Bilbao, 29 de marzo de 2003.
Querida Lorseni:
Los días pasan y ayer se cumplían cuatro meses desde tu despedida. Como era viernes y tuvimos pleno comí con Carlos Urquijo que me preguntaba:
- ¿Se te han hecho largos?
- Sí. Muy largos, la verdad –contesté.
Especialmente resultó duro el jueves, cuando esa especie de losa que se abre camino en el estómago, un “alien” semoviente que me hace daño, se me hace presente hasta que una cena o la pastilla definitiva de dormir alejan de mí esas sensaciones. Luego retorno a la vida corriente con una cierta serenidad. Sabiendo que es importante mantener la cabeza fría sobre los hombros, no cometer errores y dejar pasar el tiempo sin renunciar a ninguna de las oportunidades que te brinden las circunstancias –una invitación, la organización de cualquier acto, una comida con un amigo...
Pero a veces me consume la impaciencia. El no saber qué será de mí en el futuro más o menos próximo. Si me considerarán útil o no en el proyecto de un partido en el que -a lo mejor- Jaime Mayor Oreja no tenga nada que decir. O ni siquiera el propio Aznar, después del lío que se está montando a cuenta de la guerra. Ahora la gente apedrea las sedes del PP en toda España –curiosamente no en el País Vasco-, a Alberto Fernández –el que fue presidente del PP de Cataluña- le abrieron la cabeza con ocasión de un acto público. Según Rafa Balparda las encuestas van fatal –a menos cinco del PSOE en la Comunidad de Madrid, Esperanza, tu “super-Esperanza” queda fuera; y a menos uno en el Ayuntamiento-. Curiosamente, ahora existe más paz en Euskadi que en el resto de España. Después de todo, ni siquiera el PP puede ser la solución a un País Vasco, si deja de ser un partido de gobierno en España. Y mi presencia en él puede ni resultar siquiera útil. Puede que esté llegando el momento de dejarlo, cuando la tarea que podía haber realizado haya terminado –con la victoria o la derrota.
Pero si sigo donde estoy parece que no soy precisamente una perita en dulce para ninguna mujer. Un chico con escolta permanente y que tiene una hija en un hospital. ¡Una bicoca sólo válida para señoras con la cabeza grillada! Y no quisiera faltarte al respeto, pero de esa especie femenina ya he tenido suficiente experiencia.
La actividad es lo único que me cura. Y los fines de semana me aguardan con toda su carga de desesperanza, en una rutina que me devuelve a todos mis recuerdos, a todas mis insatisfacciones, a todos mis pesares. Recupero a Bècaud, que husmea unas zapatillas de deporte tuyas que han quedado en la cocina, que no pasea porArrechea, que no come cuando está en esta casa. Recupero a Pilar–a la que le he regalado hoy un vestido muy alegre de Agatha Rruiz de la Prada-, pero que asocia mi imagen a la tuya, y a veces me recibe con evidentes muestras de desagrado.
No, no puedo decir que me he recuperado en estos cuatro meses. En algún sentido puedo admitir incluso que me encuentro peor, que no veo demasiado horizonte por delante, que resistir se ha transformado en el único argumento que empleo, aunque no sé muy bien por qué, si verdaderamente merece la pena.
A tu padre le operará el mejor cirujano de Cruces. Gaby ha hablado con Isabel Lorsen y esta se ha encargado de eso. Al final, lo de Marisa era un cáncer, y aunque no le van a aplicar “quimio” porque estaba muy localizado, sí tendrán que administrarle una medicación especial.
Por fin es posible que la novela que tenía por título “Sombras, paisaje gris”, se transforme en “Jugadores de gris”, de acuerdo con la recomendación de Montse Ramírez, la hermana de Pedrojota, que trabaja en “El Mundo del País Vasco”. Si estuvieras aquí seguramente que darías tu opinión.
Me despido, por ahora. Vendrá una semana más con una cama vacía a la derecha de la mía. Antes de acostarme, un beso de despedida en el recipiente que ocultan tus cenizas, y un “¡hasta mañana, Lampistas!” Y acostado en esa cama que tú nunca volverás a deshacer se me ocurre siempre la idea de un titular periodístico: “Un disparo en el corazón acabó con su vida”. Y recibo ese pensamiento con serenidad, sin desasosiego. Porque ya he visto la cara de la muerte, apoderada de tu vida, en tus ojos vidriosos, en tus brazos inertes, en tu cara fría. La muerte es eso, y por lo tanto no puede ser peor que eso.
No sé muy bien si esta correspondencia sabatina me produce bien o no. Pero estoy convencido de que seguiré practicándola, por lo mismo que me pondré siempre una corbata negra hasta el día de tu aniversario, y el 29 de noviembre de 2004 –si llegara a verlo- daré por cerrado el luto. Y que veré a mi hija y me ocuparé de ella, de sus necesidades –pronto tendré que hablar con sus “profes” sobre su desarrollo en el segundo trimestre del curso-. Por cierto, Inés Obieta está encantada con la labor que están haciendo con la niña. Hablé con ella para advertirle que la llamará María Acha, para acompañarla en una visita a Pilar. “Todo en orden”, me dijo cuando le pregunté por Gonzaga. La que no me ha llamado ha sido Isabel Lorsen.
Es curioso. Ayer, tu cuarto cumple-mes, dos personas me preguntaron por ti: no sabían nada de tu partida: el periodista que te vendía “El Correo” por las mañanas y una señorita de “Home English”. Hay una especie de transmisión sensorial que acerca tu imagen en los días señalados. La gente se queda muy confusa, no sabe qué decir, qué hacer. Ante la muerte no existen palabras: quienes saben rezar lo hacen; a los que hemos perdido la fe en esas cosas sólo nos queda el reto de seguir, resistir.
Quizás un día, en cualquier camino, de improviso, como apareciste tú una noche en la discoteca del “Marítimo”, me encuentre con alguien que me quiera de verdad, a pesar de todos mis rotos y descosidos.
De lo que estoy completamente seguro es que nunca me querrá como tú me quisiste. No recibiré de esa persona la misma entrega que tú me diste. Y no sé si me compensará.
Por el momento prefiero dejar campo libre a la serenidad. Pero, ya te digo, a veces simplemente me invade una especie de vértigo.
Un beso, guapa.
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1 comentario:
Sabes tu cariño el cariño de todos el cariño del Mundo es lo que necesito para vencer éste terrible Cáncer que me corroe por dentro.
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