presentado. Al menos en España; y, en el resto de Europa, por lo que me han contado, ocurre tres cuartas partes de lo mismo.

domingo, 29 de septiembre de 2024

Perspectivas y distorsiones políticas comparadas en materia de orden público



Parece que es un lugar común distinguir los conceptos de fuerza y de violencia en base a un doble criterio: su procedencia y su legitimidad. El primer ámbito de diferenciación parece que está claro: la fuerza procede del Estado, de los cuerpos de seguridad que lo componen, y que atienden a una cadena de mando precisa y comprobable; la violencia se ejerce en contra del Estado o de los ciudadanos, y procede de quienes deciden voluntariamente situarse fuera de la ley. 


En la doctrina política, la fuerza se refiere a la capacidad de un Estado o entidad para imponer su voluntad y mantener el orden a través de mecanismos legítimos y establecidos por el sistema legal y social. La fuerza puede incluir el uso de recursos militares, policiales y judiciales, pero siempre bajo el marco de la ley y la legitimidad institucional. Es vista como una herramienta necesaria para garantizar la estabilidad y el funcionamiento adecuado de una sociedad.


La violencia, por el contrario, se refiere al uso de la agresión física o coacción para alcanzar objetivos, a menudo de manera ilegítima y fuera del marco de la ley. En el ámbito político, la violencia es vista como una ruptura del orden social y legal, y puede ser ejercida tanto por el Estado (cuando actúa fuera de los límites legales) como por actores no estatales, como grupos insurgentes, terroristas o criminales. La violencia se caracteriza por su naturaleza disruptiva y destructiva, y su empleo suele ser condenable desde la perspectiva de la doctrina política debido a su potencial para desestabilizar y causar daño a la sociedad.


Estas definiciones subrayan la distinción entre el uso legítimo del poder para mantener el orden (fuerza) y el uso ilegítimo del poder para causar daño o imponer voluntades (violencia).


En lo que se refiere a la legitimación de la fuerza -ya que, por descontado, la violencia en sus propios términos es por definición ilegítima- la cuestión resulta más problemática.


Una primera aproximación a este asunto nos sugiere que la legitimidad -mayor o menor- de la fuerza guarda relación directamente proporcional con la mayor o menor legitimidad del régimen que la utiliza. Cabría así, en consecuencia, que la fuerza se degradara hasta el punto de convertirse en violencia, en represión pura y dura, cuando el sistema que la ejerce carece de garantías elementales de respeto a los derechos humanos y a las libertades democráticas.


Pero este concepto no agota en modo alguno la cuestión. En la vida, y en la política que es una parte no desdeñable de la vida, abundan más las zonas grises que las tonalidades en blanco o en negro.


Vayamos a un ejemplo que nos permita transitar del ámbito teórico a la práctica.


El caso Bukele


Armando Nayib Bukele es un joven político salvadoreño, nacido en julio de 1981 en San Salvador, aunque de ascendencia palestina. Es presidente de su país desde 2019. Lograría su segundo mandato a pesar de la prohibición constitucional en ese sentido. Una práctica -la de no permitir un segundo mandato- muy habitual en las democracias sudamericanas, y que entronca directamente con el temor al caudillismo que ha sido moneda común en unos cuantos países del continente. Y, por cierto también, una medida que se ha pretendido incumplir en otras ocasiones, como ocurriera recientemente con Evo Morales en Bolivia.


En su segunda toma de posesión, Bukele, dejó entrever que, en el camino de la recuperación económica, los salvadoreños tendrán que enfrentarse a algunas medidas difíciles. Deberán tomar una “medicina amarga” y seguir las instrucciones “al pie de la letra”, para que los logros en esa materia sean como los obtenidos en seguridad en los últimos cinco años.


Entre críticas a una oposición “insignificante, pero rabiosa”, y como era de esperar, Bukele hizo hincapié en los resultados de su política de seguridad, que fue el centro de su primer mandato como presidente y lo que llevó, en gran medida, a alzarse con el segundo arrasando en las urnas el pasado 4 de febrero.


Así, insistió en que se logró reducir los homicidios en un 97%, volviendo a El Salvador “el país más seguro del hemisferio”.


“En cinco años le dimos vuelta a una situación que llevaba más de medio siglo sin resolverse, con más de 70.000 terroristas que controlaban el país y que dejaron más muertos que el conflicto armado”.


Los resultados, sin embargo, no le libraron de las críticas. Su política de seguridad acumula cientos de denuncias de violaciones de derechos humanos, desde detenciones arbitrarias a abusos y torturas en las cárceles.


“Sin el éxito de esta guerra contra las pandillas, muchos de los que nos ven por televisión y por redes sociales ya estarían muertos”, mantuvo sin embargo Bukele.


“La oposición, que es numéricamente insignificante pero rabiosa, sigue defendiendo una institucionalidad, una democracia, como dicen ellos, que sólo nos dejó madres, abuelos, amigos y hermanos asesinados impunemente”,


Con ello, también subrayó la legitimidad de su segundo gobierno, puesta en duda por muchos críticos que argumentan que forzó las costuras de la Constitución para poder volver a ser presidente y aseguran que este segundo mandato es la consolidación de la deriva autoritaria del país.


Además de insistir en su apoyo en las urnas, en su discurso Bukele aseguró que ha sido reconocido por “el 100% de los países del mundo”. Y como prueba de ello, se refirió a la presencia en la plaza Gerardo Barrios de más representantes internacionales "que nunca”.


“Nosotros decidimos hacer nuestra propia receta. Se necesita coraje, se necesita arriesgarse, en todos los niveles”.


Para aplicar esa receta propia, en este nuevo quinquenio Bukele tendrá además el apoyo de una Asamblea Legislativa de 60 diputados, sobre la que tiene un control del 95%.

En la última sesión plenaria de la Asamblea saliente, el 29 de abril, ésta dejó servida a la legislatura entrante el poder de cambiar la Constitución de manera expedita.


De modo que la nueva Asamblea, que inició sus sesiones el pasado 1 de mayo, podría en cualquier momento abrirle la puerta a la reelección presidencial indefinida o alargar la duración de los períodos de cualquier funcionario en el poder, entre otras cuestiones.


“Ahora que arreglamos lo más urgente, que era la seguridad, vamos a enfocarnos de lleno en los problemas importantes, empezando por la economía”, dijo Bukele, adelantando la que será la prioridad de su gobierno en los siguientes cinco años.


“La sociedad salvadoreña sigue enferma, pero ya no tiene cáncer”, continuó, refiriéndose a las llamadas maras que durante décadas aterrorizaron y desangraron el país. “Ya se curó de las pandillas, y ahora tiene que curarse de la mala economía”.


Pero ese no será un camino fácil, advirtió. “En este nuevo tratamiento para sanar la economía, quizá también haya que tomar medicina amarga”.


Y es que no es un reto menor. A pesar del aumento del turismo en respuesta a las mejoras en seguridad, la economía general sigue estancada, sin reformas estructurales, altamente endeudada y con una gran dependencia de las remesas.


Por una parte, la de El Salvador ha sido por quinto año consecutivo la economía que menos ha crecido de la región. Mientras la de Costa Rica crece entre 4,5 y 5%, según datos del Banco Central de Reserva, la de El Salvador creció en 2023 un 2,2%.


Asimismo, se importa más que se exporta —lo que se vende al exterior, sobre todo a EE.UU, son artículos textiles producidos en empresas maquiladoras— , lo que le llevó al país el año pasado a tener un déficit de la balanza comercial de más de US$8.000 millones.


Y según datos hasta septiembre de 2023 del Banco Central de Reserva y el Ministerio de Hacienda, la deuda pública asciende a US$19.612,42 millones, a lo que hay que sumar un saldo de la deuda de pensiones de US$9.010 millones.


A ello hay que sumar una brecha social cada vez más amplia, que para la mayoría de los salvadoreños se hace sostenible por el autoempleo informal.


De acuerdo con Bukele, para hacer frente a tamaño desafío y que la economía mejore, harán falta tres elementos: “La guía de Dios, el trabajo incansable del gobierno y que el pueblo vuelva a defender a capa y espada cada una de las decisiones que se tomen, sin titubeos”.


Asimismo, les pidió a los salvadoreños abandonar lo que llamó “la mentalidad del fracaso”.


“También es urgente que cambiemos algo más: la idea de que nos merecemos solo lo malo y lo feo. De quejarnos cuando las cosas cambian para bien. A eso le llamo yo mentalidad del fracaso y debemos combatirla nosotros mismos”.


Y para ello, aconsejó: “No hagan caso de las voces que los quieren envenenar”.


Bukele le pidió a los presentes no “perder la perspectiva”.


“No estamos solamente cambiando un país, estamos cambiando un paradigma”.


“Poco a poco, empezamos a crear algo mucho más significativo: un espejo donde toda Latinoamérica se ve ahora”.


El caso Bukele remite, por lo tanto, a la desafección por parte del electorado respecto de las políticas y los políticos tradicionales. Unos y otros serían incapaces de resolver los problemas que tienen planteados. El recurso a “hombres fuertes” es entonces necesario si lo que se pretende es salir del marasmo en el que la vieja política ha introducido a los Estados.


De esa manera, la diferencia entre violencia y fuerza de la definición doctrinal palidece ante la eclosión de los populismos.


A veces, aun a costa de un enorme estrechamiento de las garantías democráticas, el populismo consigue generar un cierto éxito, como ocurre en el caso salvadoreño. Otras es sólo un artificio, pompas de jabón que estallan en pocos segundos si no fueran sostenidos por los medios de comunicación afectos al sistema.


El populismo en Latinoamérica 


Como ha escrito Carlos Granés (Delirio Americano):


“Empezando por Fujimori y las decenas de pasquines que financió —la «prensa chicha»— para desinformar o embarrar la imagen de sus enemigos, los caudillos contaminaron el espacio público con informaciones interesadas o se convirtieron en emisores de noticias. Su hiperactividad ante los medios ha sido una manera de imponer a la prensa una agenda y de estar presente en periódicos, radios y noticieros permanentemente. Ocupan ese espacio para asegurarse de que es su versión de los hechos la que recogen los periodistas. Se muestran benevolentes con la prensa dócil, que les sigue el juego, y autoritarios con los medios que no se adaptan a esta nueva lógica de reality show. Es como si hubieran aprendido la lección de Roberto Jacoby. Lo único que importa es infiltrar la comunicación para que se hable de su obra. Que esta obra exista o no, o que sea de provecho para la ciudadanía, es indiferente. El populista necesita transmitir un mensaje, y ese mensaje siempre es él mismo: su propia imagen, su amor a la patria, su devoción por el pueblo, su defensa de la gente buena, su ataque a los enemigos de la nación. Todo se queda en la performance mediática; en hacer creer que detrás hay mucha obra, que se trabaja, que hay una profunda preocupación por el pueblo, cuando en realidad solo hay un propósito: conservar el poder”.


Una aproximación para definir al populismo 


Parece claro que el populismo difumina los colores entre legitimidad e ilegitimidad, porque ya no se trata de actuar desde los parámetros del respeto a los principios democráticos de la separación de poderes. Montesquieu ha muerto -decía Alfonso Guerra- y Susanne Gratius y Ángel Rivero (Populismo y política exterior en Europa y America) han definido a este fenómeno como la representación de la sociedad como el lugar de un enfrentamiento inevitable entre dos actores antagonistas, un pueblo moralmente virtuoso y una oligarquía moralmente corrupta. Ademas, postula la existencia de una voluntad general indivisible, identificando el pluralismo y la separación de los poderes como unas limitaciones inútiles. Como tal, el populismo tiene potencial para modificar no sólo los fundamentos de los sistemas democráticos sino también algunos de los cimientos de la política exterior en los que se sustenta el orden liberal internacional desde la Segunda Guerra Mundial; el multilateralismo; los valores democráticos; la resolución de conflictos en el seno de Naciones Unidas; la libre circulación de capitales, servicios, mercancías y personas. 


Al mismo tiempo, el populismo tiende a ser interpretado como una ideología sutil, que, por definición, es capaz de integrarse con otras ideologías existentes, dependiendo del contexto histórico o geográfico, . Esta característica hace del populismo un concepto escurridizo, no fácilmente identificable con una propuesta ideológica clara, tanto desde el punto de vista nacional como internacional.


El populismo es estudiado como una ideología poco elaborada, que dependiendo de las circunstancias y del contexto nacional, se puede combinar con otras ideologías más establecidas, como el comunismo, el nacionalismo, el fascismo o el socialismo.


El edificio del populismo hunde sus cimientos en el final de la era de las seguridades, que aconteció con el fin de la guerra fría. La desaparición de los enemigos comunes y de la política de bloques ha brindado a muchos actores nacionales la oportunidad de reabrir el debate sobre la política exterior de sus países. A partir de entonces, las cuestiones internacionales han provocado serias divisiones internas.

 

El mayor número de actores dificulta la posibilidad de definir consensos nacionales sobre la política exterior.

 

Se han identificado tres consecuencias principales de la globalización en los debates nacionales: en primer lugar entre integracionistas y soberanistas. En segundo lugar, las interdependencias asimétricas y consecuentes a los procesos de integración, cuestionan los equilibrios entre Estado y mercado, amenazando con socavar el bienestar social y con aumentar la desigualdad. En tercer lugar (el debate partidista) entre los ganadores y los perdedores de la globalización. 

 

 Y es que el recurso a la idea de una voluntad general indivisible como única fuente de representación legítima hace del populismo un concepto que desafía los principios fundamentales de las democracias liberales, como la separación de poderes y el pluralismo.

 

Una de las estrategias (del populismo) acostumbra ser la identificación de una conexión entre las élites nacionales y una serie de enemigos externos, por ejemplo, otros Estados, élites transnacionales, refugiados o instituciones internacionales, presentados como amenazas a la soberanía del pueblo o a la identidad primigenia del mismo. Esta situación se advierte de una manera muy clara cuando observamos la reacción de algunos partidos populistas europeos respecto de la emigración (Francia, los Países Bajos, Italia…).


Algunos casos europeos 

 

El profesor Ángel Rivero ha analizado en profundidad el caso del Rassemblement National (RN) en Francia. 


Es cierto que el RN, en la medida en que se va acercando al poder, va suavizando sus posiciones. Pero, si tomamos en serio sus primeras propuestas, las consecuencias para la política exterior francesa serían muy profundas. Esto es así porque significarían como mínimo el repliegue o el abandono de organizaciones tan cruciales en el presente de Francia como la UE o la OTAN. (Recordemos el crédito recibido por el partido de Marine Le Pen. Según reveló el digital Mediapart en el otoño de 2014, el RN recibió ese año un total de 11 millones de euros por parte de entidades bancarias rusas. Un primer préstamo de 2 millones de euros en abril de 2014 concedido a Jean-Marie Le Pen a través de Vernonsia Holdings Ltd, una sociedad chipriota suministrada de fondos rusos, y, en septiembre, otro de 9 millones por la First Czech Russian Bank (FCRB), banco creado en la República Checa cuya sede principal se encuentra hoy en Moscú.


En las recientes elecciones legislativas anunciadas por el presidente Macron como consecuencia de su derrota en las europeas, el partido republicano francés (la otrora derecha democrática) anunció su apoyo a Marine Le Pen, y aunque su presidente fue sustituido por su organización, lo que subraya, a mi juicio, el paradigma de que el populismo se reblandece cuando se aproxima al poder, y que los contornos del populismo son bastante sutiles, ya que resultan permeables a todos -o casi todos- los partidos.

 

¿Que proponía el RN como remedio para recuperar la soberanía francesa? Ni mas ni menos que el desmantelamiento de todas las instituciones soberanas de la UE y la devolución de su poder a los Estados nacionales. Es decir, desmontar la UE como organización supranacional y conseguir de nuevo que las naciones que la componen recuperen esa soberanía originaria.

 

La UE, por lo tanto, daría paso en el proyecto del RN a una Alianza Europea de Naciones.


El caso húngaro tiene mucho que ver con la evolución política de un país que emerge a la libertad con la caída del muro de Berlín y que abraza con pasión la democracia liberal y la economía de mercado, para después recuperar sus miedos ancestrales. 


Viktor Orban es un buen ejemplo de este tránsito. Antiguo liberal, presidente del Consejo Europeo, el actual Primer Ministro de Hungría ha afirmado recientemente:

 

“Probablemente las sociedades fundadas en principios liberales no serán competitivos en el mundo en los próximos años y sufrirán retrocesos a menos que sean capaces de reformarse en profundidad”.

 

Janos Kordai sostiene que entre las democracias y las dictaduras se extiende un amplio campo, el de las autocracias, en este universo vivirían regímenes de una gran variedad de colores, desde el almirante Miklos Horthy en la Hungria anterior a la guerra a Vladimir Putin en la Rusia actual, pasando por Juan Domingo Perón en Argentina. (Por cierto, en cuanto a la Argentina de Perón, conviene volver al texto de Carlos Granés, citado con anterioridad).

 

A este tertium genus entre el totalitarismo y la democracia le va bien la calificación de populismo. Y es que no hay democracia sin liberalismo, esto es, sin instituciones que velen por la realización de elecciones limpias, la separación de poderes, la independencia judicial, la libertad de expresión, la protección de los derechos de las minorías y de los individuos. 


Rasgos del populismo 

 

Los rasgos que definen la política del populismo a juicio del profesor Rivero serían:

 

  1. La defensa de un pueblo virtuoso con una voluntad única.
  2. La crítica a la democracia representativa desde un lenguaje antipolítico en nombre de una democracia directa.
  3. La preferencia por una política estructurada en arriba/abajo en vez de izquierda/derecha.
  4. La personificación en un líder carismático de la voluntad del pueblo en nombre del cual habla.
  5. La sustitución del pluralismo político como valor por la búsqueda permanente de un enemigo del pueblo contra el que desplegar un discurso político emocional, maniqueísta y moralista.


El populismo supone la culminación de un tránsito desde las democracias liberales plenas -en la medida en que lo puedan ser-. Y se produce esa transición desde los siguientes elementos:


  1. Debilitamiento de la institucionalidad democrática.
  2. Subordinación del poder judicial al ejecutivo.
  3. Control omnímodo de los medios de comunicación,
  4. Guerras culturales dirigidas a la destrucción simbólica de los adversarios políticos.


El Brexit


Según José Javier Olivas, que ha analizado el caso disruptivo del Brexit, éste se habría fundamentado en los siguientes ámbitos:


  1. Antagonismo:  representación maniquea y antagónica de la política y la sociedad, y las consecuentes llamadas a cambios radicales en el sistema.
  2. Moralidad: establecimiento de una jerarquía moral entre los actores  y deslegitimación del adversario político.
  3. Idealización de la sociedad: descripción histórica y anti-pluralista del pueblo donde se destaca la homogeneidad dentro del grupo y en la diferencia con el otro.
  4. Soberanía popular: ausencia de límites para la voluntad popular, lógica mayoritaria y preferencia por herramientas de democracia directa  como referendos o movilizaciones.
  5. Liderazgo personalista: el líder da voz al pueblo y encarna sus intereses. Su relación con ese pueblo no tiene por qué estar mediada por partidos. Parlamentos u otras. instituciones.


El miedo a la libertad


En definitiva traducen ese temor a ser libres de que nos hablaba Erich Fromm, el regreso a una protección por el Estado en la recuperación imposible de una sociedad que era homogénea y estaba integrada. Es imposible, entre otras cosas, porque esta sociedad no ha existido nunca en los tiempos pasados.


Erich Fromm, en su libro "El miedo a la libertad" (1941), exploraba la relación entre la libertad y la psicología humana, especialmente en el contexto de los cambios sociales y políticos de la era moderna. Fromm argumentaba que, aunque la libertad es un valor central y deseado, también puede generar una profunda sensación de inseguridad y ansiedad.


Fromm distingue entre la "libertad de" (libertad negativa), que es la liberación de restricciones externas, como la opresión o la autoridad.

   También habla de la "libertad para" (libertad positiva), que implica la realización del potencial propio y la autodeterminación.


Con la modernidad y la caída de las estructuras tradicionales (familia, religión, comunidad), los individuos experimentan una mayor libertad personal. Sin embargo, esta libertad también trae consigo un sentimiento de soledad y alienación, ya que las antiguas certezas e identidades desaparecen.

   

Fromm sugiere que muchas personas temen esta libertad porque les enfrenta a la responsabilidad de sus propias vidas y decisiones. La libertad puede ser abrumadora y crear una sensación de impotencia y desarraigo.


Para escapar de la ansiedad que produce la libertad, las personas buscan refugio en mecanismos de escape como:


  • El autoritarismo. Esto es, someterse a una autoridad externa para evitar la responsabilidad de la propia vida.
  • La destructividad. Destruir a los otros o a uno mismo como una forma de escapar de la insoportable libertad.
  • El conformismo. Perder la individualidad adoptando el carácter y las creencias del grupo social al que pertenecen.


Fromm examina cómo el miedo a la libertad puede llevar a la gente a apoyar regímenes autoritarios que prometen seguridad y orden a cambio de la libertad individual. Argumenta que una verdadera democracia requiere que los individuos se sientan libres y responsables, desarrollando su potencial y participando activamente en la vida social y política.


Erich Fromm ya intuía la eclosión de la globalización y su producto: la división entre los somewhere o identitaristas, y los anywhere o globalistas, que conduce a las sociedades polarizadas que hoy estamos conociendo,


Coda


Lo han señalado Pedro Herrero Mestre, Jorge San Miguel Lobeto (Extremo centro: El Manifiesto: Una ambiciosa explicación de andar por casa para entender la política que viene).


“Los que han perdido con la globalización han sido en buena medida las capas sociales de las que emergen las Nuevas Clerecías en países como España, «nuevas clases medias» que accedieron a una cierta prosperidad en la segunda mitad del siglo XX, y a las que en el nuevo siglo se les ha cortado radicalmente el relato de ascenso social de generación a generación. Por ello, personas con una enorme capacidad de prescripción, de influencia en la conversación pública, están echadas al monte de una «revolución cultural». Es una parte de la comunidad política en conflicto consigo misma, que proyecta sus frustraciones y ansiedades en un sistema de valores desconectado de la «vida real»: pueden hablar todo el día de los votantes de Trump o Bolsonaro, o del populismo de derechas, pero, en realidad, los que parecen permanentemente cabreados son ellos”.


Por esa razón, nadie puede resultar inmune al contagio del populismo, a la admiración de los hombres fuertes -como Bukele.


El populismo se desliza desde la idea de la fuerza para ordenar y mantener el orden público a la de la violencia. Convierte en delincuente al Estado y en víctimas a los ciudadanos.


Y por eso mismo,, ante los cantos de sirena que emite el populismo, propongo actuar como aconsejaba Ortega: oírlos del revés.